Con motivo del cuarto centenario del nacimiento del artista Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla, 1617-1682), a finales de noviembre de 2018 se inauguró en el Museo de Bellas Artes de Sevilla una magnífica exposición monográfica de este pintor titulada: Murillo IV Centenario. Para dar mayor difusión a la trascendencia de los valores artísticos, sociales y personales de Murillo, la Consejería de Cultura ha organizado una muestra itinerante de carácter divulgativo, acompañada de talleres didácticos, titulada Murillo, excelentísimo.
Y el voluptuoso barroco visita Almería en estos días a cargo del Museo Arqueológico de la capital. Lo primero que chocan con nuestros ojos son los de este artista, profundos y vivos. Viajamos con ellos hasta el siglo XVII sevillano, donde los cuellos gigantes plisados y la miseria de las calles se trenzan en el mismo pasillo de silencios.
Vida
En la Sevilla más esplendorosa nace y se desarrolla casi en exclusividad la vida y obra de Murillo. De familia acomodada y con el dorado telón de fondo de las fortunas americanas, germina el hombre y el artista. Casado siendo ya una celebridad, a la edad de 28 años con Beatriz de Cabrera, de su unión nacerán diez hijos. Y con ellos vendrá la práctica de la empresa familiar barroca, a través de los apadrinamientos de abolengo de sus vástagos. La gestión del beneficio familiar obtenido a través de la pintura, es invertido por Murillo en mercaderías de ultramar, que lo convierten en un hombre influyente y adinerado. No en vano, muchos de sus retratos son encargos de ricos comerciantes extranjeros. En la exposición queda patente esta vertiente de Murillo, donde los encajes dan la talla del personaje y del pintor.
Ingenio
El suyo está fundamentado en la necesidad de expresar emociones, algo novedoso que trae el Barroco. Por otro lado, su sólida formación le lleva a innovar y como consecuencia a acertar con las bases y tratamientos de sus pigmentos, primordial para trascender. Fundamentalmente trabajó sobre lienzo utilizando tafetán o mantelillo, dependiendo del tamaño del encargo. Por tradición y condición se puede hablar por tanto de una imprimación sevillana.
Sobre esta se esbozaba con puntas de yeso afiladas, que se borraban fácilmente con manojos de pluma de gallina. Sin embargo, el ingenio de Murillo también descansa en su trabajo previo sobre el papel, solucionando problemas complejos de composición y luz. Los volúmenes, junto con la calidad y variedad de sus colores, rematan el conjunto de características de su sello pictórico, el que pasa a la Historia por la puerta grande.
Convicciones
Murillo no descuidó ninguna de las etapas de su proceso creativo, técnicamente todo parece indicar que se sintió muy cómodo en todas ellas. Ello implica obras maestras radiantes que nos regalan incluso sonrisas colgando entre la miseria de los pillastres callejeros sevillanos, recibiendo el espectador su mirada humanista. ‘La vieja y el niño’ (1660-1665) son un claro ejemplo de ello, presente en la exposición y convirtiéndose en mi favorito. La sutileza de reflejar la edad del tejido social sin connotaciones peyorativas, es también una novedad consustancial a Murillo. Su apertura de mente frente a la oscuridad de la religiosidad imperante en la sociedad que habita, es la causante sin duda de estas modernas experiencias pictóricas, que obedecen a la necesidad de retratar la emoción del mundo que le rodea y que desde luego el artista no percibe como perfecto.
Contextos
En su desarrollo vital Murillo entiende y utiliza el retrato como reclamo. Y para ello acepta encargos jugosos de hombres adinerados a quienes no duda en atribuirles el mérito social esperado. A pesar de practicar y lucrase de la vanidad barroca, parece ser que hay documentación que avala su rechazo personal a la misma. Sin embargo, paradojas de la Historia, las pinacotecas más importantes del planeta cuentas con al menos uno de estos insignes hombres, que disfrutan de la inmortalidad gracias a Murillo, no al revés. Unos cuantos ejemplos cuelgan entre el azul de esta excelentísima. De otro lado, sus encargos religiosos están también muy presentes. Su ‘Inmaculada’, ‘La Virgen con el niño’ y su ‘Buen pastor’, el infante rubio y regordete apoyado en un cordero que parece de algodón y que nos acompañó a todos en nuestras primeras comuniones, componen su iconoclastia más popular, la que la Iglesia Católica adopta como sello identitario. ‘Las bodas de Caná’ o ‘La Disipación del hijo pródigo’ son ejemplos de carácter religioso que le permiten desarrollar escenas de grupo, poniendo de manifiesto la gran calidad del detalle, y donde viste a los protagonistas como sus contemporáneos.
Sus ojos inmortales
Me llevo conmigo los ojos de Murillo, trascendidos en sus autorretratos, y en su propia obra digitalizada. El siglo XXI lleva estas grandes obras a multitud de ubicaciones gracias a las nuevas tecnologías. Estas novedosas exposiciones permiten que las pinacotecas más importantes nos visiten de manera virtual y habitual, la única posible para que estos artistas hagan giras de provincias. Pero el formato no le resta disfrute, créanme. Diversos talleres para los niños acompañan a la exposición. Y el todo resultante refuerza la idea de que los museos viven una etapa dorada, que deben de seguir en esta línea de difusión, depositarios del lenguaje universal más hermoso que tenemos: el Arte. Visiten a don Bartolomé en su cita con Almería. Les va a sorprender lo que les transporta a sus recuerdos asociados a estos cuadros.
17 y el 24 de marzo a las 12 horas, visitas guiadas. Murillo excelentísimo. Museo de Almería hasta el 24 de marzo.
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