Es uno de los grandes dramaturgos cómicos del país de Cervantes, prestidigitador de la palabra, domador de sintagmas nominales, incluso de adverbiales, atleta de la ironía. “Almeriensismo”, “Malas y Maldecías”, “Línea 16”, o “Eva y Adolf”, dan cuenta de su incitación a la hilaridad. A punto de publicar su último poemario, se zambulle en la interpretación dentro de la III Muestra de Teatro al Fresco, y en las visitas teatralizadas en La Alcazaba, “La ruta de la seda”. Prepárense para reír a mandíbula batiente. Fernando Labordeta, uno de los fármacos más efectivos contra la depresión.
¿Qué soñabas con 15 años?Con las cosas que un chaval de 15 años suele soñar. No había nada heroico en mis sueños, y el futuro aún quedaba muy lejos.
¿Qué queda de esos sueños?Esos sueños profundos y reparadores llenos de imágenes confusas y alguna que otra polución nocturna han dado paso a un insomnio más o menos crónico.
¿Tu comida favorita?Según la época del año. Me chifla todo lo que me pueda llevar a la boca con una cuchara. En verano soy de salmorejos, sardinas y helados. El resto del año busco carnaza y potajes. No le hago ascos a nada.
¿Qué música te transporta a tu infancia?Cualquiera que sonara en la boca o en la radio de mis mayores. Aún recuerdo la portada de “Breakfast in América” de los Supertramp. Mi tío José quemó aquel disco de tanto ponerlo.
¿Y a tu adolescencia?Beatles, Clash, música pop española y mucha música clásica. El primer disco que compraste fue... Probablemente fuera alguno de la Deutsche Grammophon, los conciertos de trompa de Mozart o el concierto número 1 de Chopin para piano y orquesta.
¿Y el último?De Juan Manuel Cidrón, “Tras la lluvia”. Me lo regaló. He escrito muchas cosas con la música de mi amigo de fondo. Tres discos de cabecera. “Nocturnos” de Claude Debussy. “Omega” de Morente y Lagartija Nick. Y “Vuelve el tango”, de Adriana Varela.
¿El “Omega”?Sí. Lo descubrí en los talleres de “Axioma”. Alguien lo llevó y nos quedamos todos impresionados. No paró de sonar durante mucho tiempo. El “Omega” y también “Clandestino”, de Manu Chao. Luego después cayó algún “güisquicillo” por “La Tertulia” (Granada), con Enrique Morente y con Javier Egea (uno de los fundadores del movimiento poético “La otra sentimentalidad”).
¿Qué música te acompaña a la hora de escribir?Música clásica o bandas sonoras. Mi último libro, “Estuvimos tan cerca”, lo escribí con la banda sonora de “Las horas” de Philip Glass. En bucle.
¿Y a la hora de prepararte un personaje?El silencio. Suelo estudiar de pie, o caminando por la casa.
En tus obras suele haber guiños a canciones… ¿te gustaría interpretar un musical?No me gustan nada los musicales, he de reconocer que la gran mayoría me resultan ridículos. Los personajes en mis obras cantan por una cuestión orgánica, el rol y la situación así lo exigen.
Defínete con un estilo musical.Música clásica, sin duda. El brío que tiene un Allegro sinfónico eclipsa cualquier forma conocida de musicar.
¿Cuál es la música que amansa la fiera que llevas dentro?Cualquier música cantable. El tango me conduce al diminuto ruiseñor que habita en cada uno de nosotros. Y la literatura del tango es hermosa.
¿Qué canciones hacen que se te dispare la imaginación?Las que evocan emociones, las que te envuelven y te refugian en lo íntimo. Serrat, Leonard Cohen, Tom Waits, Morente, Silvia Pérez Cruz, por poner algunos ejemplos.
Cuando estás melancólico, ¿qué escuchas?Hay música a la que se vuelve por necesidad, canciones que te fustigan. Algunas del “Nada” de los Enemigos son balsámicas e hirientes a la vez.
¿Cómo te informas de la actualidad musical?Tengo amigos melómanos a patadas, me inoculan su veneno con bastante virulencia.
¿Qué música te gusta en los momentos íntimos?Cualquier canción para compartir. Nos damos atracones musicales siempre buscando canciones que sorprendan al otro.
Para conseguir un subidón de energía te pones a...“When I’m sixty four” de los Beatles, me resulta tan familiar, y me hace tanta gracia.
¿Cuál y dónde ha sido el concierto más impactante que has vivido?Creo que viendo al gran Tete Montoliú en el Palacio de Congresos de Granada. Lloré de alegría.
¿Cuál es tu perversión musical?Reconozco que hay temas de Julio Iglesias que canto a pleno pulmón, aunque creo que eso está lejos de ser una perversión. Con los murcianos “Galleta Piluda” me parto el culo de risa, y con “Daniel Higiénico y la Quartet de Baño Band” también.
Para relajarte, ¿a quién te pones?“Shine on you crazy diamond” de Pink Floyd, uno de esos temas que es parte importante de la banda sonora de mi vida.
¿Con qué música te gusta conducir?No conduzco, asistí con 18 años a una clase teórica. De las mejores tiradas de toalla de mi vida, habría provocado muchos accidentes. Conducir produce una ansiedad letal. Pero soy un gran copiloto.
Vinilo, cd, casete, mp3… ¿qué formato prefieres?Colecciono cedés, me deshice de la mayoría de mis vinilos, sólo conservo como oro en paño algunos de música clásica. Creo que la música es tan universal y está tan a mano que los soportes irán desapareciendo.
Si tu vida se llevara al cine, ¿cuál sería la BSO que la ilustraría?Mi vida no da ni para un corto. Pero siempre he dicho que me gustaría que pusieran en mi funeral “Tenderly”, cantado por Ella Fitzgerald y Louis Armstrong.
Si tuvieras que definir musicalmente lo que está pasando en España, ¿con qué canción, canciones, o tendencia musical sería?Creo que Manolo el del bombo sería el más idóneo en estos momentos: mucho ruido y pocas nueces. En este país hay una costra de vulgaridad extrema. La vulgaridad se ha apoderado de las calles. Mi sueño sería que España sonase al “Concierto de Aranjuez” de Joaquín Rodrigo, o a “Recuerdos de la Alhambra”, de Francisco Tárrega.
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