El poeta ciego de Garrucha ‘regresa’ a su pueblo

Su obra ‘Cantos de mi pueblo’ es reeditada por la UAL y prologada por José Heras

Caricatura de Antonio Cano Cervantes, realizada por el artista Juan Gerez que lo conoció. Gentileza de Diego Hernández.
Caricatura de Antonio Cano Cervantes, realizada por el artista Juan Gerez que lo conoció. Gentileza de Diego Hernández. Manuel León
Manuel León
07:00 • 19 sept. 2019

Conocía a la gente por el sonido de sus andares y por el olor del oficio; fue una lira ciega de múltiples cuerdas, un prodigio invidente de los que probablemente se dan cada cien años en las letras de la provincia; legó una poesía escasa pero genial, escribió a borbotones y se calló para siempre su pluma, como aquel narrador americano, Salinger, que escribió una única obra inmortal y se retiró para siempre en un cobertizo. 



Antonio Cano Cervantes, el poeta ciego de Garrucha, desconocido hasta la saciedad, es un rara avis de la literatura almeriense: solo escribió una obra ‘Cantos de mi pueblo’, pero de una profundidad y con una variedad de registros que lo deberían hacer inmortal en la estantería de la poesía regional española, a pesar de que pocos almerienses sepan de él.



Mañana, el poeta ciego 'vuelve' a su pueblo, con la presentación en el Centro Cultural de Garrucha de la reedición de su obra ‘Cantos de mi pueblo’, dentro de la colección de la Biblioteca Universitaria de Autores almerienses, dirigida por el profesor José Heras.



Antonio Cano Cervantes nació en el Malecón Alto de Garrucha en 1883, en una casa humilde donde hoy se conserva una placa con su nombre. Su padre y sus hermanos se dedicaron al noble oficio de calafates y en la puerta de su casa reparaban los barcos de vela y de remo de la flota local dando brea y estopa. Antonio se quedó ciego con apenas tres años, pero desarrolló desde niño un oído privilegiado y una sensibilidad especial para la música que le enseñó el sacerdote Juan Bautista Moreno, llegando a tocar la guitarra y el piano. Su familia probó en Madrid para que lo auscultara Ángel Pulido, un eminente oftalmólogo, pero nada pudo hacer por él. A su regreso, Antonio se dedicó a seguir formándose, aprendiendo idiomas y braille y a dictar aquellos versos populares que le salían del corazón, sin apenas tener que ser corregidos.



Así nació Cantos de mi pueblo, influenciado quizá por la poesía de otros vates regionalistas como Vicente Medina o Gabriel y Galán, y quizá por el cuevano Sotomayor de quien fue coetáneo. Su opera prima y única (al menos que se haya encontrado), Cantos de mi pueblo, publicada por primera vez en 1909, fue celebrada en la prensa madrileña por el eminente periodista y prologuista de la edición, Antonio Zozaya. 



En Almería, la paisana Carmen de Burgos también le hace una reseña en el diario republicano El Radical de quien dice “por fin un poeta regionalista con personalidad propia, un ruiseñor ciego que trina en Garrucha”.



Tras la edición de este libro, Antonio Cano pasó una temporada en Orán, un poco molesto por la crítica a su libro por parte de sus propios paisanos, al considerar éstos que los ridiculizaba haciéndolos expresarse en el habla popular. De allí marchó a Barcelona, donde se empleó vendiendo cupones en el barrio de la Barceloneta en una asociación germen de la Organización Nacional de Ciegos (ONCE). Se casó con María García Martínez, tuvo una hija, falleció en 1950 sin haber vuelto nunca más a su pueblo y está enterrado en el cementerio de San Andrés de Barcelona.



Como si no hubiera pasado el tiempo, sus versos se volverán a leerse mañana en Garrucha, a la que tanto cantó. 


El profesor José Heras ha conseguido poner  en el mercado una nueva edición de Cantos de mi pueblo, una obra insuficientemente conocida para muchos almerienses. Toma así el testigo emprendido en 1980 por José María Artero que edito este poemario deliciosamente complementado por un estudio preliminar de José Antonio García Ramos. La edición que ahora ve la luz, a cargo de la UAL, con el patrocinio de Unicaja, incluye un prólogo del propio Heras y sendos estudios introductorios de los profesores Cano Alonso, sobrino nieto del poeta y recientemente fallecido, y de Torres Montes. Servirá para volver a reencontrarnos con este raro autor que escribía versos como se hablaba en el Levante almeriense, con esa mezcla de panocho  murciano y aspiración de las vocales. 


Sus versos van desde el realismo brutal a la ternura, de lo más galante a lo escatológico y sorprende  su capacidad de observación desde la opacidad de sus retina y la finura de su oido para reflejar el lenguaje pinturero de la calle. Cano es el embajador de la gastronomía de los pobres, del pimentón, de los emigrantes, un escritor social de corazón y de alma, siempre apoyado en el lado de los más humildes. 



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