Angelo Amato, prefecto de la congregación para las causas de los santos como legado pontificio del papa Francisco, recordó durante su homilía la “gran persecución” que en España se “desató” contra la Iglesia, “sus ministros y sus fieles”, lo que costó la vida “a miles de personas, hombres y mujeres, laicos y consagrados, matados solos porque eran católicos”.
En aquel “periodo doloroso”, España, “tierra de santos, de misioneros y de fundadores de grandes órdenes religiosas”, se convirtió en “terreno de conquista de los tres funestos caballos del Apocalipsis”. “El caballo rojo de fuego, que sembraba la guerra en la tierra; el caballo negro, que traía hambre y destrucción; el caballo verde, que llevaba muerte que exterminaba la humanidad con su guadaña fatal”, manifestó en referencia a la Guerra Civil.
Un tiempo en el que “el reino del Anticristo” pareció adueñarse de una “tierra bendita”. En este sentido, recordó que todas las diócesis del país dieron su “contribución martirial”, también la de Almería, “madre de muchos mártires, algunos ya beatificados por la Iglesia”, como ha vuelto a suceder con los 115 mártires de la causa que encabeza José Álvarez-Benavides y de la Torre, muertos por “odio a la fe”.
A lo largo de su intervención, en un perfecto castellano, Angelo Amato expresó que el cristianismo es una religión “de caridad y de vida”, que se opone “a toda forma de prevaricación y de violencia”.
Después, detalló algunos de los lugares donde los nuevos beatos encontraron su trágico final, como el Pozo de Cantavieja (Tahal), el Barranco del Chisme (Enix) y el Pozo de la Lagarta (Tabernas), y los cementerios de Berja y Almería.
El cardenal quiso personalizar en las biografías de algunos de los mártires, como las de José Álvarez-Benavides y de la Torre, deán de la Catedral de Almería fusilado por no renegar de su fe; Luis Belda y Soriano de Montoya, laico, abogado del Estado y perteneciente a la Asociación Católica de Propagandistas, que se entregó “voluntariamente” a los milicianos para no perjudicar a su familia; Emilia Fernández ‘La Canastera’, fallecida en la carcel de Gachas Colorás por no desvelar quién le enseñó a rezar el rosario; y Carmen Godoy, de Adra, “torturada, mutilada y enterrada vida”.
Antes de la homilía, el momento cumbre de la beatificación se vivió con la entrada en procesión del relicario en el que descansan los restos de parte de los mártires y con el descubrimiento de un tapiz, obra del autor macaelense Guevara, que los recordará en la Catedral, donde también se expondrá el cuadro de ‘La Canastera’ realizado por el malagueño Raúl Berzosa.
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