David García es almeriense y presume de patria chica siempre que puede desde ese epicentro nacional que es Madrid. Desde allí, García pone su importante granito de arena para que la revista cultural Yorokobu siga navegando hacia el éxito. Sin ir más lejos, el último número en papel de este referente editorial ha llegado a su número 100. Tras alcanzar el centenario, García y el resto del equipo de Yorokobu (en el que está la también almeriense Mar Abad) trabajan en cambios para los próximos.
¿Qué da más vértigo? ¿El primer número o llegar al 100?
Un primer número. Cuando empezamos en 2009, acababa de estallar la crisis y todos los agoreros decían que qué hacíamos montando una revista de papel. Encontramos el modelo al crear un producto que no se hacía y para un nicho determinado. Una vez que llegas al número 100, el vértigo se te ha pasado porque ves que es algo que ha funcionado.
En la portada del número 100 de Yorokobu hacéis referencia a vuestra propia metamorfósis. ¿Qué cambios vienen?
En estos 9 años hemos ido dejando atrás las cosas que menos nos gustaban o las que menos han funcionado.
Ahora tenemos miedo de dirigirnos a un público que se está haciendo mayor. Queremos intentar mantener al público más joven y captarlos para que lean prensa en papel, que vean que hay un mundo que no está en las pantallas.
Queremos rejuvenecer los contenidos, cambiar los enfoques, quitarnos un poco la rémora de ser un revista de diseño y convertirla en una revista que sea un catálogo de ideas; ser un agente que radiografía y cartografía las ideas que van a cambiar el mundo, dejar de mirar al pasado y las cosas bonitas que se han hecho y ver cómo va a cambiar el mundo. Pivotar un poco la mirada hacia lo que va a ocurrir.
Yorokobu es un proyecto eminentemente almeriense...
Hay un alto porcentaje, sí. Mar Abad, que es fundadora, es almeriense. Yo entré dos meses después y soy socio y también soy de aquí. Juanjo, el otro director, no es almeriense, pero estuvo tres años trabajando en La Voz de Almería y viene todos los años. Y Marcus Hurst dice que se quiere nacionalizar y desayuna en el Kiosco Amalia. Tenemos buen tiempo, precios baratos y todas las condiciones para que la gente venga a montar empresas aquí si estuviera medianamente bien comunicado. Se disfruta de una calidad de vida brutal.
¿Qué pasó para que se juntara tanto talento de una misma ciudad?
ECasi todos nos conocíamos de antes. Sobre todo Mar Abad y yo, que somos primos hermanos. El núcleo viene de una revista de marketing que se llamaba Brand Life. Juanjo y Mar se conocían de hace muchos años y a mi me llamaron porque yo llevaba mucho tiempo siendo bloguero, sabiendo algo de programación… Era la pieza que faltaba para un proyecto muy verde, con pocos recursos.
Fue una especie de tormenta perfecta, gente cercana que se conocía de otros proyectos que hicimos un núcleo de siete personas.
¿Cómo se ve Almería desde Madrid en lo cultural?
Muchas veces la gente aquí cree cosas como la capitalidad gastronómica tienen un amplio alcance fuera de estas fronteras. A mi me gustaría que alguien de Almería me dijera cuáles han sido las anteriores capitalidades gastronómicas…
El esfuerzo no debería ir tanto por apuntarse a ese tipo de hitos que vale, sí, son un empujón para dirigir políticas hacia ciertas direcciones, sino en tener algún tipo de estrategia más a largo plazo y por goteo.
No es tan fácil que alguien, desde Madrid, mire hacia Almería para ver qué está pasando. Salvo que seas almeriense, claro.
Yo tengo la sensación de que hay mucha gente haciendo cosas muy interesantes y con muy poco apoyo o con poco apoyo por parte de las instituciones, que deberían apoyar un poco más ese tejido ‘underground’ que existe. Creo que hay mucho talento y que muchas veces se ve obligado a irse fuera porque aquí no encuentra cómo sacarlo.
Sois un medio pionero en España: no tenéis redacción fisica. ¿Es difícil eso del teletrabajo como norma?
Fue una decisión totalmente consciente: queríamos trabajar en casa porque ese reducido equipo que comenzamos creíamos que trabajaríamos mejor en casa. Además, siendo pocos es fácil coordinarse aunque se trabaje de forma remota.
Y no hemos cambiado, no hemos buscado una redacción. Lo que pasa es que al crecer, crecen también las dificultades. Es más difícil comunicarse, por ejemplo.
Pero sabiendo que hay ventajas e inconvenientes e intentando salvar los obstáculos, no cambiaríamos esto por nada. Nos trae la mayor ventaja: la de poder trabajar donde queremos, la de poder venir a Almería a trabajar 3 o 4 meses al año, y poder hacer una revista como Yorokobu desde Almería en verano no hay dinero que te lo pueda pagar.
Si tuvieras que explicarle a alguien poco habitual en internet qué es Yorokobu, ¿cómo intentarías contarlo?
Lo he hecho muchas veces, pero lo que quiero contar es cómo va a ser a partir de este número 100. El otro día nos reunimos para hablar sobre lo que queremos ser y comentábamos que Yorokobu tenía que ser una revista que hablara de gente, creación y creatividad.
Tus artículos han sido analizados ya en algún libro sobre géneros periodísticos. ¿Te da respeto o te provoca risa floja?
No sé en base a qué criterio alguien decide coger un artículo mío y no el de una periodista multipremiada como Mar Abad. Da la satisfacción de que alguien te lee, eso sí.
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