Fischer, el eterno

Medio centenar de almerienses se aproximan al legendario personaje que edificó Villa Cecilia

H. F. Fischer hijo con su mujer Inga Gundel, unos amigos y el niño Cito, padre de Peter Fischer, hacia 1921. Imagen de Peter Fischer.
H. F. Fischer hijo con su mujer Inga Gundel, unos amigos y el niño Cito, padre de Peter Fischer, hacia 1921. Imagen de Peter Fischer.
Manuel León
07:00 • 15 jun. 2018

Muy pocos personajes, muy pocos edificios son capaces de conciliar en Almería tanta capacidad de atracción, tanto influjo, como Fischer y su Cortijo, varado aún allí donde la vista se pierde. Hace justo cien años que este gran comerciante danés cerró los ojos aquejado de arteriosclerosis reposando en un butacón de esa villa sublime al comienzo de la Rambla. 



Para conmemorar la fecha redonda de ese óbito, el Instituto de Estudios Almerienses organizó el pasado miércoles una jornada en ese mismo palacete burgués que fue su morada. Ahora, esa majestuosa mansión es la sede del Instituto Andaluz de la Mujer, donde los técnicos que allí laboran prestan auxilio a mujeres víctimas del maltrato, en ese marco desde donde aún se avistan esos jardines casi babilónicos que el gran Hermann Friedrich  Fischer Drew creó un siglo atrás.



Durante la actividad, medio centenar de almerienses conocieron detalles de este arrojado exportador de uvas, a través de la conferencia impartida por el historiador Alfonso Ruiz, su principal biógrafo. 



A ello siguió una visita guiada por las estancias de este imponente edificio construido en 1910 por un arquitecto desconocido (quizá López Rull, según Ruiz), con el trabajo del maestro de obras Antonio Quesada Gallurt, y rehabilitado en 2012 bajo proyecto de Ramón de Torres.



La actividad contó con la participación de Peter Lennard Fischer Wilkinson, bisnieto del patriarca a quien se aprovechó para rendir un homenaje por su vinculación familiar con la ciudad.



Durante la visita guiada por Alfonso Ruiz y por Francisca Serrano, coordinadora del Instituto Andaluz de la Mujer, los participantes pudieron deleitarse con los matices que se han conservado del principal palacio burgués de la ciudad, llamado consecutivamente ‘Villa Cecilia’, ‘Casa Fischer’ y ‘Cortijo del Gobernador’: capiteles con el rostro de la esposa amada, lucernarios coloridos, suelos hidráulicos, escaleras de caracol, cenefas modernistas y columnas jónicas.



La vida y obra de este comerciante danés, de este empresario frutero, de este cónsul de siete países, que vivió 40 años en Almería, está llena de incógnitas y misterios que ni sus propios descendientes han podido desentrañar hasta ahora. 



Lo que sí fue Fischer, porque así quedó recogido por distintos testimonios escritos, es uno de los grandes exportadores de la Almería uvera, un arriesgado capitalista que abrió nuevas rutas comerciales para la grape de Ohanes, fletando sus propios barcos, y un gran patricio que colaboró en nobles causas filantrópicas en la provincia que lo acogió. Aunque los Fischer tenían su residencia en la ciudad danesa (hoy alemana) de Lübek, el pequeño Hermann había nacido circunstancialmente en la ciudad alemana de Swisttal, en la región de Renania del norte, en 1848.  En 1872 pidió emancipación y herencia a su padre y llegó a Málaga con su hermano Alejandro que murió unos años más tarde y fue nombrado cónsul de Dinamarca y consecutivamente también de Rusia, Italia, Alemania y Francia por sus conocimientos de idiomas.


En Málaga vendía madera y exportaba productos del país como el aceite de oliva y acudía con frecuencia a Almería a comprar uva a los productores locales. Vio que en esta plaza, más virgen que la malagueña para el comercio, se le podían abrir nuevas oportunidades. En 1875 hizo los bártulos y se trasladó con la familia a la marinera Almería. 


Se quedó viudo en 1883 al fallecer su mujer Cecilie Winslow, el amor de su vida, con solo 28 años dejándole viudo y con dos hijos, Hermann y Willians. 27 años después no la había olvidado: compró 14 hectáreas para poner uva en los confines de Almería y construyó su palacete consagrado como un cenotafio a su añorada Cecile. Después otra mujer, Inga Gúndel, que llegó como ama de llaves y se casó con el hijo mayor tuvo un papel fundamentar en su mantenimiento.


Con los años todo ese imperio de exportación que fue fraguando el patriarca, se vino abajo en los turbulentos años la Guerra Civil. En 1945, sus herederos vendieron la casa al Estado, pero su espíritu legendario aún flota en la ciudad donde se enriqueció, disfrutó y sufrió y donde están enterrados sus huesos.



Temas relacionados

para ti

en destaque