Domingo Badía Leblich (Ali Bey- 1767-1818 ), aventurero, militar y espía para la corte de Carlos IV, aunque de origen catalán, ha sido uno de los veratenses más ilustres de su historia, cuya vida ha sido llevada al cine en una película que será estrenada este año.
Se trata de una coproducción italomarroquí que ha sido dirigida por Souheil Ben Barka con un presupuesto de 15 millones de euros y está protagonizada po Rodolfo Sancho (Ali Bey) e Imanol Arias (sultán Muley Soliman).
Llevará por título ‘El sueño del Califa’ y será estrenada en 40 países abarcando toda la vida de este pionero del arabismo que fue considerado el primer occidental en entrar en La Meca. Ha sido rodada en Italia y Marruecos siguiendo las correrías del personaje desde España, Francia e Inglaterra hasta Siria y Egipto.
Su historia
Cuando Domingo Badía llegó a Vera desde su Barcelona natal acababa de formarse la tormenta perfecta para un zangolotino ávido de ciencia como él. Era una criatura de ojos grandes por los que habían pasado solo once años de vida. Y llegaba a Vera, al sur del Reino de Granada, con la frente sudorosa del viaje, en un carromato colmado de libros de geografía, aritmética y botánica amarrados con una lienza. A su padre lo habían nombrado, en ese año del Señor de 1778, Contador de Guerra y Tesorero del Partido de Vera, justo cuando en esa ciudad, entonces de 8.000 almas, se había constituido la Real Sociedad Patriótica de Amigos del País, la primera de toda Andalucía, una suerte de hervidero de ideas ilustradas, un milagro que germinó en un valle atormentado por la miseria.
Ese niño de ojos hechiceros -como los tuvo toda su vida a tenor de los grabados que se conservan en los anaqueles de la Biblioteca Nacional- encontró en esa Vera antigua, a la que llegaban historias legendarias a través de los faluchos de la rada de La Garrucha, en esa Vera de comerciantes y menestrales, de labradores desnutridos y recolectores de barrilla, un caldo de cultivo para que fermentara un espíritu aventurero que no había tenido hasta entonces parangón.
Un arabista que cambió el mundo
Su recorrido de 1803 a 1808, por todo el Norte de Africa y por parte de Asia estuvo jalonado por la admiración de los sabios musulmanes y fue colmado de honores por el Sultán Solimán de Marruecos, el Bajá de Trípoli, el Sharif de La Meca y por los reyes de El Cairo. De Alejandría pasó al Peloponeso y a Chipre, sin parar de dibujar, mirando las ciudades que abandonaba desde la cubierta de los barcos en los que se enrolaba. Visitó las pirámides, vadeó el Nilo, profundizó en las costumbres orientales como nadie lo había hecho hasta entonces.
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