La palabra ‘diplomático’ lleva asociada una serie de connotaciones que poco tienen que ver con la realidad de su día a día. Pruebe a decirla en voz alta y compruebe la imagen que se crea en su mente. No falla: un tipo con esmoquin, fumándose un habano, vuelve a casa muy bien acompañado después de una recepción en la que acaba de constatar, una vez más, que es el dueño y señor del mundo.
Con el propósito de explicar qué hace de verdad un diplomático y de acabar con esa percepción mitificada y falsa, Inocencio Arias (Albox, 1940) -alto funcionario durante más de medio siglo- ha publicado con Plaza & Janés ‘Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones’. No se dejen llevar por el título fruto de su acentuado sentido del humor porque, en realidad, lo que hace en el libro -que ayer se presentó en Almería, en el salón de actos de la UNED- es demostrar que no lo son.
“Un diplomático puede asistir a cien recepciones en un año, pero éstas son un auténtico peñazo: ni conoces a espías, ni te ligas a la chica guapa. Allí vas a trabajar. Yo hubiese pagado por librarme de unas cuantas”, señaló el autor que estuvo arropado por el director de LA VOZ, Pedro M. de la Cruz, y por el historiador Fernando Martínez.
Aunque la obra está catalogada como unas memorias, a Arias le gusta pensar que trasciende de ese género y da unas pinceladas de lo que ha sido la historia reciente de España a través de muchas anécdotas, con objeto de hacer una publicación “asequible, divulgativa y amena”.
Almería, su tierra, es punto de partida de un relato que cuenta también cómo “se vivía la posguerra en una provincia atrasada” y el modo en que España ha cambiado desde entonces. Cuestión que sería interesante dar a conocer a los jóvenes a pesar de que se mostró escéptico ante la idea de que puedan leerlo. “Dicen que es la generación mejor preparada y yo no lo creo aunque, por fortuna, hoy se accede más a la educación”, indicó.
"Un fracaso exitoso"
El que sí ha leído ‘Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones’ y ha experimentado un “sentimiento de seducción masiva” al recorrer sus casi 600 páginas es Pedro Manuel de la Cruz, que definió la carrera del autor como un “fracaso exitoso”. “No triunfó en lo que soñaba, triunfó en lo que todos creemos un sueño”, expresó.
El director de LA VOZ confesó que la narración de este “observador privilegiado” le ha permitido bucear en episodios de la historia reciente, identificando como migas de pan las pasiones del que con cariño consideró “un periodista, un futbolista y un actor frustrado”.
En este sentido, Fernando Martínez López se refirió a la personalidad “polisémica” de Inocencio y aseguró que su insaciable curiosidad ha sido clave en su fructífera trayectoria.
“Si hubiese un juicio final, los llevaría de abogados”, bromeó en alusión a los presentadores Arias, antes de hacer reír al público con sus anécdotas sobre las veces que lo han confundido con Robert de Niro o lo mucho que los periodistas le preguntan acerca de Trump. “Yo me escudo diciendo que eso no sale en el libro”.
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