“Hubo un tiempo en que no quería ser gitano, sentía que era despectivo”

Maduro, inteligente, comprometido, Andrés Amador es un joven universitario que desmonta tópicos

Andrés Amador Fernández, en la redacción de LA VOZ minutos después de la entrevista.
Andrés Amador Fernández, en la redacción de LA VOZ minutos después de la entrevista. La Voz
Marta Rodríguez
20:29 • 25 jun. 2018

Estudia Educación Social en la Universidad de Almería con unas notas brillantes. Es intérprete de lengua de signos. Lector voraz, toca la guitarra y compone letras de Carnaval. A pesar de su juventud, Andrés Amador Fernández (Almería, 1994) se ha desvelado como activista por los derechos de su comunidad. Participó en el Amanecer en la Alcazaba junto a la profesora Araceli Cañadas.






En el Amanecer en la Alcazaba habló de la situación de la mujer gitana junto a la profesora de la Universidad de Alcalá Araceli Cañadas, ¿cuál es?



La mujer gitana se enfrenta a una triple discriminación: la violencia machista, la cultural -se le aplican valores adulterados que no son gitanos como que es sumisa, que vive al cuidado de la casa y de los hijos, y que no tiene más ambición que las faenas domésticas- y la estructural; aquella que existe en los medios de comunicación que proyectan a una mujer con el moño y la bata de casa y a un hombre no cualificado que se dedica al artisteo.



Cuando nos repiten una cosa una y otra vez, al final nos la creemos y la tomamos como parte de nuestra identidad y no hay ninguna lucha, porque sentimos que es inútil, que la batalla está perdida. La mujer gitana quiere gritar basta y dejar de ser invisible. Y quien consigue ser visible considera que ha tenido suerte, pero no es suerte, es lucha. Nuestra función es visibilizar esa lucha.



El movimiento feminista vio a la mujer gitana como algo periférico. Si ya los movimientos que tratan de empoderar a la mujer están poniendo una etiqueta, de qué manera podemos luchar.  



Cuando se pregunta por la comunidad gitana y no se reproducen más que estereotipos, ¿qué piensa?



Tenemos paciencia para temas como la tauromaquia, pero no para un colectivo que lleva aquí desde el siglo XV. Han borrado nuestros pasos por la historia, pero tenemos mucha hambre de hablar y de luchar. Hemos sufrido un frío histórico.


La profesora Araceli Cañadas encarna a esa mujer que desmonta tópicos.

Al igual que Araceli es filóloga y profesora de universidad y yo estudio Trabajo Social en la UAL y soy intérprete de lengua de signos, hay multitud de gitanos, es una comunidad heterogénea. ¿Por qué hay que quedarse con ese gitano que se dedica al artisteo, es soez,  tiene mal comportamiento e infunde respeto a través de su corporeidad? Es lo que no queremos. Hay muchísimos gitanos con muchas identidades. La de Araceli es legítima y la de mi vecina sin formación académica, también. Araceli representa que esa lucha es factible.


¿Hay lucha en la comunidad gitana almeriense?

Si la hay, yo no he visto ninguna reivindicación, lo que no significa que no lo piensen. Pienso que no se están dando las herramientas o la oportunidad de ver referentes. Yo nunca tuve un referente gitano en Almería hasta que nos visitó Araceli aquí hace unos días. A la mujer gitana le falta un detonante. Y una vinculación mayor entre el colectivo gitano y no gitano, un conocimiento de los recursos del entorno, apoyo institucional y saber sus derechos. 


Usted puede ser un referente para niños y jóvenes de una comunidad con poco acceso a estudios superiores y alto índice de absentismo.

