El desaparecido Cortijo La Mezquita

El agente cultural del Museo de Arte Doña Pakyta recupera la historia de este cortijo señorial demolido en 2002 sin que ninguna voz se alzara en defensa. El relato tiene mucho d

El Cortijo La Mezquita, visto desde distintos ángulos.
El Cortijo La Mezquita, visto desde distintos ángulos.
Antonio Jesús Sánchez Zapata
17:00 • 17 feb. 2017

El desaparecido Cortijo La Mezquita, que daba nombre a todo el paraje y posteriormente al polígono industrial donde  estuvo ubicado, era un viejo cortijo señorial del barrio de Los Molinos. No se tiene conocimiento de la fecha de su construcción, si bien a aquella zona se la conoce por esa denominación (que se tenga constancia) al menos desde 1887 y  es obvio por la particular fisonomía arquitectónica del cortijo, que se debía a él.




El propietario del cortijo fue el almeriense José Cassinello Núñez, abogado, terrateniente, presidente de la azucarera del Genil, senador por Granada entre los años 1919 y 1920, cónsul de España en Venezuela tras la Guerra Civil y miembro de la nobleza granadina, nombrado con el título de Marqués del Temple en el año 1922. Vivía a caballo entre Granada y Almería, haciendo numerosos viajes entre las dos provincias, aunque su residencia no la tenía en el Cortijo La Mezquita, que sólo visitaba de vez en cuando, y del que se encargaban, junto a la finca, sus arrendatarios y jornaleros. En ocasiones lo usaba para agasajar a ilustres visitantes, ofreciendo en sus dependencias alojamiento al cuadro artístico del Patronato de San Cristóbal, “compuesto por bellas señoritas y distinguidos jóvenes de la aristocracia granadina”, como narraba La Crónica Meridional el 2 de mayo de 1927.




Ligado a la crónica negra
Un terrible suceso tuvo lugar en 1913 en la balsa que regaba la finca del cortijo, cuando la mañana del 5 de enero (víspera de Reyes) encontraron muerta a una mujer que se suicidó arrojándose en ella. Llamó la atención el hecho de que el cadáver llevara unos “pantalones de hombre”, hecho que se explica por el pudor de la época, previniendo la mujer que “no quedaran expuestas a miradas indiscretas posibles desnudeces”. El 2 de octubre de ese mismo año, aparecía desmayada junto al cortijo una anciana de unos 80 años a la que llevaron al Hospital Provincial con claros síntomas de desnutrición. A pesar de los intentos por reanimarla, falleció al día siguiente. Su nombre era María Anguita y era natural de Durango (Vizcaya).




Uno de los primeros arrendatarios de los que se tiene constancia fue Luis Becerra Martínez en 1917. Fue a vivir al cortijo nada más salir de la cárcel, donde había cumplido 12 años de condena (con atenuante de embriaguez) por haber matado a un hombre en Los Molinos. Aquel mismo año su hija, María Becerra Cañadas, denunció que le habían robado en el cortijo 47 pesetas y 30 céntimos, aunque la Guardia Civil constató que ni las puertas ni las ventanas habían sido forzadas. Más extraño resulta este “robo” si avanzamos un poco más en la historia de este cortijo. Algunos de los inquilinos que más tiempo estuvieron viviendo en La Mezquita, entre las décadas de 1920 y 1930, fueron el matrimonio formado por Joaquín Pardo Álvarez y Ana Forte Iribarne. Ambos tuvieron problemas con la justicia: él fue juzgado por maltratar a un niño de 11 años, mientras que ella perpetró un rocambolesco intento de robo: denunció en el puesto de la Guardia Civil de Los Molinos que había sido víctima de un atraco de lo más novelesco. Contó a los agentes que recibió la visita de un señor preguntando por su marido, pero le contestó que no se encontraba en el cortijo. El hombre se marchó y al poco rato, según la mujer, aparecieron dos hombres, le arrojaron un líquido a la cara que le hizo perder el conocimiento, y se llevaron 2.500 pesetas. Los guardias que sospechaban de la mujer por haber incurrido en varias contradicciones, la sometieron a un nuevo interrogatorio donde se vino abajo, y confesó que ella misma había sustraído el dinero y se lo había entregado a su hija y esta a su vez, bajo secreto de confesión, a un sacerdote que tras descubrirse el pastel, entregó el dinero en el puesto de la Guardia Civil. Quizás ahora vean de otra manera aquel extraño robo cometido catorce años antes, donde las puertas y ventanas no estaban forzadas.




Llegamos al año 1940 y el siguiente inquilino de nuestro cortijo se llamaba Francisco Jiménez Castillo, natural de Huércal. Indagando un poco en su pasado, nos encontramos con que (oh, sorpresa) también había estado en prisión por asesinato. Tenemos que ir hasta el año 1945 para encontrar a los primeros huéspedes sin algún antecedente, se trataba del matrimonio formado por Pedro Romero López y Ana Vergel Vergel junto a sus tres hijos.




Condenado a desaparecer
El Cortijo La Mezquita despareció por tres motivos: la legendaria desidia hacia el patrimonio por parte de las instituciones, su ubicación en la periferia y fuera del casco histórico, y un arquitecto (de cuyo nombre no quiero acordarme) que en su informe decía que el edificio carecía totalmente de interés arquitectónico para ser conservado. 




Un cortijo señorial único en Almería, alejado de los cortijos de estilo historicista-regionalista como el Cortijo Romero o el Cortijo Góngora. Sus arcos de herradura, sus torres parecidas a los alminares árabes, le daban ese toque misterioso y oriental. Un edificio de 2.416 m² que, de haberse conservado, sería un gran atractivo para el barrio de Los Molinos, pero que fue demolido en 2002 sin que ninguna voz se alzara en su defensa.





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