Está a punto de comenzar la presentación de un libro con enjundia, Corresponsal en Rusia (Esdrújula, 2017) del escritor Gonzalo Hernández Guarch. El Delegado de Cultura, Alfredo Valdivia, ejerce de maestro de ceremonias en una tarde especial, donde uno de los salones más regios de nuestro patrimonio arquitectónico se viste de gala para viajar a la primera década de siglo XX, de la mano del protagonista de la novela, el periodista y crítico de arte Paul E. Alexander.
Es el enviado a la metrópolis zarista por uno de los periódicos más influyentes del momento, el New York Herald. Valdivia nos enmarca históricamente en la sociedad del primer mundo, en una etapa prebelicista, donde estaba a punto de saltar por los aires el modelo de sociedad decimonónica, aún sin sospecharlo sus contemporáneos.
Tándem autor-primer lector
Así comienza Fausto Romero, de la mano de la obra de su amigo Gonzalo, de la que participa con entusiasmo desde su periodo de elaboración, para culminar ambos en el nacimiento de un nuevo universo Guarch, acomodados sobre la emoción del día de la presentación. Y utiliza para ello una cita de Giménez Morata, bioquímico almeriense: El ser humano es una colección de azares. Con ello quiere subrayar la magia que abre esta noche, en que se cumplen exactamente cien años del golpe de estado de los Bolcheviques, uno de los pilares de la escena de la novela. Otro de los sustentos argumentales de la obra es el Arte en toda su dimensión, abarcado por el autor de manera magistral. La descripción y el origen de la Vanguardia rusa se convierte en un objetivo a lo largo del desarrollo de docenas de historias vitales entrecruzadas, en las más de setecientas páginas de las que goza este Corresponsal en Rusia. Fausto nos enumera alguna de las cualidades del autor como profundo humanista, el cual consigue hacer verosímiles a todos los personajes de su novela, históricos o no, sumergiendo al lector en una efervescencia permanente. Empezamos en 2005 con esta historia. Aunque él no lo vaya a decir, continua Romero, asiduo colaborador de LA VOZ, esta novela prodigiosa quedó tercera en el Premio Planeta del 2012. Que hayan pasado cinco años hasta su publicación, gracias a la férrea voluntad de la librería Bibabuk, es una anécdota. Los criterios de las grandes editoriales en este país viven en un bosque inexpugnable, del que nadie parece conocer la entrada, excepto los que ya viven dentro y que aseguran haber olvidado (Esto último lo añado yo).
Fausto nos sigue desgranando el hilo conductor de los veinte años de historia que se describen en la vida de Paul E. Alexander, un neoyorkino de origen ruso que llega a San Petersburgo con el cometido de profundizar durante seis meses en las corrientes artísticas rusas, con el compromiso de mandar reportajes quincenales.
El autor: G. H. Guarch
Este arquitecto enamorado del arte abandera con ello el pensamiento crítico como motor de su obra. Comienza, casi tímidamente, a desmenuzar mediante una presentación con imágenes, el origen ue da lugar a esta novela. Su ferviente entusiasmo por el conocimiento de la historia de las dos ciudades principales donde se desarrolla la trama, San Petersburgo y Moscú, no es sino la punta del iceberg de su bagaje traducido en un todo de ficción. La Rusia de 1910 abre su discurso a través de un cuadro de Ilia Repin donde queda retratada la sociedad rusa del momento, a través del poder omnívoro de la Iglesia Ortodoxa rusa traducido en oropel, en contraposición con un pueblo llano y hambriento caminando. Nos habla de Pushkin, creador de la literatura rusa, de la capacidad de trabajo de Lenin en cuya boca pone una sentencia: los poetas son los mejores heraldos de la revolución. Encadena la poesía, la pintura, la arquitectura, la política, como eslabones de una misma cosa que se llama libertad. El amor por dos mujeres protagonizado por Paul hacia una poeta, Irina, y una aristócrata, Amalia, será el marco sentimental elegido. La vida de un fotógrafo amigo, Fiodor, se mezcla con la de Trotski, con los Romanov y Rasputín, hablando todos ellos con voz propia en el camino hacia una sociedad diferente, surgida en estos años en Rusia y del que se nutrió el pensamiento socialista global. Todos los artistas citados están glosados en 208 notas a pie de página. Gonzalo nos recomienda fervientemente visitar esta parte del planeta, la frontera entre Oriente y Occidente, donde asegura que la espiritualidad aún habita las almas, abogando por el afable carácter de sus moradores, el que compara con el almeriense.
El arte es el ariete, el arte no se supedita al poder sino que lo derriba.
Es una de las frases de la novela, y quizá la moraleja de este intenso y extenso periplo, del todo recomendable; el que constituye un ejemplo más de lo mejor y lo peor del ser humano, siempre de la mano: Corresponsal en Rusia.
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