Hoy ha cenado en casa Antonio Salmerón Gil. Lo anunció su presentador, Francisco Javier García Moreno, el eslabón que ha quedado engarzado para siempre al pregonero del 75 aniversario de Estudiantes.
Siempre, para todo en la vida, hay dos tipos de historias: la real y la que podemos imaginar. Y Salmerón se lo dio todo a Almería. No en vano, desde su atril en el escenario del coqueto Teatro Apolo, el pregonero recordó el ya lejano nacimiento de su Hermandad de ambas formas.
Porque sí, aquel grupo de estudiantes de Granada comenzaron una hermandad cuyo nacimiento bien podría formar parte del argumento de una película italiana. Y así lo narró Salmerón al inicio de su personalísimo y dulce pregón.
Pero no sería justo centrarse tan solo en ese detalle del sereno pregón presidido por la primera cruz guía de la hermandad (“lo primero que vio Almería de Estudiantes”), un incensario y el libro de reglas de la hermandad, los tres símbolos de aquel primitivo escudo de Estudiantes perfectamente utilizados por el pregonero para simbolizar el pasado, el presente y el futuro de la Hermandad de Estudiantes, respectivamente.
Fue un pregón en el que Salmerón llevó en todo momento las riendas de sus propios nervios, esos que decía tener en la puerta del Teatro Apolo.
Personal
El pregón comenzó con infinidad de agradecimientos, entre los que destacó el que hizo a los cofrades que fueron al Apolo sin ser Estudiantes.
Fue, quizás, el único error del pregonero. Al fin y al cabo, todo almeriense es, en mayor o menor medida, Estudiante: 75 años de vida dejan, inevitablemente, huella en el ADN de todo cofrade. Almería es de la Oración y la Esperanza y no había allí nadie que no fuera de Estudiantes.
Buena muestra de ello es que, en el repaso de los nombres de la historia de la hermandad, Salmerón no hizo sino repasar la historia de Almería. Porque habló de Andrés Pérez Molina, con plaza en Artés de Arcos. Y recordó a Celia Viñas, con calle, busto en Bendicho, e instituto, la primera que habló de ese Maestro que este año estrena compañía.
De hecho, aprovechó Salmerón este pregón universitario convertido en especial celebración del 75 aniversario para “incluir a Celia Viñas como vértice en el triángulo que dirigió los primeros pasos de nuestra cofradía”.
También hubo espacio para la historia personal de su primera estación de penitencia, aquella de edad no recordada que arrancó los aplausos cómplices del patio de butacas al niño de la Almedina, el que llegó para quedarse.
Un niño de la Almedina que dio dulzura. Y lo más personal estaba aún por llegar.
¿Cómo explicar el momento en el que uno conoce a la Esperanza, a esa Virgen del Amor Hermoso de la que hablaba Celia Viñas? Salmerón hizo de su atrevimiento una virtud, y recurrió a los más famosos versos de Serrat y cantar: “Fue sin querer, es caprichoso el azar / No te busqué ni me viniste a buscar / Tú estabas donde no tenías que estar / Y yo pasé, pasé sin querer pasar”. ¿Por qué? “Porque cuenta exactamente lo que sucedió”, explicaba Antonio Salmerón.
Futuro
También fue un pregón con el que sacudirse los complejos. En él, Salmerón luchó con la palabra para poner a Estudiantes en su sitio: innovando, revolucionando el panorama cofrade, abriendo puertas en la posguerra.
La bisagra entre lo de antes y lo de ahora estaba ahí, pregonando a su hermandad en un aniversario histórico.
Ahora, la rueda sigue girando y el presente y el futuro pasan por conservar lo cultivado en tres cuartos de siglo. Pero con cadenas compuestas por eslabones como Antonio Salmerón y su presentador, todo es posible.
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