Más de una década de tocando en las calles de Almería han convertido a Luis Martínez García (Barakaldo, 1977) en una figura casi tan reconocible como el Nicolás Salmerón que pasea por la Puerta de Purchena. Lumaga ha luchado contra viento y marea por ejercer un oficio que le ha reportado el cariño de muchos y desavenencias con algunos otros, que no aprecian ni respetan el modo de vida de este almeriense con acento vasco.
Cada vez se te ve menos por Reyes Católicos. ¿Cuál es tu situación actual?
He dejado de tocar allí hace dos semanas. He abandonado. La policía me desalojó cinco o seis días seguidos. Este tema me ha dolido tanto y me han hecho tanto daño que me cuesta hablar de él. Pero creo que es bueno que la gente lo sepa. Yo podría haber seguido la lucha porque, según la ordenanza municipal, puedo tocar, a pesar de lo que diga la policía.
El tiempo pasa volando... ¿Cuánto tiempo llevas tocando en Almería?
Desde 2008 que dejé la oficina, me compré mi guitarra y me tiré a la calle... Esto ha sido un periplo en el que ha pasado de todo. Lumaga ha nacido aquí, se ha creado aquí. Sale de lo más visceral de la calle. El primer sorprendido con que todo esto haya pasado y lleve ya dos discos soy yo.
¿Y te has llevado más sinsabores o alegrías de esta experiencia?
Más alegrías, por supuesto. A mí la gente de Almería me ha ayudado, me ha apoyado a muerte y se ha enfrentado por mí y eso es muy valiente. Son amantes de la cultura, estoy rodeado de artistas inquietos. Tenemos los mejores escritores: Juanma Gil, Aníbal García, Antonio Jerez, Germán Guirado... Tenemos unos músicos, que son mis compañeros, y a los que quiero a morir. Y hay una cantera de actores como Antonio de la Trinidad o Labordeta, fantástica. Estoy rodeado de la mejor gente que podía estar.
¿El Lumaga que llega a esta ciudad hablaba de las mismas cosas que el de hoy?
No tan distintas, pero todos crecemos. En estos once años he tenido más vivencias que en el resto de mi vida. He conocido a gente muy interesante, he viajado, he tenido problemas que antes no había tenido... Hablo de lo mismo, pero con más experiencia.
¿Eso de ser “el músico callejero de Almería” lo llevas como una etiqueta, una lacra o un orgullo?
Para mí es el orgullo más grande que pudiera tener. Tocar en el teatro más gordo, llenar el sitio de mayor aforo no me haría tanta ilusión como ese “mira, Lumaga, el músico de la calle”. A mí eso me llena. Es una profesión tan digna, tan antigua y que ha estado tan mal vista durante tanto tiempo, que por mucho que diga que estoy harto o que me quema, creo que nunca podría dejarlo. Además, me ha dado muchas alegrías y para mí es como una red social, me buscan para bolos y para clases en la calle.
A estas alturas de la película y aún cuesta mucho encontrar las canciones de Lumaga por internet.
Sí, no le he prestado mucha atención, pero lo voy a hacer. He vendido casi 600 copias del segundo disco y todavía no me lo creo. Pero también quiero que la gente pueda descargar mi música gratis.
¿Le quedan sueños por cumplir a Lumaga?
Musicalmente, tengo que montar un pollo muy gordo con una banda. Yo vengo del mundo del rock y tengo en mente un gran proyecto.
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