Desde la aparición de la Virgen del Mar en el año 1502, los almerienses demandaron una ermita en el lugar donde se produjo el hallazgo, con más vehemencia a partir del s. XVII. En 1898, D. Joaquín Peralta Valdivia (catedrático del Seminario de Almería y Canónigo de la Catedral) se lamentaba de que el lugar se encontraba casi completamente abandonado, con extensos cultivos de secano apenas cubiertos por raquíticas plantas salinosas. Pero en mitad de aquel paisaje devastado por la arena y el viento, justo en el lugar de la aparición y en ningún otro más, florecía un grupo de matas de azucenas.
Tras la Guerra Civil Española y la llegada del franquismo, hubo un gran resurgir de movimientos religiosos. En 1951 se produjo la Coronación Canónica de la imagen. La corona, encargada a los Talleres de Arte que dirigía el presbítero D. Félix Granda, contiene cerca de dos kilos de oro, 361 brillantes, 1.359 rosas, 41 perlas, 37 rubíes, 98 esmeraldas, 216 zafiros, 12 amatistas y 190 perlas pesadas. La coronación tuvo que hacerse en la Catedral de Almería, ya que por aquella fecha aún no había terminado la reconstrucción del Santuario de la Virgen de Mar, muy dañado durante la guerra debido a los bombardeos, los saqueos y los incendios.
Así pues, sin el Santuario todavía restaurado, ese mismo año de 1951 se inicia el primer proyecto de construcción de la Ermita de Torregarcía, que recae en el arquitecto municipal Guillermo Langle Rubio. Su diseño dista mucho del que finalmente acabaría construyéndose, de líneas curvas y reminiscencias africanas, muy marcado también por el Movimiento Indaliano, en plena efervescencia en aquellos años. Langle en un primer momento diseñó un edificio mucho más sobrio y regionalista, de planta cuadrada en lugar de circular, con dos jardines flanqueando la ermita y cerrados con balaustradas.
Dos pequeñas hornacinas y una espadaña coronada por una cruz decorarían la portada. Sin embargo este proyecto, como otros tantos que se quedaron en el tintero del famoso arquitecto, no llegó nunca a materializarse. Siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas, pero inevitables: A usted cuál le gusta más, ¿el proyecto que no se realizó o el actual?
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