La noche del pasado viernes se celebró en la Plaza de Toros una partida de ajedrez en la que los dos participantes jugaban blancas: los dos iban en el mismo equipo y salieron ganando, junto a todos los allí presentes.
Pocos minutos después de las diez de la noche, el albero del coso de Vilches quedó a oscuras y una sola voz lo iluminó todo: José Mercé, sin acompañamiento, arrancaba un espectáculo que bien parecía un juego en el que dos niños tratan de evitarse, para rendirse finalmente a la evidencia y estar juntos.
Con ese cautivador inicio, con la voz del jerezano llenando toda la plaza de verdad (y el público aplaudiendo a destiempo, porque el concierto del viernes congregó a una multitud heterogénea más afín a lo mediático y poco hecha a los tiempos del flamenco), dio comienzo esa conversación entre una voz y una guitarra por separado. Cada uno puso sus cartas sobre la mesa y, una vez repartido el genio, lo unieron para deleitar al público por soleares y seguiriyas en un primer momento, seguidos de fandangos en los que Mercé gritó un “¡Viva Almería y viva Pescadería!” que, sabiendo de la relación del cantaor con la ciudad, no cabe duda que era sincero y con conocimiento de causa.
De verdad
Durante el concierto, el escenario bien parecía una reunión familiar que hizo que los protagonistas se sintieran como en casa. No en vano, a la derecha de José Mercé estuvo su mujer, Mercedes; a la izquierda de Tomatito, su hijo, José del Tomate (que anoche repetiría como solista en la Alcazaba).
Pero a pesar de esa conjunción de nombres y genio flamenco, los dos protagonistas del centro se llevaron toda la atención. “¡Vaya dos!”, se escuchaba con insistencia en los tendidos del coso de Vilches, que terminaron siendo una fiesta.
Mercé hizo una defensa del arte flamenco como “verdadera marca España” en el concierto. No faltaron tampoco en la noche ni una suerte de fandangos, alegrías, tangos o bulerías, alguna de ellas incluso extraída del último trabajo discográfico lanzado por ambos artistas, ‘De Verdad’, y al que dedicaron toda una hora de concierto que llegó a sobrepasar las doce de la noche.
Pero para canciones disfrutadas por el público, ya en pie tras dejarse llevar por la multitud de ritmos desplegados por los dos geniales artistas, las que pusieron la garganta de los presentes a acompañar, fueron ‘Aire’, celebrada al compás (con más o menos gracias, según el dominio, por parte de los presentes), y un colofón final glorioso con la versión flamenca de ‘Al Alba’, el tema del inolvidable Luis Eduardo Aute.
Y, claro, con semejantes fuegos artificiales finales, cualquiera no se rinde ante el triunfo popular de dos artistas que se antojan irrepetibles, más aún juntos.
Acabó el concierto, pero no porque el público lo ansiase: las dos horas pasaron rápidas y, en el mismo albero, la gente esperaba bailando más temas de Mercé y Tomatito. Entre ellos, el cantaor almeriense Edu García. Al fin y al cabo, el concierto de estos dos maestros era la cita ineludible de este festival de flamenco. Vaya dos.
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