Alejandro Marín representa a una nueva hornada de carnavaleros que vive con pasión una fiesta que ha pasado por mejores momentos pero que, gracias a su trabajo y amor, reverdece laureles poco a poco en una ciudad que no se identifica demasiado con aquello de las comparsas y las murgas. Diez años en la calle y sobre los escenarios ven ahora cómo uno de descanso sirve para tomar aire, fuerza y perspectiva con el fin de inocular aires renovados a un Carnaval que, año tras año, lucha por hacerse hueco en el corazón de los almerienses.
¿Qué es para ti el Carnaval?
Actualmente, y más en la ciudad que estamos, es un altavoz muy bueno para un pueblo dormido y que no aprovechamos como deberíamos. Tenemos una oportunidad de decirle lo que pensamos a políticos y a esa gente que, por su posición, está protegida. Nosotros tenemos la libertad de decir lo que queramos, no nos censura nadie.
¿Se dice más en el Apolo o en la calle?
Los grupos saben que necesitan del concurso, a nivel económico, para salir a la calle. Por eso no pueden malgastar una letra para decir algo que luego no les va a puntuar. Por eso, ahora mismo, se dice más en el escenario, pero, por desgracia, llega a menos gente así. La gente no sabe que ha habido unos cuartos de final. Lógico, porque, encima, el centro de Almería no es que sea precisamente un hervidero. Yo sé del Carnaval porque lo sigo, pero la cobertura en medios y en redes es muy pobre; tienes que ir a buscarlo.
¿Cómo se ve, ahora, desde el patio de butacas?
Ahora tengo otro punto de vista y disfruto de todas las agrupaciones. Siempre tratas de hacerlo pero, cuando estás concursando, en el fondo quieres ganar porque son muchos meses de trabajo. Ahora te sientas y siempre sacas algo bueno de todos. Extraes tus conclusiones y formas tu propia opinión.
¿Coincide ese jurado paralelo que formáis los carnavaleros con el oficial?
Nunca. Porque el jurado no da un veredicto, emite un fallo. Ellos valoran unos aspectos técnicos que algunos no llegamos a entender. Están en su derecho porque siguen unas bases y esas bases son abiertas y ambiguas.
¿Y eso es justo?
Es justo porque los han elegido para ello. Ahora, que la elección del jurado sea la correcta... Eso es cosa del Ayuntamiento, que se basa en sus cinco personas de confianza, pero yo nunca he visto a carnavaleros en el jurado. Hay muchísimos que ya no salen y estarían preparadísimos para formar parte. Y creo que ahí se acabaría el problema porque va a valorar gente que sabe que llevas muchos meses de trabajo y conocen lo que importa en una chirigota o en una comparsa, porque cada modalidad es diferente.
¿Es Almería una ciudad carnavalera?
Lo fue, aunque yo no la conocí por mi edad. A la gente en Almería le gusta salir, disfrazarse en Halloween, por ejemplo. Creo que los grupos tienen que juntarse más para hacer de esta fiesta algo grande. No me vale querer concursar en Almería y luego, cuando hay que dar el callo en la calle, estemos un rato y luego irte a un pub porque te pagan 200 euros. Comprendo que lo económico es importante, pero hay que entender que el Carnaval está en la calle. Si la gente ve a un grupo de calidad, se va a parar y se va a interesar.
¿Tenemos una seña de identidad o es una copia más?
Aquí, por ejemplo, existe una modalidad que son las agrupaciones y que es única. La pena es que, por primera vez, este año no ha salido ninguna. Quizás sea porque en 2018 el primer premio quedó desierto. ¿En base a qué se toma esa decisión? Y con esto vuelvo a lo anterior: El Carnaval se tiene que juzgar con amor y pasión.
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