Un ejemplar de un periódico de hace mes y medio en una oficina de Correos de Ibi, en Alicante, desencadenó esta primavera un milagro que acaba de derivar en el reencuentro de una familia. Se trata de los Sola. Oriundos de Oria. Sin apenas contacto desde que Cristóbal, republicano exiliado en Francia, falleció en el año 66. El diario era LA VOZ y el artículo lo firmaba el investigador Juan Francisco Colomina.
En la edición del 24 de febrero, este periódico rescataba la historia de Cristóbal Sola, un almeriense que marchó a Francia en 1939 tras combatir en favor de la República y que nunca regresó a su pueblo, Oria. “La historia de uno de tantos exiliados, víctima de una Europa en llamas”, sostenía en el texto Colomina.
Esa investigación era fruto de una visita: Deborah, la nieta de Cristóbal, había viajado el otoño anterior a Almería en un intento de “reconstruir el recorrido de su abuelo por España”. Al visitar el Archivo Histórico Provincial, su directora, Marisa Andrés, lo tuvo claro: debía contactar con una de las personas que más ha estudiado a los almerienses condenados al exilio: Colomina.
Realizado el contacto y publicado el caso -después de recabar los datos pertinentes-, el periódico en papel llegó a las manos de un trabajador de Correos de Ibi que, al ver el apellido, recordó que un paisano buscaba a los descendientes de un hermano de su padre que se llamaba Ramón Sola.
“Nos pasaron una doble página pegada con celo. Había cosas que no nos cuadraban por desconocimiento, pero mi padre insistía en que la foto de ese hombre había estado en su casa”, explica Antonio Sola, nieto de Ramón.
Ahí entró en juego Facebook. Tras localizar a Colomina, el investigador confirmó lo que en Ibi ya mascullaban: Cristóbal y Ramón eran hermanos y, por tanto, Deborah y su padre, Robert, descendientes del primero, y Antonio padre e hijo, descendientes del segundo, eran familia.
“Nací en Oria y hasta los nueve años viví allí, entonces nos trasladamos a Ibi. Sé que a mi padre lo llamaron para la guerra, estuvo en la reserva. Con su hermano no volvió a verse, se separaron en el 36, cuando empezó la guerra. Se intercambiaban cartas y fotografías y cuando en el 66 Cristóbal ya podía volver a España porque le daban la absoluta, nos avisaron de que enfermó y murió”, apunta Antonio Sola.
Historia repetida
Desde que aquel diario pasado llegó a las manos indicadas y el milagro se obró, la historia se ha repetido. Robert, hijo de Cristóbal, se enteró de que las familias se habían reencontrado, pero no pudo hacer el ansiado viaje al sur. Falleció.
El pasado septiembre, Deborah cogió un tren a Alicante. Tras conocer a su familia de Ibi, todos pusieron rumbo a Oria. “Hemos ido a ver la casa familiar, que está casi en la ruina”, lamenta Antonio.
“Nos hemos encontrado a una vecina en la iglesia y no nos terminaba de ubicar hasta que le hemos dicho el apodo de la familia, Los Lisos, y ha atado cabos”, cuenta.
Pese al sabor agridulce de los encuentros imposibles entre Cristóbal y Ramón, en los 60, y entre Antonio y Robert, ahora, la de los Sola es una historia con final feliz. “Es la primera vez que saco a la luz una historia que acaba bien aunque advertí a Deborah de que no tuviera esperanza”, dice Colomina. “Pero la tenía, mi padre me dio una familia”, expresa ella.
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