Juan y Medio “En Lúcar cada verano recorro las veredas de mi infancia”

Juan José Bautista Martín, conocido artísticamente como Juan y Medio, nació en Lúcar en 1962. En sus comienzos trabajó como representante de Luz Casal y Hombres G. Ahora entra en la casa de los andaluces a través de la pequeña pantalla y de Canal Sur Televisión. El presentador protagonizó ayer una entrevista en exclusiva en el programa ‘Hoy por hoy Almería’ de la Cadena SER.

En este momento está en el AVE. ¿Es su sino pasar el día viajando?

Pero lo es desde antes de que trabajase en dos ciudades simultáneamente. Siempre me ha gustado muchísimo viajar y he buscado cualquier excusa para hacerlo. Me recorrí el Románico palentino en octavo de básica con la mochila al hombro y una cámara pequeña. Me gusta el arte, probar comidas nuevas y conocer paisajes distintos al mío.

Entonces, ¿fue un viajero precoz?

Reconozco que a esa edad no había otros compañeros con los que intercambiase ese tipo de cosas. En cuanto me saqué el carné de conducir, recorrí toda Europa y el norte de África. Dormía en el coche y comía la tortilla que me hacía mi madre. Llevaba queso y embutido para descubrir el mundo sin saber cuándo volvería.

Ahora viaja hasta la casa de todos los andaluces. ¿Cómo es?

Es un viaje al interior del domicilio de las personas y, a veces, si las cosas salen como uno espera, al interior de la persona misma: de su cabeza, de sus emociones y de su corazón. Eso sí que es mágico. Yo no diría un viaje, diría ‘el viaje’.

¿Y cómo mantiene el tipo en situaciones en las que le gustaría romper a reír, salir huyendo o comerse a uno de esos niños a besos?

Con bastante dificultad. Nunca he contemplado la posibilidad de salir huyendo. Lo que sí me ha costado mucho a veces es no llorar. Y cuando me he tenido que reír de algo y podía parecer que era de la persona, me he aguantado por respeto, cariño, educación y solidaridad. Hay que aguantar las emociones que pueden herir al entrevistado.

Hay un momento especialmente emotivo en el programa ‘Menuda noche’ con un tal Domingo.

Lo recuerdo. Que alguien tan bello por fuera y por dentro diga que yo soy su mejor amigo es demasiado. Me dio una patada en el alma.

Trabaja con mayores y con los más pequeños. ¿Con quién se queda?

Es como todo en la vida. Lo que tenemos, lo que disfrutamos, se lo debemos a todos los mayores que se sientan ahí y que se fueron de su tierra para darnos todo. Han perdido su vida por nuestra posteridad. Pero ¿y los niños? Las sensaciones más bellas que uno atesora tienen que ver con lo que descubrimos de niños. El parecido vital entre un niño y un anciano es tremendo. Quieren comer, no pasar frío y que les quieran. Todo lo superfluo desaparece con ellos. No podría decidirme.

¿Viene a menudo a Lúcar?

Por supuesto. Yo donde descanso y estoy con mi familia es en Lúcar. Somos una comunidad muy pequeña, de 500 habitantes, y me dedico cada verano a recorrer las veredas y bañarme en las albercas de mi infancia. Te hablo de un pueblo que se autoabastece con sus huertas, sus huevos, su agua. No es sitio de paso. El que va es porque quiere. Es un pueblo de sierra y noches frescas. Los mayores de allí son los padres de mis amigos y de la novia que tuve y de la chica que me gustó. Soy padrino de algunos de los niños, arbitro partidos. Allí hago una vida como uno más, porque lo soy. Tengo una jaca y monto con mi padre que me va contando cosas.

¿Qué rincón de Lúcar no deberían perderse los almerienses?

Hay varios, pero destaco una pequeña colina, que tenía mucho significado para los árabes, se llama La Santa y permite observar otros tantos pueblos del Almanzora. También la Balsa de Cela, un nacimiento natural de agua que tiene sus peces y donde todo el mundo va a nadar, ya los romanos utilizaban esas aguas termales. Y luego Peña Lobera, desde allí se domina gran parte de la provincia de Granada, se ve la Sagra, Los Vélez, Cazorla y hasta el mar de Garrucha.

¿Qué recuerda de su época en la Casa de la Juven