Bien entrada la noche –y es de noviembre y fría- / alguien llama a la puerta entornada del sueño: / ¿quién será a estas horas?, y ¿qué oscura noticia habrá de darte / que no pueda aguardar al pie de la mañana? / …
LA NOCHE era una copa de vino tinto. Atrás quedaba el último bar y las primeras horas de la madrugada. Los discípulos del insomnio escoltaban a Luis Cernuda camino del hotel. Luis abrazaba a una muchacha, susurraba algunos versos a su oído. El resto de sonámbulos ofrecían el suyo para hurtar aquella melodía al gran maestro. El vapor etílico de la sombra era un charco de alegría y regocijo. Un mar estanco de agosto en la playa de Baeza, la barca de la Historia balanceando a Luis y a la muchacha, balanceando a Luis y a los remeros. Las sirenas del deber entonando el tic tac de la vida. La cera en los oídos de Luis. Luis Cernuda desembocado en aquel poeta malagueño que debía llegar a la orilla de la cama para seguir navegando al día siguiente por la cima del Tiempo. Yo, Ángel González, ebrio alumno, observador curioso de esa estampa, transmutado en el poeta que les habla bogando por el mar indiviso de la eternidad.
HOY nos acompañará en las Dulces Tardes Poéticas el autor malagueño que compartió su poética y poesía a la mañana siguiente en la Universidad de Baeza. El que habló de Cernuda. El que sueña despierto. El poeta en el que desembocó la Quimera: José Antonio Mesa Toré. José Antonio, poeta Santa Paula #30, firma la plaquette que hoy recuerda de nuevo a José Ángel Valente a través del pastelillo que da nombre al librito, aquel pastelillo de luz que el poeta gallego degustaba en el antiguo establecimiento de La Dulce Alianza.
Nota biográfica
José Antonio Mesa Toré (Málaga, 1963) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga, en la que fue profesor durante siete años. Desde 2011 es director del Centro Cultural Generación del 27, dependiente de la Diputación de Málaga. Formó parte del equipo editor de la revista Litoral durante casi tres décadas. Fue director de la revista Puente de Plata y lo es de El Maquinista de la Generación. Asimismo, dirige las colecciones poéticas Las entregas de Elena, La lámpara verde, El castillo del inglés, Cazador de nubes y La cama de Minerva. En 1991 publicó Manuel Altolaguirre: Ensayo bibliográfico con el Centro Cultural Generación del 27, para el que también ha editado, como comisario de tres exposiciones, los catálogos Luis Cernuda: Málaga, ciudad del deseo, Picasso y la poesía, Darío y Manuel Carmona: De lo vivido a lo soñado, la antología El 27: una generación deportiva y el cuaderno Manuel Altolaguirre: Sobre la poesía. Es autor de los libros de poemas En viento y en agua huidiza (1985), El amigo imaginario (1991, Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos I), Tierra calma y La alegre militancia (Antologías de su obra, 1995 y 1996), La primavera nórdica (1998, Beca de ayuda a la creación del Ministerio de Cultura) y Exceso de buen tiempo (2017, Premio Internacional de poesía Ciudad de Melilla). En 2005, publicó una edición del libro La flor de California, de José María Hinojosa. En noviembre de 2006 fue comisario, junto a Lorenzo Saval, de la exposición Litoral, travesía de una revista (1926-2006). Con Jesús Aguado y Aurora Luque, publicó en 2011 la antología Y habré vivido. Poesía andaluza contemporánea.
Poética
Soñó con ser Cernuda. Si nos fijamos en la obra poética publicada por José Antonio Mesa Toré nos daremos cuenta que estamos ante un escritor lento (cuatro libros en 30 años), un autor que ha de madurar forzosamente sus poemas porque el día a día lo pasa entretenido en otras tareas que al cabo visten su independencia financiera. “Lo más importante que me ha pasado en la vida es la poesía y con ella no te comes ni una rosca”, comenta irónicamente Mesa Toré.
Se adscribe nuestro autor a la estética de la llamada ‘Poesía de la experiencia’ con un discurso en el que el personaje poético tiene mucho que ver con él pero que se diluye en la ficción de la literatura y se confunde en la aparente sencillez de los significantes. Un autor dispuesto a correr el riesgo de lo biográfico con el matiz cómplice de la invención. Así es el hombre, una verdad consumada con mentiras, así debe ser la poesía.
Tiene Mesa Toré un gusto exquisito por la técnica. Demuestra un gran conocimiento del endecasílabo del que se sirve para untar pacientemente sus versos de una musicalidad embriagadora. Con distintos recursos estilísticos y formas expresivas, esa melodía acompaña al poema y ayuda a comprender la intimidad de las palabras, la luz de un lenguaje dulce, exquisito, suculento.
Quiero recuperar las palabras de Jesús Aguado correspondientes a una reseña sobre el último libro de nuestro autor, Exceso de buen tiempo, porque ilustran a mi parecer toda su obra: “Mesa Toré se para a hacerle preguntas a su vida (...) Preguntas valientes y serenas. Preguntas mesuradas y hondas. Preguntas que abren heridas pero no sangrantes. Preguntas esperanzadas y lúcidas. Preguntas, además, que nunca elevan el tono (no hay lamentos, gritos ni reclamaciones) porque no lo necesitan.”
Soñó con ser Cernuda. “(Cada poeta / es un río que en otro desemboca, / y así juntos navegan por encima del Tiempo / hacia un mar indiviso cuya voz, si plural, es una, y es eterna)”.
… Y acaso en este instante / sienta un escalofrío porque nota la mano del poeta / apretando la suya, y así juntos navegan por el mar misterioso de la noche, / volcando en el papel sus voces al unísono / como única materia perdurable en el tristísimo vivir humano. // A oscuras en tu cuarto, / si fuera sueño o no, tú no puedes saberlo.
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