La periodista Ruth Becerro (Béjar, 1974) vino a parar a Almería para ejercer su oficio. 18 años después, esta es su casa: aquí ha formado una familia y aquí ha cumplido el sueño de cantar, lo que la ha ayudado a vencer sus miedos.
Llegó a Almería para cubrir los sucesos de El Ejido del año 2000 y ya nunca se marchó. ¿Qué ocurrió?
Llegué a Almería hace 18 años. Me llamaron para trabajar en un radio terrorífica cuando los sucesos del El Ejido, estuve un mes y decidí no volver. Como había hecho algún contacto, me avisaron de que estaban buscando a gente para el ‘Diario de Andalucía’, mandé el currículum por fax, me contrataron y regresé. Aquello era mortal, pero había muy buen ambiente: la precariedad une, compartes la miseria. Siempre digo que yo en Almería caí de pie. Llegué por motivos profesionales y me quedé por motivos personales. Estoy muy agradecida, solo me he encontrado cosas buenas.
Después de encadenar distintos contratos, se hizo autónoma hasta que la crisis se lo llevó todo por delante. ¿Cómo le afectó?
Después de Europa Press y Plataforma Publicidad, empecé a trabajar como autónoma para ‘El Club de las Ideas’ de Canal Sur 2, ese canal maravilloso que se cargó la crisis. Lo compaginé con colaboraciones hasta que estalló todo y yo fui cada vez más en precario. He llegado a trabajar gratis, desde el típico favor a amigo hasta un programa en Candil Radio fantástico si no fuera porque lo hacía gratis. Continué hasta que me di cuenta de que flaco favor me hacía a mí y a otros periodistas.
¿Qué le enganchó de Almería?
Encontré a personas que me mostraron sus caras más bonitas . Soy súper disfrutona y me llevaban a las playas y a comer pescaíto. Me habría encantado irme a Brasil, liarme la manta a la cabeza, pero con un hijo en el mundo tampoco es fácil. No podía soportar más la crisis metida aquí, se me agotaban las opciones. Era imposible trabajar de forma digna. No trabajaré gratis nunca más, prefiero hacer otras cosas; de hecho, he sido teleoperadora, asesora comercial, asesora de formación y asistente de fotografía.
¿Cómo surgió su gusto por la música brasileña?
Gracias a un amigo músico que toca bossa nova. Cuando escuchaba esas canciones, me fascinaban. Fue como un veneno que se me inoculó, lo que me llevó a ponerme a investigar. Siempre he cantado en la ducha y en círculos reducidos, pero entonces hice como una investigación espontánea. Parece que he hecho un máster no reglado en música brasileña. Hasta me he preocupado de aprender el portugués de Brasil.
¿Y cuándo sintió la necesidad de cantar?
Cuando nació mi hijo. Los hijos te abren, te brindan la oportunidad de hacer lo que llevas dentro. Y ahí entró Clasijazz y su coro gospel. Me apunté sin conocer a nadie, entonces estaba en el Quinto Pino y fue increíble. Noemí Pérez Segura, con esa voz y amor infinito, hizo que se precipitara la necesidad de cantar. Empecé a ir a las ‘jam’ con muchísima timidez, no comprendía las armonías, pero aquello me atraía mucho. Me fui metiendo y llegó un ‘Especial cantantes’ en el que me atreví con un clásico de la bossa. Ese rodaje fue generando el deseo de cantar, pensaba: ‘Cómo molaría tener un grupo, pero eso es para otros’. Y ese ha sido el error de mi vida porque me ha autolimitado. Ahora digo: ‘Si la vida me empuja, tengo que salir’.
Un buen día recibí una llamada de alguien que me dijo que un músico, Alberto Bonilla, estaba buscando a gente para formar un grupo. Y de ahí surgió Más que Bossa, el tránsito hasta Fome de Ritmo. Aquello me abrió los ojos de lo que era la música. De pronto me vi en el escenario teniendo que demostrar todo y eso me pegó una sacudida personal increíble. La música ha sido la gran transición de mi vida, me ha dado la vuelta, me ha puesto boca abajo. Hay quien dice que cantar es una limpieza del alma y sí, pero ¿y todos los demonios que saca?
¿Y Fome de Ritmo, su proyecto actual?
Cuando Más que Bossa se agotó, empecé a juntarme con Liborio López y formamos un nuevo grupo. Con el tiempo, él me hizo ver que es mi proyecto personal, sobre la música que a mí me gusta hacer. También suelo contar con otros músicos.
¿Qué papel juega Clasijazz en la cultura almeriense?
Pablo Mazuecos, su alma máter, es el entusiasmo hecho persona, alguien que está haciendo mucho por la cultura y la música y que va a conseguir todo lo que se proponga. Dentro de muchos años, cuando aparezca en los anales de la historia, podremos decir que lo conocimos y, en mi caso, diré que trabajé con él.
Pablo Mazuecos se deja la piel por conseguir que el jazz llegue a todos los rincones de la provincia y es algo que todavía está pendiente. Como nos dijo la cantante granadina Celia Mur en un curso que vino a impartir, el jazz es tan popular como otras músicas. Nos decía: ‘Georgia on my mind’ de Ray Charles en el fondo es ‘Mi Huelva tiene una ría’. (Risas).
Hace unos meses denunció a través de un artículo una situación de acoso que sufrió por parte del conocido periodista Tico Medina. ¿Qué ‘feedback’ recibió?
La Asociación de la Prensa me apoyó a tope. Quise contarlo para sacar esa cosa amarga que se me quedó entonces. Recibí un ‘feedback’ muy bueno de mujeres, periodistas y no periodistas, e incluso de hombres. No se trata de poner en cuestión su profesionalidad, pero a veces detrás hay actitudes muy machistas. Él no tuvo la mínima sensibilidad o intención de empatizar, vio un trozo de carne a pesar de que era una colega de oficio. El feminismo verdadero ni es radical ni va contra el hombre ni entra en cuestiones oscuras. Hace falta una deconstrucción, una reeducación.
Como madre de un niño trans, es la delegada en Almería de Chrysallis. ¿Cuál es su experiencia personal?
No voy proclamándolo, pero estoy tan metida que tengo esa perspectiva de género que tan necesaria es. Lo llevo con absoluta naturalidad, es una muestra más de la diversidad humana. Mi hijo tiene doce años, ahora pasa al instituto, y no es duropor él, que está muy bien, es por lo que encuentras en la sociedad. Lo que me duele es esa gente que no lo entiende y que tampoco quiere informarse, eso me cabrea.
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