Olor a papel viejo. Un cambio de luz al cruzar el umbral de la puerta. Paredes vestidas de libros. Estanterías más cargadas de lo aconsejable. Tomos dispuestos en todas las direcciones que ocupan el mínimo espacio libre. En un desorden ordenado. ¿O era al revés? Novelitas del oeste, policíacas, románticas y de ciencia ficción, con hojas que amarillean. Casi dobladas en recuerdo de tantas manos que las han hecho suyas. Tan intercambiables y, a la vez, rabiosamente únicas.
Y en el expositor central, los vinilos. ¿De todo tipo de música? “Esto es sota, caballo y rey: años 70, movida madrileña, jazz. Sólo buena música, reguetón no tiene sentido”, explica Alejandro Sánchez mientras empaqueta unos discos para enviar. “Y los libros igual: obras eternas, autores clásicos, filosofía, literatura, historia, temas locales. No tiene misterio”, añade desde el escepticismo del que lleva veinte años en el negocio.
En el número 22 de la avenida Pablo Iglesias, sobrevive la última librería de viejo de Almería. Con el nombre de Disco-Libro, en toda una declaración de intenciones de las dos únicas cosas que uno puede encontrar allí. Es sencillamente una tienda de compra-venta de artículos de segunda mano.
“Si no compro, no vendo, la gente viene con sus lotes de libros y discos; si me interesa, los compro, y si no, pues nada. El único requisito es que estén en buen estado de conservación, otra cosa es un nombre en un libro, que se borra o se tapa; incluso se arranca la hoja si no afecta al contenido”.
En un tiempo en el que se consume a golpe de clic a un ritmo frenético, en este establecimiento se recomienda la visita reposada. Porque descubrir joyas requiere cierta calma. Y joyas hay: una edición de lujo de la primera historia de Almería, el facsímil ‘Vida de San Indalecio, y Almería ilustrada en su antigüedad, origen y grandeza’ de Pascual y Orbaneja y un original de ‘Canción tonta en el sur’ de Celia Viñas, valorado en unos 150 euros. “El primero pertenece a la primera tirada bibliófila de cien ejemplares que se hizo (el original es del siglo XVIII) y el segundo, de 1948, se reeditó en una edición-homenaje, pero no es lo mismo”, apunta.
Cuenta también con primeras ediciones de San Agustín y del duque de Rivas que sólo por el tacto de su encuadernación transportan a otro tiempo. “El libro antiguo [publicado hasta 1900] es interesante siempre y diferente al libro viejo [publicado a partir de esa fecha], estamos hablando de ejemplares que te pueden costar un dineral”, señala Sánchez.
Y recuerda hasta con cierto orgullo la venta del original en el que el explorador Roald Amundsen narraba su expedición al Polo Sur y de un ejemplar de un periódico norteamericano del día siguiente al hundimiento del Titanic.
Novedades
“Las novedades interesan pero los ‘bestsellers’ son armas de doble filo: abundan, así que en segunda mano no alcanzan ningún valor y encima pasan de moda. Dickens, Shakespeare y Dostoyevski siempre se van a leer”, reflexiona. Y es lo mínimo que puede concedérsele tras 19 años en la calle González Garbín y dos y medio en Pablo Iglesias.
El precio de venta al público depende del estado de conservación, editorial, autor. “Cuesta lo que esté dispuesto a pagar el coleccionista”, sentencia. Porque su clientela es fiel y su perfil de comprador, variado -incluso estudiantes que van a comprar clásicos como ‘El Lazarillo de Tormes’ a 2 ó 3 euros- aunque el principal es sin duda el coleccionista.
Al igual que los temas locales y el cómic, la novela popular cuenta con sección propia en Disco-Libro y, además de poderse comprar, se intercambia alcanzando índices de rotación que ya gustaría a algunos periódicos.
El ritual de oír música
‘Desire’ de Bob Dylan, ‘Smiley Smile’ de los Beach Boys, el primer disco de The Doors o cualquiera de David Bowie figuran entre los vinilos más valiosos de Disco-Libro después del repunte que ha experimentado el formato.
“Las ventas van bien, pero el secreto de esto es mantenerse. No sé si el repunte del vinilo será una moda pasajera, pero es como si la gente estuviera cansada de tener toda la música en el móvil y volviese a desear ponerse a escuchar música, que no es lo que se hace ahora, sino el ritual completo, incluso tenerte que levantar a darle la vuelta al disco”, reflexiona Alejandro Sánchez.
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