Juan Francisco Viruega escribe y dirige cine y teatro. En su mirada pesan sus conocimientos de arquitecto y una tendencia a lo poético cimentada en su amor al séptimo arte y la literatura. Es su primera entrevista desde que abandonó la dirección del Almería Western Film Festival, certamen que ha sabido renovar acercándolo a la vanguardia del género.
¿Por qué deja el Almería Western Film Festival (AWFF)?
Creo que conviene detectar el momento de cerrar ciclos y necesito dedicarme a mi carrera cinematográfica y teatral.
¿Ha podido desarrollar su proyecto?
Sí, me llevo la libertad y la confianza del ayuntamiento de Tabernas y el tesón del equipo con el que he trabajado para arriesgar en la programación. Y luego también la respuesta del público. Tenía claro que quería darle un espacio a la renovación del género. Nuestro pasado cinematográfico es muy rico, pero eso no podía definir la identidad del festival. Y como es el único de género western en Europa, teníamos que hacer hueco a los nuevos lenguajes.
¿Se ha sentido arropado?
Me he sentido arropado por la gente que considero profesional a nivel cinematográfico, también por los aficionados y por el público de Tabernas. Sí es cierto que no he percibido la cinefilia que esperaba, pero ni en Tabernas ni en el Festival Internacional de Cine de Almería (Fical). También hay algún caso de individuos que no considero profesionales y que han criticado algunas acciones, lo cual es razonable. Lo que no me parece constructivo es vociferarlo tras la falsa armadura de las redes sociales.
¿Hay pique entre Fical, CineJoven y el AWFF?
Mentiría si dijera que no. La naturaleza de cada festival es distinta, pero creo que desde Diputación, que es el único organismo común a los tres eventos, no han confeccionado un entramado para incrementar la cinefilia y responder a las inquietudes del público almeriense. Siguen funcionando como departamentos estancos, no se abrazan ni se tienden puentes.
Siempre le obsesionó el crimen de Gádor, ¿en qué fase está ese proyecto?
Siempre me ha atraído. A todos los niños nos metían miedo con el hombre del saco y enterarme de que era un suceso real ocurrido a pocos kilómetros de donde crecí fue determinante. Pero me encontré con que la gente no quería hablar. Hace un par de años, hablando con la productora Cristina Serena, empezamos a investigar de nuevo, a hacer entrevistas y descubrimientos en torno a la huella de ese infanticio. El documental, que estamos rodando en este momento, no se centra en el crimen en sí, es un estudio sociológico sobre las consecuencias.
¿Queda algo de su mirada de arquitecto?
Sí, de hecho lo que más me gusta de dirigir cine, además de los actores, es la planificación del encuadre. La arquitectura te da una visión espacial y fotográfica. Siempre me ha encantado la historia del arte y la iconografía: amueblar de significado cada una de las imágenes que construyo.
¿Cuál es su localización favorita de Almería?
La dunas oolíticas de Los Escullos. Cuando ves ese paisaje volcánico que la erosión del viento y del mar han transformado, se produce algo sensorial y emocional.
¿Qué filme lo salvó?
‘Cinema Paradiso’. Es la película que me hizo entender que había algo detrás del cine. Pensaba que era una historia de amor al cine y, al ver el montaje del director, descubrí una gran historia de amor con el cine como telón de fondo.
Manuel Martín Cuenca es el eterno nominado. ¿Se penaliza el cine de autor?
‘Caníbal’ era la mejor película de su año, tiene un lenguaje europeo muy superior a los títulos que ganaron. Pero la Academia premia lo convencional; una prueba es que las películas más interesantes de 2018 apenas han tenido nominaciones: ‘Petra’, ‘Las distancias’ o ‘La enfermedad del domingo’.
¿Qué libro llevaría a la pantalla?
Ya se han adaptado ‘A sangre fría’ y ‘Mientras agonizo’, así que optaría por ‘El guardián entre el centeno’ de Salinger. Me parece complicadísimo.
¿Cómo explica el olvido de figuras como el dramaturgo y novelista Agustín Gómez Arcos?
Se debe a 40 años de dictadura, la enseñanza estuvo muy condicionada por la censura de intelectuales que no aparecían ni en los libros de texto.
¿Qué haría con el Cortijo del Fraile?
Una plataforma de creación tipo Matadero en Madrid.Por su ubicación aislada, sería maravilloso para hacer residencias artísticas. Y tiene dependencias para sala de ensayos, exposiciones, lecturas.
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