“Hay chavales en Hamburgo que ponen ‘cassettes’ con mi música en sus fiestas”

Uno de los tópicos más utilizados sobre la música dice que es el lenguaje más universal que existe. En el caso de Raúl Lloriz, la música ha sido el vehículo para proyectar su propio idioma desde que empezó a tocar la batería a los nueve años. Criado en un ambiente familiar en el que el ritmo y el sonido estaban muy presentes -su padre toca la guitarra, un tío suyo es bajista y otro canta-, el vínculo de este almeriense con la música le han llevado a actuar como dj de música electrónica en el Sónar barcelonés, uno de los festivales -si no el que más- de mayor prestigio de España.

Prestigio
El Sónar es uno de esos acontecimientos obligatorios en las agendas de los expertos en las artes visuales y musicales. Nacido en 1994, el festival recoge cada año las tendencias más vanguardistas de la música electrónica experimental, siendo una referencia para los programadores culturales de salas, discotecas, eventos y festivales de todo el planeta. La oportunidad de tocar aquí ha sido para Lloriz, tal y como él mismo afirma, una bendición artística. "El Sónar es un sueño para cualquier chaval que haga música, es algo así como la Champions o el Mundial para un futbolista", asegura. 

Evolución
Un premio a la originalidad de este artista, reconvertido de batería de un grupo aficionado al heavy metal  a 'beatmaker' -o productor de ritmos de 'hip hop'-  antes de dar el salto como productor de música experimental. El amplio abanico de géneros musicales que Lloriz, que crea sus ritmos bajo el seudónimo Absolute Terror, ha tocado en su vida ha marcado su sonido hasta el punto de que podría decirse que su música tiene sello de autor. En su canal de Soundcloud hay un reguero de admiradores de 'lo que hace' procedentes de varias zonas del mundo, hasta el punto de que "unos promotores de Hamburgo han llegado a editar cassettes con mi música para pincharla en sus fiestas y frikadas del estilo”.

La anécdota no deja de ser tal, pero muestra hasta el punto que se ha convertido en una referencia musical a nivel internacional. Las revistas especializadas catalogan su música como ‘phonk’, un subgénero del hip hop electrónico caracterizado por un sonido frío y oscuro, pero él huye de etiquetas. "No quiero que se me encasille como un dj de hip-hop, me interesa más una descripción más amplia; por ejemplo, artista de música electrónica experimental". La influencia del ‘hip-hop’ en su música es sin embargo destacada. De hecho, Raúl ha producido ritmos a Dellafuente o Pimp Flaco, unos de los artistas más destacados de la música trap en España.

Futuro
La producción musical para otros artistas es una de las formas en las que Lloriz obtiene dinero a cambio de su trabajo. Una recompensa escueta, como la que recibe a través de las plataformas digitales -Soundcloud- en las que tiene su música. “A día de hoy, estoy lejos de vivir de la música”, reconoce. 

“La realidad es que la situación en España es complicada: recibimos poca ayuda de los cantantes, que son los que de verdad ganan dinero en España -unos pocos, no todos-. Entre los productores tenemos buena sintonía, pero no hay mercado ni industria. Lo que hacemos es, valga la expresión, por amor al arte”. Sin embargo, el artista almeriense no pierde la esperanza de dedicarse algún día de forma exclusiva a su pasión: “creo que hay cosas que están cambiando poco a poco en España e intuyo que el cambio definitivo puede no estar demasiado lejos. Este año no he parado de trabajar en proyectos con distintos artistas, he  tocado en muchísimas salas de toda España y mi intención es seguir trabajando en mi música”. 

Pero, por el momento, a ojos de Hacienda sigue siendo técnico de sonido.  Además de con la música, Lloriz se dedica a la producción de sonido con fines audiovisuales. Fruto de este trabajo, ha producido anuncios para empresas como Vodafone o Pepsi. Otra de sus facetas profesionales, también vinculada al arte y la creatividad, que no empaña su principal objetivo. “Si puedo ganarme la vida con la música de forma exclusiva, dejaría todo lo demás”. ¿Será el Sónar su punto de inflexión?