José Sacristán ha vivido como actor 60 de sus 81 años. Según el American Film Institute, es el único español entre los veinte mejores intérpretes del mundo. Hombre de su tiempo, no se pone de perfil a la hora de pronunciarse sobre nada. El próximo 8 de febrero llenará de verdad el escenario del Auditorio Maestro Padilla de Almería con ‘Mujer de rojo sobre fondo gris’.
‘Mujer de rojo sobre fondo gris’ es una emocionante declaración de amor. ¿Nos hemos vuelto demasiado egoístas para querer así?
No me atrevería a decir si hemos cambiado en nuestras relaciones de afecto, la grandeza y la miseria del ser humano son las mismas desde la época de los neardentales. Lo que ocurre es que hay ciertas singularidades en esto de la vida a propósito de a quién le pasan estas cosas de los sentimientos: cuando le ocurren a un hombre como Miguel Delibes y él va lo cuenta, al margen del valor humano, tiene el interés añadido de su condición de gran escritor.
Vuelve a Delibes tras interpretar ‘La guerras de nuestros antepasados’ en 1989 y dice que bien podría significar la culminación de una aventura. ¿Piensa en retirarse?
Tengo serias dudas de que después de la aventura de ‘Mujer de rojo sobre fondo gris’, que concluirá pasado 2020, yo pueda tener entusiasmo y ganas para meterme en otro trabajo de teatro. Barajo, al menos, la posibilidad de considerarlo.
¿Está Delibes lo suficientemente reconocido?
Nunca es suficiente puesto que a mí me gustaría que se le leyera más, y lo de leer no es una afición que nos caracterice a los españoles. Pero yo creo que sí tiene el reconocimiento público. Las adaptaciones de sus libros han tenido la respuesta tanto en el comentario crítico como en la asistencia a las salas.
¿Cómo ha sido la conexión emocional con el personaje en este monólogo con poso autobiográfico?
Se produce una paradoja: este Nicolás es Delibes y, sin embargo, fue Miguel el que quiso llamarse Nicolás. Como actor, me hago cargo de un pintor al que le pasan cosas sabiendo conscientemente que estoy hablando del sentimiento de alguien a quien conocí, admiré y quise mucho. Es un regalo y un privilegio no solo disfrutar como actor que hace un papel con esta riqueza y matices, también el homenaje añadido a la memoria de mi amigo Miguel Delibes.
En el proyecto del Teatro Español ‘Home, el Español con las refugiadas’ trabajó con Paco Bezerra, dramaturgo almeriense. ¿Cómo fue?
Fue estupendo, una gozada. Su planteamiento sobre el problema de los emigrantes fue muy original. Paco está haciendo cosas formidables.
¿Tiene el artista la obligación de posicionarse?
Obligación moral, allá cada uno. Cuando me preguntan sobre un tema, yo respondo sea actor, fontanero, médico o locutor de radio.
¿Qué queda del Podemos que hizo que los jóvenes creyesen en la política?
Están mal, es evidente. El socavón es profundo. Yo debo manifestar mi posicionamiento próximo a las ideas de Íñigo Errejón, me parece el más sensato.
¿Qué posición debería adoptar España con respecto a Venezuela?
La actitud perfecta es la del Gobierno. Estas prisas de la derecha ya se dieron con Aznar. Aquí se habla mucho del dolor del pueblo venezolano, pero lo que está en juego es el petróleo, no seamos cínicos. Y no tengo la menor simpatía por Maduro, que me parece un hombre esperpéntico.
No tiene móvil ni redes y, aún así, ¿se puede vivir con tanto ruido?
Shakespeare hablaba del ruido y la furia, pero el problema son el ruido y la prisa; ambas se producen a una escala poco humana. Son dos accidentes con los que me manejo francamente mal. No tengo móvil porque lo maneja mi mujer e Internet, igual. Si no, tendría que claudicar.
El presidente del Gobierno se ha referido a Camus como “el viejo poeta argelino”. Experto en literatura no, pero al menos informarse, ¿no?
Viejo no, murió jovencísimo en un accidente. Y hay un aliento poético en su obra, pero poeta no era. Le faltarían datos, nadie es perfecto.
Viene de una humilde familia de La Mancha, su padre no quería que se dedicara a la interpretación. ¿Cómo vivió sus logros?
Lo vivió bien, lo que pasa es que el Venancio siempre pensó, con toda la razón del mundo, que entre hacer películas y arar la tierra era más noble lo segundo. Se fue a la tumba con este convencimiento. Aunque el hombre celebró que el imbécil de su hijo se saliese con la suya. Él y mi madre, la Nati, pero ella se fue demasiado pronto.
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