Como si fuese una especie de hada madrina del bebop, Sheila Jordan iluminó con su sonrisa, pero sobre todo con su voz, las cuatro esquinas de la sala de conciertos de Clasijazz el viernes y el sábado pasados. También dejó unas gotas de su talento en forma de taller para unos cuantos privilegiados que tuvieron la oportunidad de participar en una irrepetible actividad formativa con esta dama de la historia del Jazz que ha pasado por Almería, irradiando energía con su convincente sonrisa, salpicada de silencios con los ojos cerrados.
Cuando recordó a Charlie Parker o a Ella Fitzgerald entre los temas que seleccionó para el programa de la primera noche, casi se podía percibir la emoción flotando en la atmósfera del Clasi. Pero esa sensación llegó después de una buena cantidad de temas que sonaron como las etapas de un viaje nocturno al Nueva York de finales de los cincuenta.
Para esa singladura tan complicada, nada mejor que tres excelentes músicos como compañeros de camarote: José Carra al piano, Bori Albero al contrabajo y Miguel Canale a la batería. Luego, Sheila llamaría a Pablo Mazuecos para que le acompañara en un blues impagable con el que concluyó el concierto del viernes.
El sábado por la noche la sorpresa fue la aparición de Silvia Pérez Cruz, que se sumó al taller para saber un poco más y para recordar que Sheila había sido ya su profesora 26 años atrás. El sábado por la noche, la exquisita cantante catalana compartió escenario con Sheila, en el cénit emocional del concierto.
La edad
Al borde de los noventa años Sheila Jordan domina el escenario de la misma manera que domina el compás, improvisando para introducir en la letra alusiones al momento que está viviendo, dialogando con los músicos en las escalas y en la complicidad, tan sincera que se diría que lleva cantando con ellos la mayor parte de sus seis décadas largas de noches de jazz.
Bromea recordando que nació el mismo año que Mickey Mousse, pero nadie olvida que compartió experiencias con Charlie Parker en esa explosión de creatividad en la que el arte abstracto, la literatura francesa existencialista y el Jazz pusieron contra las cuerdas a toda la cultura conocida hasta entonces. Y todo eso, sin dejar de sonreír.
Magia
Sheila llegó a Almería cantando durante todo el viaje en coche desde el Aeropuerto de Málaga y luego, antes del concierto, repasó en voz alta los títulos del repertorio como una adolescente preparando un examen. Después del concierto, en el camerino de paredes atestadas de firmas, sonrió una vez más ante el espejo y se dejó felicitar como si hubiese sido el primer concierto de su vida.
Todo parecía mágico en su voz y en su mirada. Incluso cuando aludió al capítulo menos agradable de su biografía, en un alegato sin fisuras contra las adicciones, especialmente la del alcohol. Sheila Jordan consiguió vencerlo y aún sigue colaborando activamente con la asociación que le permitió volver a los escenarios a derramar bendiciones con la tiernas travesuras de su voz.
Para cantar y pisar el escenario como esta chica de Detroit es necesario amar el jazz con la intensidad del primer idilio juvenil y la fuerza de un amor de toda la vida. Así, Sheila Jordan.
No hay nada que se parezca al Jazz
La presencia de Sheila Jordan en Clasijazz ha sumado un hito más a su historia. Por eso, la cantante norteamericana estampó su firma en la pared de las celebridades que esta asociación tiene ya como uno de sus tesoros. Nada en el Jazz se parece a otra cosa de fuera de sus fronteras que nadie ha sabido definir con precisión. En una de las incontables fotos que generaron estos dos conciertos, Pablo Mazuecos, José Carra, Miguel Canale y Boris Albero se funden en una imagen para la historia del jazz en Almería.
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