Laia Arqueros Claramunt (Almería, 1985) se inició como ilustradora a los trece años con El Gaviero Ediciones. Afincada en Barcelona, ha trabajado para Blackie Books y Penguin Random House. Expone hasta el 15 de mayo, en el Museo Arqueológico, el material que hay detrás de ‘Astrå’, el videojuego que lanzó en 2015 desde un estudio independiente junto a otros dos almerienses
Acaba de inaugurar en el Museo de Almería una exposición que tiene que ver con el mundo del videojuego, ¿cuál es la propuesta?
Uno de mis trabajos más importantes fue en 2015: un videojuego llamado ‘Astrå’ que hice junto a dos chicos de Almería, Pablo Molina y Juan Molina. Era un proyecto pequeño porque somos un estudio independiente, Fabuloso Game, lo que pasa es que tuvo un éxito enorme. Nos eligieron como una de las mejores aplicaciones de 2015, tuvimos un par de nominaciones internacionales y yo gané un premio de ilustración en Cataluña por mi trabajo artístico.
La exposición recoge el material gráfico, incluida la serie de cerámicas que hice con los personajes. Se va a poder jugar en directo, ver el tráiler y escuchar la banda sonora.
Un videojuego sobre mitología griega diseñado desde un estudio indie.
Sí, la protagonista es una mujer: una diosa griega que se llama Emera, diosa de la luz y del día. Y una de las cosas divertidas es que se hizo a distancia, es un juego hecho por Skype: hemos estado a trabajando yo en Barcelona, Pablo en Helsinki-Berlín-Madrid y Juan en Berlín-Barcelona.
¿En qué momento se activa en usted el resorte de artista?
No hay un momento puntual, fue de un modo natural. Desde pequeñita me han animado mucho con las clases de dibujo, pintura. Cuando pude empezar a escoger a nivel académico, me orienté por ahí.
Pero en su familia hay sensibilidad por el arte con su primo Ricardo Arqueros y su padre Ángel Arqueros, ambos vinculados al teatro.
Mis padres son docentes, pero él tiene una carrera teatral paralela. Y mi primo Ricardo ha bebido de esa faceta. Los dos somos los que hemos tirado por ahí: él por las artes escénicas y yo por las visuales.
La mujer es fundamental en su obra. ¿Por qué?
Estoy criada en una casa feminista. Mi madre, Teresa Claramunt, es de Barcelona, pero cuando se instaló en Almería, destacó como activista del feminismo. Yo tengo una posición política en el mundo y eso queda reflejado en mi trabajo. Reflexiono e intento visibilizar un problema y esas inquietudes se reflejan en mi obra. Si veo que estamos en una sociedad machista y patriarcal y que las mujeres estamos invisibilizadas, a mí me interesa visibilizarlas desde una perspectiva feminista.
¿Cree que esta moda feminista a raíz de las manifestaciones del 8M de 2018 y la sentencia del caso de La Manada ayuda o perjudica?
Hay un feminismo pop del que yo desconfío bastante. Veo que puede llegar a mucha más gente, pero me pregunto si va a calar cuando se pase esta moda. Porque estamos viendo cómo el propio sistema que ha lanzado ese movimiento, a la vez lo machaca con toda la contestación misógina del panorama político y social. Es un arma de doble filo, no termino de estar en paz con esto.
De El Gaviero Ediciones a Blackie Books, ha hecho cosas en el campo de la ilustración de libros.
Cuando me fui a Barcelona, me especialicé en ilustración. Hice un posgrado y un grado superior en la Massana, donde ahora trabajo. Pero sí, empecé a ilustrar con El Gaviero a los trece años, con su revista ‘Salamandria’. Ana Santos y Pedro J. Miguel han sido clave en mi desarrollo profesional.
Luego fui combinando encargos de ilustración con mi obra personal que comprende cerámica, grabado, videojuegos y performance. Ahora he publicado un libro con Penguin Random House y, con Luna Miguel, vamos a sacar un álbum infantil con La Galera, que es la editorial infantil más antigua de Cataluña.
Si le digo Almería, ¿qué dice?
Refugio. No sé si podría vivir aquí, pero el tiempo que paso en Almería es casa. Un chute de vitaminas, de energía.
¿Tiene contacto con el mundo cultural de aquí?
Sí, está habiendo un movimiento que ojalá hubiese existido cuando yo vivía aquí. Después de El Gaviero, hubo un vacío, pero ahora hay unas iniciativas estupendas: La Oficina, Espacio Campingás, La Guajira, La Morada Sónica, que trae la música experimental a Almería. A veces te quejas de que no hay vida cultural aquí, pero la mayoría nos hemos ido fuera.
¿Se ha planteado crear desde su tierra?
No, yo tengo mi vida hecha en Barcelona. Pero me encanta poder participar de la vida cultural de Almería. Apoyar esas iniciativas en la distancia.
¿En el arte hay que incomodar?
Sí, claro. Hay que incomodar para invitar a la reflexión. En el arte y todo el tiempo. Hay que desobedecer.
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