Las Alcubillas Bajas es una aldea abandonada perteneciente al término municipal de Alboloduy. Hay dos núcleos de población separados entre sí aproximadamente 1 Km, Las Alcubillas Altas, que a día de hoy sí tiene población constante, y las Bajas. Para acceder de una a otra se sigue usando hoy en día, como antaño, la Rambla de las Alcubillas de la que luego parte un camino ascendente hacia la derecha que nos deja en el centro del pueblo. Curiosamente, estos dos núcleos hermanos, aunque con los típicos piques entre alúas y grajos, tienen la particularidad de pertenecer a términos municipales distintos, que además dividen Las Alcubillas Altas en dos: La parte situada al este de la rambla pertenece a Gérgal, mientras la parte oeste a Alboloduy. Las Alcubillas Bajas está completamente integrada en este último.
Se tiene constancia por primera vez de Las Alcubillas - sin distinción- en el libro de apeo de Alboloduy (1573) en el que se nombra una pequeñísima población conocida como La Cabaha que coincidiría con el emplazamiento de las Alcubillas Altas. Sin embargo la etimología del nombre del pueblo proviene del árabe ““alkúba”, diminutivo de “alcobba”, que significa “bóveda pequeña” o “bovedilla”, que podría hacer referencia a algún aljibe existente en las inmediaciones, y que la población por tanto podría ser de origen musulmán. En el s. XIX, concretamente en 1860, había más habitantes en las Alcubillas Bajas (44 casas) que en las Altas (29). A finales de este siglo, con la llegada del ferrocarril llegarían también nuevos tiempos de progreso al pueblo, debido a los empleos generados y la mejora de las comunicaciones.
Las Alcubillas Bajas siempre fue un pueblo que vivía de la agricultura y la ganadería, con cultivos de secano como el trigo y la cebada, olivos, una almazara, muchas cabezas de ganado ovino y caprino, e incluso hubo explotaciones de caballos y vacas que gracias al tren disfrutaron de un gran impulso, porque a veces hacía paradas frente a la población para cargar vagones de ganado. Lo que fue un idilio entre los habitantes de Las Alcubillas Bajas y el ferrocarril, se truncó el 15 de noviembre de 1945, cuando uno de los mayores accidentes ferroviarios de la historia de España, despertó trágicamente de aquel sueño (literalmente) a sus habitantes.
A las 00:50h se dio vía libre desde la estación de Gérgal al tren correo nº 1802 que iba hacia Almería en sentido descendente, con aproximadamente 300 personas en su interior. En la misma vía el tren de mercancías nº 6831, llamado popularmente “el uvero”, subía hacia Gérgal cargado con 16 vagones. Ambos trenes se encontraron a las 00:56h en la amplia curva que describe la vía justo en frente de Las Alcubillas Bajas. El impacto fue tan violento que las locomotoras de vapor quedaron empotradas entre sí, los furgones de ambos trenes desaparecieron literalmente, y los dos últimos coches de pasajeros se levantaron hasta rozar los cables de la catenaria, lo que desató un auténtico infierno: las chispas ocasionaron un incendio que destinó a sus ocupantes a morir electrocutados, o pasto de las llamas.
Los habitantes del pueblo al oír el enorme estruendo que produjo el accidente, acudieron a socorrer a los heridos. En una heroica actuación, se jugaron la vida al desenganchar el coche-correo del resto del convoy, salvando a los funcionarios de correos de una muerte segura. También llevaron mantas, café y aguardiente para los supervivientes. A día de hoy no se sabe con seguridad el número de muertos que hubo en aquel choque. Las cifras oficiales dadas por el régimen franquista hablaban de 41 muertos, una cantidad a todas luces inexacta puesto que sólo en los 2 vagones electrocutados viajaban unas 200 personas. También hay que tener en cuenta que hubo cuerpos que no pudieron identificarse y restos humanos prácticamente volatilizados, que hoy descansan en una fosa común en el cementerio de las Alcubillas Altas, sin siquiera una lápida que la identifique, ya que la que se colocó ha desaparecido.
A los vecinos el trágico suceso les proporcionó trabajo en los días posteriores, ya que algunos fueron
contratados para limpiar la vía. Para algunas personas aquel fue su primer trabajo con 16 años, que consistía la desagradable tarea de retirar con una pala la chatarra, y también restos humanos calcinados que se introducían en una gran caja de madera. Se tardó más de 3 meses en retirar todos los restos del accidente. Se cuenta que RENFE ofreció trabajo a los habitantes de Las Alcubillas Bajas por su valiente comportamiento aquel día, aunque muchos declinaron la oferta. El pueblo quedó completamente abandonado en los 90 cuando el último habitante (Antonio el cojo) murió, y hoy algunas de sus casas sirven de corrales para cabras y ovejas, aunque en el interior de otras aún se ven restos de aperos, ropa, calzado y muebles, mientras las ruinas los van cubriendo lentamente.
Fuentes: Antonio Carreño, Juan López Soria (DEP), Revista El Ferrocarril Digital nº3.
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