La Confluencia revive ‘Antígona’ con aire flamenco

La historia de Antígona es una de las tragedias más conocidas de la mitología griega. Un drama provocado por Creonte que, ciego por el poder, acabará provocando con su arrogancia obnubilada que todo el que le rodea acabe suicidándose. Un argumento que inmortalizó Sófocles y que el viernes tuvo una especial revisión por parte de la compañía almeriense La Confluencia, en el Teatro Apolo, en un actividad enmarcada dentro de la programación del ‘Invierno Cultural’, puesto en marcha por el Área de Cultura, Educación y Tradiciones del Ayuntamiento de Almería.

Especial lo fue, primero por la cruda y empática puesta en escena de un elenco de actores capitaneado por Jesús Herrera, en el papel de Creonte, Chencho Nzo en el de coro y una Leticia Valle especialmente intensa en el papel de Antígona, gracias a la pasional danza y baile con el que acompañó su desarrollo. Todo ello entraría dentro de lo que se podría catalogar ‘normal’, pero el secreto de la impactante representación de la obra de La Confluencia reside en su añadido flamenco, de mano de la guitarra de Gabriel Pérez, la voz de Rocío Zamora, notable en su función de narradora y añadiendo sensaciones y emociones por seguiriyas, fandangos o soleás, y con Nzo también a la percusión.

El cuestionamiento de las leyes caprichosas de los hombres, que no siempre tienen porque llevar asociados el adjetivo de justas; el honorable respeto a la muerte; el temor a las conspiraciones frente a los lazos sanguíneos; la realización de actos deleznables justificados en nombre del interés general; o el amor más allá de los límites del tiempo se presentan en una obra que conquistó a un público que disfrutó de un espectáculo bien ejecutado. Ante tanto drama y enjundia, la representación finalizó dejando una sonrisa con un fin de fiesta por bulerías, en el que ningún actor se libró del baile.

La representación de ‘Antígona a Contratiempo’ estuvo dirigida por Ascensión Rodríguez, a partir de un texto de Germán Jiménez y vestuario de Paco Cañizares. Además, el espacio sonoro estuvo diseñado por Juan Manuel Cidrón, con violín de Isabel Jiménez, iluminación y sonido de Ernesto García, diseño gráfico y fotografía de Guadalupe Bascuñana y Carlos de Paz, respectivamente.