Bajo su batuta se logrado abordar con eficacia uno de los caballos de batalla del patrimonio en el siglo XXI, llegar a la gente. Las claves: dar contexto, conectar con los espacios de origen y hablar a los jóvenes en un idioma que ellos también dominen. Ahora, el Museo de Almería lucha por ser ese “ágora”, centro de la sociedad y la cultura.
María Isabel ‘Beba’ Pérez (Almuñécar, 1978) llegó a Almería siguiendo a su corazón, que luego se quedó prendado de una tierra que defiende con pasión. Se ha convertido en una de las caras visibles de la difusión del patrimonio y la historia de una provincia con un potencial “único” que aún está por explotar.
¿Cómo llegas a la dirección del Museo?
Recalé en el Museo en el año 2013, en el apartado de comunicación y difusión, poco antes de que llegara el anterior director, Arturo del Pino. Formábamos un gran equipo humano y, tras su marcha en 2017, se planteó que el proyecto iba por buen camino y tenía que continuar.
¿Por dónde va esa línea continuista?
Desde la propia concepción del Museo siempre se ha diferenciado de otros en que se ha querido siempre que sea de todos los almerienses. Arturo y yo hemos intentado acentuar esa apuesta por la comunicación y abrirlo.
Destaca la labor de dinamización que realizáis.
La gestión de los museos y el patrimonio en el siglo XXI no se puede llevar de otra manera. El Museo que conocíamos antiguamente, ese de acumulación de piezas, debe de acabar. Tenemos que estar abiertos a la gente. Si bien es cierto que las funciones son conservar, investigar y difundir pero, teniendo esas bases sólidas, hay que hacer hincapié en divulgar y ser relevantes en la sociedad.
¿Se propuso Beba Pérez tener un sello propio como directora?
Desde el principio tenía claro que debíamos de conectar lo que aquí hacíamos con el territorio. Desde los yacimientos de origen de las colecciones, a su comunidad y al barrio. Y creo que ahí todavía nos queda trabajo por hacer. Realizamos programas de acción cultural muy importantes y tenemos que actividades que van en la línea de conocer el patrimonio de toda la provincia. Empezando por el barrio de Altamira hasta llegar a toda la ciudad para la que, por desgracia, aún somos todavía unos desconocidos.
¿Y cómo se consigue ese acercamiento?
Con la exposición ‘Dioses, tumbas y gentes. Baria, ciudad fenicia y romana’, comenzamos un buen camino. Hemos conseguido que una colección que viene de unos yacimientos punteros en arqueología, y sus investigaciones más recientes, lleguen a la ciudadanía. Tenemos que realizar más este tipo de muestras.
¿Valora el almeriense esa riqueza histórica?
Lo primero para poder valorarlo es conocerlo. Quizás ahí nos falta mucho todavía, tanto a las administraciones públicas como a los investigadores. Se ama y se defiende lo que se conoce; se respeta y se lucha por ello. Falta que la gente conozca más el rico patrimonio que tenemos. Almería es una provincia única: te vas a los Filabres y encuentras despoblados medievales y arquitectura defensiva maravillosa, o a Vélez Blanco, donde visitar Cueva Ambrosio puede resultar una experiencia casi mística. Tenemos mucho por hacer ahí.
¿Cuáles son los retos pendientes?
Es muy importante conectar con la Universidad. Con ‘Baria’, logramos dar ese primer paso que nos puso en sintonía con la comunidad científica almeriense que debe continuar porque tenemos unos fondos impresionantes que hay que investigar y, para ello, queremos contar con esos profesionales. Otro es el plan educativo, en el que trabajamos desde hace mucho y por fin se ha plasmado este curso: el futuro de la conservación del patrimonio es la educación y el Museo tenía que formar parte de ello. Hemos creado una programación que va desde infantil hasta la Universidad. Por último, la renovación de los almacenes. Lo que todo el mundo ve es sólo la punta del iceberg, pero guardamos más de 85.000 piezas que debemos investigar y difundir con rigor, lo que supone un esfuerzo titánico para nuestro equipo.
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