“No hay quinto malo ni quintada aburrida”. La tauromaquia no está en su mejor momento. Los quintos dejaron de existir al desaparecer la mili. Sin embargo, siguen con éxito las fiestas de las quintadas y las corridas de toros. Ambas se impregnan del significado esotérico del número cinco: el símbolo de la fortuna, de la magia, de la aventura, de la libertad.
Si a los atributos del número cinco añadimos constancia, fe y perseverancia, ya tenemos los calificativos que han envuelto y catapultado a aquel proyecto romántico, casi imposible que tenían en mente Rubén Gutiérrez y Marisa Asensio (Farasha Producciones), hace poco más de cinco años, el Festival Flamenco 340.
La clausura y, consolidación sin duda alguna, fue el pasado sábado 25 de agosto. A pesar de la feria de Almería, no cabía un alfiler de punta en Rodalquilar, rincón del Parque Natural del Cabo de Gata donde se lleva a cabo desde hace un lustro el 340.
La hora de inicio debía ser a las diez de la noche. Desde las nueve y media había una cola importante. El cartel señalaba artistas de alto voltaje más otros sorpresa. Lo que no señaló el cartel son los pequeños imprevistos que retrasaron el inicio del Festival 340 una hora más tarde de lo anunciado. Quizá fueran los electroduendes, celosos de los djinnes que acompañaban a Jorge Pardo, broche final de la quinta edición del 340, quizá fuera la última luna llena del verano de 2018.
Tal y como estaba anunciado, se proyectó el emotivo documental Club de Reyes, de Andrea Barrionuevo, un paseo por la excelsa trayectoria del colegio mayor San Juan Evangelista, conocido popularmente como “el Johnny”, cuyo gestor cultural durante más de cuarenta y cinco años ha sido el almeriense insigne Alejandro Reyes, punto de inflexión cultural que llevó el flamenco a la universidad y a los intelectuales a los tablaos.
Inmediatamente después del documental, sin más pausa que la de recoger el proyector (afortunadamente los electroduendes y sus estropicios marcharon a otros espacios), subieron al escenario una nueva formación con mucha enjundia, Flamenco 3x2. El cuadro, encabezado por el baile rico en florituras de Mayte Beltrán, y la guitarra ancestral de David Delgado ‘El Fraguero’, lo forman artistas locales bien potentes y buenos conocedores de este arte proclamado patrimonio inmaterial de la humanidad. La figura de Enrique Morente estuvo presente en el espectáculo de los 3x2. Empezaron con ‘La Estrella’ por tangos, con el baile flexible y gestual de la Beltrán. Cabe destacar también la original intro que se marcaron por alegrías regodeándose en el cante sefardí ‘La Tarara’. Una hora y veinte de flamenco especialmente visual.
Y en apenas unos minutos, se cambia el background. Salen unos jóvenes músicos jazzeros. Un trío con teclado, contrabajo y percusión. Calientan con su primer tema jazzístico. Son observados y registrados por muchos ojos mecánicos: las cámaras de cine, las de fotos, y las de teléfonos móviles del público. Jorge Pardo anda enredado preparando un documental, ‘Trance’, con importante presencia de la música en vivo. Y así, sin hacer ruido, como por arte de magia aparece el djinn de los vientos: Jorge Pardo con su travesera. Interpretó varios solos de trabajos anteriores con un brío que dejó boquiabierto al respetable. Cuando el público le animó a tocar también el saxo, el músico madrileño dijo que ya había tenido su momento mágico tocándole a la luna llena desde su salida hasta encumbrase en el cielo.
Y en el tercer tema, aparece uno de los dos músicos secretos. El otro ya estaba en el escenario, capitaneando los teclados desde un lúcido anonimato. El Niño Josele, guitarra en mano sube al escenario. El público se derrama en gritos de sorpresa y ovación a compás. Empieza el gran show. Y así, por alegrías de Cádiz, las que le cantaba Camarón a La Perla, la flauta se convierte en voz. Por Chick Corea, que ya interpretaron el pianista y Paco de Lucía hace más de tres décadas, ‘Touchstone’ se reencarnó en flamenco, flamenco jazz con una complicidad extraordinaria entre el padre, Niño Josele, el hijo, José Heredia, y el djinn de los vientos, Jorge Pardo, amén de Johny Cortés extraordinario en la percu y el soberbio contrabajista. Guiños constantes en forma de perlas musicales a pasodobles, rumbas (‘Te estoy amando locamenti’, ‘Entre dos aguas’), en un empaste musical inaudito y brillante. En una destreza inusitada. Hubo muchos momentos en los que condijeron al público a espacios mentales impensables.
Si en la primera parte, con los Flamenco 3x2 estaba presente la figura de Enrique Morente, en la segunda, con Jorge Pardo y los Heredia era Paco de Lucía. Detrás de ese concierto ha habido miles de horas de ensayo para gozo del público asistente. Bendita sea la nacional 340, que une Almería y Madrid y bendito sea el Festival Flamenco 340, que une Rodalquilar y el Parnaso.
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