En medio de la guerra de España perdieron la vida cientos de miles de españoles y extranjeros venidos de muchos países para combatir a lo largo y ancho de nuestra piel de toro. Aquellos casi tres años de violencia, sinrazón y sangre generaron un duro coste a un país, una sociedad y una nación que se vio postrada durante un largo y oscuro período de tiempo.
La sociedad que vivió aquel trágico acontecimiento quedó minada, ultrajada y silenciada durante cuatro décadas de ausencia de libertades, de ausencia de democracia, de ausencia de existir. Lo que vino tras la guerra postergó el desarrollo del país y sería tras la muerte del dictador cuando los aires de cambio, progreso y modernidad se aposentaron en esta tierra llamada España.
Esperanza
Si miramos atrás en el tiempo, la República supuso un momento de esperanza e ilusión en los estratos más bajos de la sociedad toda vez que la larga agonía del Antiguo Régimen en España aún seguía perfectamente ligada a un país agrícola, rural y de campesinos. Los caciques, terratenientes y las oligarquías locales campaban a sus anchas por sus demarcaciones territoriales.
La confluencia entre las reformas emprendidas por la República, y la larga tradición castrense española consolidada por la guerra de África, derivó en una larga y trágica contienda fratricida que fragmentó a España en dos mitades irreconciliables. Irreconciliables porque tras la guerra hubo vencedores y vencidos, víctimas y verdugos, gente que vivió mejor y gente que vivió humillada el resto de sus días aletargada en un largo silencio establecido por la censura de la libertad de expresión. Hablo de la generación del silencio.
Irreconciliables también porque tras el paso del tiempo, hoy, 80 años después de la Batalla del Ebro, cierto sector de nuestro país sigue obcecado en querer defender lo indefendible, en contraposición a avanzar para cerrar definitivamente aquellas heridas que aún quedan pendientes en la piel de familiares y amigos de cientos de miles de víctimas que por desgracia, siguen esperando su historia, su memoria, su dignidad.
En este contexto, la figura de Franco está copando el debate político actual en tanto en cuanto el gobierno ha aprobado la exhumación de los restos del dictador al tiempo que un sector reaccionario de la sociedad enarbola el eslogan ‘El Valle no se toca’, niegan taxativamente el derecho a cerrar las heridas a todos los seres queridos de aquellas víctimas que desaparecieron de la faz de la tierra para siempre.
Cuando las heridas se curen se podrán pasar las páginas para mirar al futuro con ilusión y esperanza. Esto pasa por consensuar políticamente la dignidad de las víctimas del momento más trágico de nuestra historia reciente. Citando a Lorca: “Tristes, tristes, tristes guerras, tristes, tristes, tristes armas, tristes, tristes, tristes hombres”.
Será entonces cuando definitivamente la guerra de España haya terminado, cuando las pupilas de los presentes y los ausentes vuelvan a encontrar su dignidad a descansar en paz. Entonces sí podremos pasar la página tras terminar de leerla.
Didáctica en las aulas
Las nuevas generaciones deben mirar a su pasado reciente por trágico y convulso que sea, son acontecimientos de nuestra historia que nos enseñan a caminar hacia un futuro con sentido común, responsabilidad y sobre todo con libertades y valores democráticos.
Abogo por la didáctica de la guerra civil en las aulas de secundaria y bachillerato desde diversas perspectivas metodológicas, sin centrar el proceso educativo en adoctrinamiento ideológico desligándolo por completo del debate político pero sí enriqueciendo el conocimiento de nuestro pasado reciente por nuestros jóvenes. A través del estudio y motivación del alumnado conseguiremos salvar esas duras barreras que muchos se empeñan en estigmatizarlas como si de temas tabúes se tratase.
Hablar sin miedo
La guerra civil hay que analizarla con naturalidad como cualquier otro acontecimiento, el culto a los monumentos en honor a regímenes antidemocráticos no deben formar parte de nuestra sociedad democrática, tenemos mucho por hacer, por avanzar y aportar para construir un futuro donde se hable de la guerra civil sin miedo, sin ir a la defensiva, sin etiquetar a buenos o malos, a vencedores o a vencidos. Cuando ese momento llegue podremos decir que hemos superado el estigma de aquella incivil guerra de España.
Miraremos entonces desde el respeto y el entendimiento mutuo y plural aquellos acontecimientos que transcurrieron por desgracia en medio de la guerra de España.
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