Selvas que salvan. Papagayos que borran con su plumaje la frialdad de un hospital. Canoas que son camillas. Palmeras y plantas exóticas que envuelven en un estado emocional que nada tiene que ver con la enfermedad. Elefantes y gorilas que transmiten fortaleza, la fortaleza de saberse a salvo, de sentir que todo irá bien.
Son algunas de las sensaciones que invaden a los pacientes ingresados en las dos áreas del Hospital La Fe de Valencia que ha decorado la ilustradora Rocío Gómez (Almería, 1986). Un proyecto inspirado en la selva que le ha llegado tras sumergir en las profundidades del mar la sección de oncología infantil de Torrecárdenas en la capital.
Humanizar los hospitales. Es en lo que se quiere especializar la joven artista después de estas dos experiencias y del efecto que sus dibujos -hechos con técnica digital e impresos en vinilos adhesivos- tienen en los pequeños pacientes. El trabajo de Valencia apenas se remonta a este verano, pero del de Almería -realizado el año pasado- le han llegado historias de esas que conmueven. “Hubo un niño, ingresado de larga duración, que se dedicó a contar todos los peces que había hecho a lo largo de un pasillo y seis habitaciones y salieron más de cien; ni yo misma sabía cuántos eran”, expresa Rocío Gómez.
“Y luego las enfermeras, que a veces tienen que ver cosas complicadas y tratan de llevarlo con el mejor humor bromeando con que solo les falta ponerse el bañador, porque están todo el día en una pecera”, añade a LA VOZ.
El gran reto
Cambiar la percepción que pacientes y familiares tienen de un espacio en el que están condenados a pasar más tiempo del que les gustaría y envolverlos en una atmósfera evocadora -basada en el universo animal que más la inspira- constituyen dos de las motivaciones de la creadora almeriense. Sin embargo, de lo que más orgullosa se siente es de haber afrontado con solvencia, en La Fe, el reto de diseñar las ilustraciones de la máquina donde se hacen los TAC, con la dificultad de trabajar en un espacio curvo donde los niños tienen que adentrarse.
“Cuando entran a hacerse un TAC, están tan asustados que normalemente tienen que sedarlos. Pero me cuentan que con la nueva decoración de la sala, la camilla que es una canoa, se quedan más quietos y relajados, lo que les ayuda a pasar ese trámite e incluso evita sedaciones”, apunta.
Si la colaboración con Torrecárdenas surgió a propuesta de la Asociación Argar (formada por padres de niños con cáncer de Almería), la de Valencia es una iniciativa de la Fundación Juegaterapia, que persigue mejorar el día a día de los pequeños que reciben tratamiento de quimioterapia.
“En Estados Unidos y Reino Unido se da mucha más importancia a estas cosas y mi objetivo en sensibilizar a los centros hospitalarios españoles. Los niños son niños y algunos casi viven allí, solo el efecto del color en su estado emocional es alucinante”.
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