Los datos están ahí y me erizan la piel. Más que referente, yo quisiera que viesen en mí que se puede. He tenido suerte, mi familia siempre ha dado valor a lo académico. Soy el primero de ella que accede a la universidad aunque todos han terminado Bachillerato mínimo y algunos tienen ciclos de grado medio y superior. Mi padre es especialista en maquinaria industrial en un almacén agrícola y, los veranos desde los 16 años, se dedicaba a abrirme los ojos de lo que era el trabajo no cualificado: me llevaba con él y me ponía en los peores turnos día tras día. Al final salí pensando que iba a estudiar lo que hiciera falta. En Reyes no pedía juguetes, pedía libros; me gusta leer historia, filosofía, pero sobre todo historia gitana. 


Mis amigos -la mayoría son personas no gitanas- me dicen que no soy gitano porque visto bien, voy a la universidad, soy ateo y no me gusta el flamenco. Yo contesto que todo son estereotipos. Y con los gitanos muchas veces tampoco me siento uno más. Estoy en un limbo. 


¿Siempre ha estado orgulloso de ser gitano?

Antes agradecía sentirme diferente. Hubo un tiempo en que no quería ser gitano, sobre todo de pequeño porque sientes que es algo despectivo de lo que no te puedes despojar: no puedes borrar la tez morena, los apellidos del DNI, los rasgos gitanos. Buscaba la palmadita, diferenciarme. Pero siendo adolescente, empecé a empaparme de nuestra historia, a involucrarme con personas de mi entorno y descubrí que ser gitano mola. Es tener una identidad que, a día de hoy, muchos no tienen y que pesa. Nos han torturado, nos han machacado, la sociedad ha estado en nuestra contra, no nos juzgan por nuestras acciones. Es una lucha constante, unos zapatos que te impiden caminar a veces. Pero esa lucha me ha definido como persona. 


¿Qué significa para usted ser gitano?

Algo tan profundo no puede tener una respuesta superficial. La mejor respuesta sería que es una comunidad heterogénea que tiene una identidad y una lucha por delante con una historia increíble y con una cultura y valores que se deben respetar. 


¿Quiere dedicarse al activismo en defensa de la comunidad gitana?

Mi idea con Educación Social es que no sea el fin, sino el principio. Estoy en segundo, pero me he matriculado también de tercero para compaginar la carrera con Derecho, hacer el máster y mi doctorado. Cuantos más recursos tenga, mejor. Y sí, quiero dedicarme al movimiento asociativo gitano. Pero quiero que sea un proyecto que vaya más allá:  deseo unificar a los grupos vulnerables, visibilizar a los gitanos, generar movimientos asociativos, tejer redes, crear un discurso diferente, hacer ver que lo social es importante. 


¿Qué le diría a quien acusa a la comunidad gitana de automarginarse?

Le preguntaría: ¿no hay discriminación cuando salgo de fiesta a las Cuatro Calles con una indumentaria parecida a la de un compañero no gitano y él entra al sitio y yo no? ¿O cuando te explican las cosas con paternalismo? Si no me reconoces eso… También rechazo la discriminación positiva, por supuesto.


¿Qué opina de la corriente de racismo que se está viviendo en el mundo?

Siempre he pensado que si el poder se pudiese quitar a los colectivos vulnerables, lo haría. Solamente tienes que irte a determinadas zonas de Almería donde hay chabolas y nadie hace nada. A nosotros  nos querían exterminar hace no tanto. No me sorprenden esas actitudes. 


Se avecina un importante aniversario para su comunidad.

Sí, 2.000 años de La India. Hay muchas personas que quieren ir a La India para redibujar los pasos de nuestra historia y ver cuál fue el hilo conductor, qué vino después de La India. Hemos sido un pueblo nómada que se ha movido por el mundo. 


¿Cómo ve la situación de los gitanos de Almería?

Veo que hace falta desintegrar los barrios periféricos, que al gitano de Pescadería le den la oportunidad de vivir en el centro. Echo de menos un movimiento asociativo, hemos caído en el conformismo. Tenemos que salir a la calle y deconstruir todo, pensar en un futuro bonito juntos. 


Temas relacionados

para ti

en destaque