Abraham Gragera: celebración

Hay en las piedras de este paisaje amarillento / estrellas que cayeron cuando tú no existías / aún. Las estoy viendo brillar, enrojecidas / por el sol del ocaso, muy lejos de tus ojos. // Estrellas que pesaban mucho más que la noche. / Fragmentos de constelaciones que no tuvieron / nombre y que reúno fugazmente en mi memoria, / como una gota de agua derramada en la arena,...

Como cada mañana, esperaban la llegada de la barca que hacía el trayecto hasta la otra orilla. Sus edades eran muy variadas. Normalmente, había muchas más personas con la cara curtida por el tiempo, éstas solían ganar por goleada a los niños y al resto de adultos. Los tristes siempre eran mayoría y ganaban la batalla a los soñadores. Cada vez era más numeroso el grupo de jóvenes urbanitas. Algunos se presentaban de una pieza en el embarcadero y otros arrastraban por la arena sus músculos, tendones y huesos quebrados. Aquella mañana arribó una cabeza sin cuerpo bajo el brazo de un niño vestido del Atleti. Era tierna la estampa del pequeño futbolista acariciando su peludo balón. El retraso de la barcaza era ya de cuatro horas y los viajeros comenzaban a impacientarse. La situación era inhumana. No había derecho a una espera tan larga con tanto anciano y enfermo hacinado en la mínima ribera… No podían imaginar en ese instante que el pequeño ferry nunca volvería a atracar en esa orilla, jamás surcaría nuevamente las aguas verdiazules de la laguna: la muerte había muerto.

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HOY nos acompañará en las Dulces Tardes Poéticas el poeta que hizo oposición al desengaño, el poeta que oposita al presente, el que sabe que callar es poco hospitalario: Abraham Gragera, poeta Santa Paula #33. Abraham firma la plaquette que hoy recuerda de nuevo a José Ángel Valente a través del pastelillo que da nombre al librito, aquel pastelillo de luz que el poeta gallego degustaba en el antiguo establecimiento de La Dulce Alianza.

Biografía

ABRAHAM GRAGERA nació en Madrid, en 1973. Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca. Ha cursado, además, estudios de psicología, filología y humanidades. Ha sido incluido en numerosas antologías de poesía española contemporánea.

Ha publicado los libros de poesía Adiós a la época de los grandes caracteres (Pre-Textos, 2005), El tiempo menos solo (Pre-Textos, 2012), Premio El Ojo Crítico de RNE, 2013, y O Futuro (Pre-Textos, 2017), Premio Mejor Libro de Poesía 2017 concedido por el Gremio de Libreros de Madrid y Premio de la Crítica de Madrid 2018.

Ha traducido, individualmente y en colaboración, a Louise Glück, W.S. Merwin, Pascal Quignard y S. J. Lec, entre otros.

Dirigió, junto a Juan Carlos Reche, la revista de poesía Años diez.

En la actualidad dirige, junto a la coreógrafa y bailarina Luz Arcas, la compañía de danza contemporánea La Phármaco.

Poética

ESTAMOS ante un poeta minucioso, un poeta que permite al tiempo untar con pátina dorada la construcción de sus versos. El descanso, la paciencia, el vasallaje con el que aborda su relación con la poesía le hace pagar el tributo de la escasa producción pero le devuelve la Palabra (me atrevo a decir con mayúsculas) desnuda y merecida: tres poemarios en 12 años. Son suficientes.

No ha cambiado sustancialmente su discurso desde el primer “Adiós a la época de los grandes caracteres”, pasando por “El tiempo menos solo”, hasta “O futuro” que es su último poemario publicado, “creo que lo que estoy construyendo es una obra humanista preocupada en los avatares de la condición humana en tiempos del desgaste del lenguaje y de la tiranía de los eslóganes”, cuenta este poeta que concibe el lenguaje como un espacio de intimidad, donde el mundo y el ser humano conversan porque no quieren vivir en la ignorancia mutua.

No juega este extremeño nacido en Madrid a tener un estilo determinado, una voz propia y rígida que teledirija su poesía. Le preocupa más que su versos hablen del verdadero sentido de las cosas, sin dogmatismos, sin eufemismos, sin manipulaciones, “no escribiría poesía si no intuyese que el lenguaje, de algún modo, conserva un resto de su capacidad para acoger el mundo, para encarnarlo, físicamente; si no creyera que el deber de la metáfora es devolverle a la realidad el sitio que le corresponde, despojarla de los dogmas y resúmenes derivados del uso (manoseo interesado) del lenguaje: recordarle que no es otra cosa que nuestra interpretación de la naturaleza”, dice Gragera. La poesía da sentido al mundo cuando el mundo pierde su sentido. 

Aunque tiene claras sus referencias poéticas (T.S. Eliot, Auden, Neruda, Blas de Otero y Miguel Hernández, entre otros) evita ser epígono de ellas, lo que le confiere una independencia a veces angustiosa pero siempre comprometida y celebratoria, una poesía sin trucos que ensaya posibilidades y que aborda la realidad desde el mismo lenguaje.

“Creo que un poeta tiene que atreverse a que su voz sea experiencia humana, porque si no, caducará rápidamente. Me interesa poder captar las inquietudes del mundo en el que vivo y que mi experiencia esté ahí”, concluye Abraham.

Estamos, en definitiva, ante un autor que cree que la poesía es útil aunque para hacer cierta esta esta suposición haya que cambiar el mismo concepto de utilidad.

Permitidme finalizar estas breves notas sobre la poética de Abraham, diciendo que me gusta pensar, como él, que un verso bueno siempre sobrevive a las purgas y que encuentra su sitio aunque sea en otro poema.

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Y una sola piedra le daría sentido a un mundo / que ya te estará amando sin saberlo, un mundo / erguido frente al centro y frente al caos. / Si no estoy a tu lado cuando el sol se anuncie // recorre sus caminos sin temor, descalza. / Si he perdido mi tiempo en los alrededores, / la voz en cada obstáculo que piso / lo he hecho únicamente para evitar que caigas.