Han pasado ochenta años del inicio del exilio republicano. Un exilio que expulsó al menos a 6.000 almerienses a los campos de concentración franceses y argelinos en 1939. Un exilio que protagonizó historias heroicas de luchas antifascistas. Un exilio que provocó que miles de españoles no volvieran jamás a su tierra.
Al finalizar la guerra en España, el gobierno francés dispuso una serie de campos de concentración a orillas del Mediterráneo para albergar de forma provisional a los cerca de 350.000 militares, milicianos y varones mayores de 17 años que habían llegado a suelo francés entre enero y febrero de 1939. Los campos de Argelès-sur-Mer, Saint-Cyprien y Barcarés acogieron, cada uno de ellos, al menos a 25.000 refugiados que no encontraron más que arena, viento y agua salada. La falta de previsión del gobierno francés provocó una acogida difícil, en muchos casos insolidaria y carente de la más mínima empatía con los derrotados. Las mujeres, niños y ancianos fueron trasladados desde estos campos a albergues y centro de alojamiento repartidos por toda la geografía francesa. Familias separadas durante la guerra en España volvieron a estarlo en Francia, aquel país cuya imagen de garante de los derechos del hombre se vino abajo para los republicanos.
Exposición
La llegada de cerca de 500.000 refugiados desbordaron las previsiones de las autoridades francesas y tan solo en unos días después se vieron obligados a abrir una decena de campos a lo largo de todo el sur francés para descongestionar a los que habían previsto en las playas del Mediterráneo, que eran meras alambradas kilométricas. Se celebra estos días en Almería un congreso sobre aquellos hechos y una exposición del fotógrafo Agustí Centelles en la Escuela de Artes sobre uno de los campos de concentración que albergó a los republicanos españoles: el campo de Bram. Este campo comenzó a construirse un 5 de febrero de 1939 por los propios internos y bajo supervisión del ejército y la policía francesa. Contaba con unas dimensiones de 425 metros de largo y 300 de ancho divididos en 10 espacios y llegó a albergar a 17.000 republicanos. Bram fue un “campo especializado” puesto que allí fueron a parar intelectuales y funcionarios y los gremios de electricistas, serradores o de panaderos, que se trasladaban a trabajar a las fábricas de harina y los bosques cercanos de la zona como mano de obra abundante y barata para la economía francesa. El campo estuvo activo hasta pocos antes de la finalización de la II Guerra Mundial. Durante la contienda, Bram se convirtió en la prisión para los republicanos españoles, para los opositores al gobierno colaboracionista de Vichy y para centenares de judíos que acabarían deportados a los campos nazis.
Al menos 189 almerienses estuvieron internos en este campo de concentración: Manuel Abad (Almería, serrador), Antonio Baños (Almería, mecánico), Juan González (Berja, panadero), Antonio Bautista (Turre, panadero), Cleofás González (Mojácar, jornalero) o Antonio Godoy (Fondón, electricista) son algunos de aquellos almerienses internos en el campo de Bram y que quizás sean unos de aquellos hombres con rostro pero sin nombre que Agustí Centelles fotografió en el campo.
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