Suele ocurrir: aquel que ya está cerca de la muerte, viene a acordarse más que nunca del principio. Charles Foster Kane se acordaba, mientras agonizaba en la ficción, de Rosebud, su trineo infantil; el uruguayo Juan Carlos Onetti, contaban sus necrológicas, tuvo un rapto de lucidez, cuando, postrado en la cama, uno de sus últimos días en este mundo, describió con precisión de alquimista, cómo eran las calles de barro del Montevideo en el que creció. Así le ocurrió a Francisco Villaespesa en los últimos años de su diápora, cuando rellenó sus versos más lauajareños, más almerienses, con la tinta roja de una pluma que ya sostenía con mano temblorosa.
Eran unos versos que, dejaban atrás perlas y alcázares, sultanas y virreyes, para narrar el vuelo de una cometa, para describir el aroma de las cerezas alpujarreñas, para hablarnos de cómo era el patio de su casa primera.
Ahora, esas estrofas que permanecían inéditas por los antojos del destino, están a punto de ver por primera vez la luz en la misma provincia que las inspiró.
La Virgen del Mar. Cancionero almeriense, fue escrito por el vate, previsiblemente en los últimos años de su existencia, cuando las enfermedades le habían asediado y le habían dejado un poso amargo, cuando buscaba en los recuerdos de su juventud, el almibar que ese presente lúgubre, ya vuelto de sus días americanos, le negaba. Este inédito Cancionero, que será presentado esta misma semana en la Universidad de Almería y en la sede de Unicaja en el Paseo, viene avalado por el fértil trabajo de José Heras en la recuperación de autores almerienses con un prólogo y estudio preliminar salido de su propia pluma.
Se trata esta obra postrera del primero de los poetas provinciales de un proyecto coral para poner en marcha la Biblioteca de Autores almerienses, que responde a una iniciativa de un grupo de trabajo de la Universidad de Almería.
La iniciativa -como rememora el propio Heras- no es nueva, ya fue iniciada por otros autores y editores como Cuenca Benet, Antonio Ledesma, el propio Villaespesa o José María Artero. Su finalidad es contribuir a la recuperación del patrimonio cultural almeriense, “rescatándolo del ominoso panteón del olvido”.
Es Villaespesa, sin duda, uno de los autores cuya obra va siendo liberada, piano, piano, del limbo del desconocimiento y del olvido.
Tras la publicación de este trabajo inédito del más universal de los escritores urcitanos, la colección proseguirá con obras de Carmen de Burgos, José Durbán Orozco, Antonio Ledesma, José Jesús García, Francisco Aquino, José María Alvarez de Sotomayor, Dolores Enciso, Antonio Cano Cervantes, Enrique Sierra, Miguel Salmerón o Manuel Siles.
Las publicaciones será enriquecidas con recreaciones artísticas de destacados pintores y dibujantes, como en el caso de este primer volumen se ha contado con ilustraciones de la pintora Carmen Pinteño.
De toda la prolífica obra villaspesiana, este cancionero que se presenta mañana miércoles en la UAL, no parece comparable en calidad literaria a las más celebradas obras del poeta laujareño, pero, seguro, que se encuentra entre los poemarios que destilan mayor sentimiento almeriense.
Villaespesa, hijo de juez y huérfano de madre, había salido de su pueblo con ocho años y es aquí, en esas hojas que aún no han visto la luz e los lectores, donde el autor evoca con mayor profundidad los recuerdos de esa época tan remota.
Probablemente pudieron ser ungidas estas estrofas cuando Villaespesa estaba en Brasil, entre 1929 y 1931, antes de su vuelta definitiva a España: páginas que albergan imágenes escritas de la noche de Reyes, del borriquillo moruno de su infancia.
Se sirve de formas poéticas populares y recursos métricos básicos prevaleciendo el verso octosílabo –sin rima- y la estrofa de cuatro versos dotados de un eufónico ritmo, por lo general yámbico, y una perfecta distribución del acento.
Recuerda el poeta desde espacios líricos abiertos (Almería, Sierra Nevada –el Mulhacén y el Veleta-, Las Alpujarras, Laujar, Dalías, Berja y Adra, etc) a su propia casa familiar rememorando con nostalgia las tareas agrícolas o mineras, los sabrosos frutos del campo (cerezas y azofaifas) y los melódicos trinos del ruiseñor.
Canta sus amores infantiles (Ángela, Agustina, Marta, Frasquita, Carmen, Consuelo y Araceli), los sentimientos religiosos (La Virgen del Mar y la de la Salud) y la imborrable y dolorida memoria de su madre muerta, los momentos de su lejana infancia vividos en frondosas arboledas o a orillas del cristalino Andarax, el añorado mar almeriense, el dulce sonido de la guitarra. Y aparecen también el mar místico, el nido entre las zarzas de sus campos primeros, los cantares mineros, los ruiseñores y las palomas.
Un tratamiento especial reciben los personajes legendarios Aben Humeya y Moraima así como las ocho provincias andaluzas, precioso canto con el que concluye este poemario cargado de arte y simbolismo.
El manuscrito extraviado
El manuscrito de Villaespesa que ahora sale a la luz está precedido de cierta dosis de misterio: a su llegada a Almería, a bordo del buque Argentina, en agosto de 1931, extravió las cuartillas y, desde entonces, nada se supo de ellas, hasta su adquisición por un bibliófilo almeriense que los donó al Ayuntamiento. También se carece de datos cronológicos indicadores de la fecha exacta en la que estos versos, los más almerienses del vate, fueron compuestos, ni del orden de colocación de cada uno de los poemas. Todo indica que no fueron escritos de forma muy continuada, sino a borbotones de nostalgia, hasta su llegada de nuevo a su tierra, cuando fue recibido por sus amigos y por las autoridades locales y fue agasajado con un homenaje en el Parque.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/5/vivir/166457/sale-manana-a-la-luz-la-obra-mas-almeriense-del-poeta-villaespesa
Temas relacionados
-
Universidad de Almería
-
Literatura
-
Bibliotecas
-
Patrimonio
-
Dalías
-
Arte
-
Berja
-
Adra
-
Minería
-
Salud
-
Virgen del Mar
-
Gente