No entiende otra forma de estar en el mundo si no es luchando. Manuel Pérez Sola (Baza, 1956) ha dedicado su vida a dar guerra en pos de dejar un mundo mejor para los que vengan detrás. Desde aquellas protestas estudiantiles de la Transición, pasando por los primeros movimientos ecologistas a finales de los 80, hasta el actual activismo político, este maestro jubilado ha vivido pegado a una pancarta o un megáfono cada vez que había algo por lo que levantar la voz.
¿Se ha explicado bien lo que puede aportar el ecologismo a la política?
No termina de entenderse todavía el papel de la ecología dentro de la política: que tenemos soluciones para el modelo de desarrollo y podemos plantear alternativas más allá del cuidado de la naturaleza.
¿Cómo se hace entender a la gente que la ecología es una prioridad en un país que hace agua por tantos sitios?
Aquí nos falta todavía mucho recorrido. Hasta la fundación de Equo, los grupos ecologistas estaban cada uno a lo suyo. Hemos tenido que andar 30 años para que todos firmáramos un manifiesto fijándonos en el espectro verde de Alemania o los Países Bajos. Con esto quiero decir que si la gente concienciada no hemos sido capaces de dar ese paso hasta ahora, imagínate los demás.
En unas elecciones municipales, en las que la gente piensa en quién va a arreglar su acera o el alumbrado de la calle, ¿dónde entráis vosotros?
Podríamos si fuésemos capaces de poder explicarnos, pero cuesta mucho trabajo porque los grandes partidos lo tapan todo. Por ejemplo, nosotros estuvimos en barriadas con déficit de infraestructuras como El Puche, La Chanca o el Quemadero para proponer que la gente sea la que participe en el proceso de reconversión del barrio. La idea es utilizar las zonas más degradadas para demostrar que gastos como la eficiencia energética, en realidad, son rentables. Lo que planteamos es transformar esas áreas para hacerlas más eficientes, que la gente viva mejor y, además, encuentre trabajo ya que muchos de ellos han trabajado en la construcción.
¿Vivimos en una edad de oro del ecologismo? Vemos movimientos sociales, un espacio en el discurso político y en la agenda de los medios.
Se ha avanzado en el sentido de que se ve como un problema importante, pero todavía existe la creencia de que el I+D va a ser capaz de revertir esta situación. La investigación puede ayudar, pero lo que tenemos que cambiar son nuestros hábitos. Pero sí es cierto que va habiendo una conciencia cada vez mayor. Sin ir más lejos, en la cumbre de Río de 1992 todavía se decía que los que hablaban del cambio climático eran cuatro locos catastrofistas.
Has sido una figura habitual de las manifestaciones, no solo ecologistas. ¿Te consideras una especie en peligro de extinción?
Cuando tienes conciencia haces las cosas porque crees en ellas y no necesitas justificación. Pero la gente se va aburguesando, aunque todavía quedan muchos de mi generación. Yo tampoco soy ya el chaval de 16 años que se encadenaba y hacía encierros, pero si fuese necesario, ahí estaría. Pero quizás, ahora hay otros tipos de lucha que, a lo mejor, son más efectivos.
¿Como las redes sociales?
Tienen una virtud y es que te permiten hacer una comunicación paralela fuera de los mecanismos del sistema y eso te da una amplitud tremenda.Pero luego tienen la comodidad de que tú, desde tu casa, despotricas, das ‘me gusta’, pero no sales a la calle. Hay que hacer las dos cosas. La gente joven se va dando cuenta de que con las redes no basta.
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