El pasado sábado en el Centro Andaluz de la Fotografía se llevó a cabo ‘Flores de Periferia: the performance’, dirigida por el profesor del IES Celia Viñas, Adrián Zapata.
Al abrirse las puertas los asistentes pudieron comprobar la majestuosidad de la exposición fotográfica de Pedro Almodóvar y Jorge Galindo. Con los acordes de Loin d’ici comenzó el montaje escénico, maletas, hojas secas lanzadas al aire bordeando y presidiendo tres delas fotografías; todo ello como preludio de la aparición de la histriónica maestra de ceremonias, Carmen K. Salmerón, que hilvanó un speech dedicado a Rafael Doctor, exdirector del Centro Andaluz de la Fotografía, basado en la diversidad como eje central. ‘La flor de la canela’, en voz de María Dolores Pradera, sirvió como melodía introductoria de todo el cuerpo actoral, y como guiño al universo almodovariano. La luz de la sala se apagó y comenzó en sí la performance y sus consiguientes flowers.
Un nutrido grupo de actores y actrices ataviados con diversos colores salen a escena, se distribuyeron por la sala, y realizaron la primera coreografía grupal: una flor que se irá abriendo progresivamente hasta seducir al público por su belleza y brillo corporal (inicio de la primavera).
Con ‘Peces de colores’ de Amaral, catorce actores y actrices tumbados en el suelo simulan unas vías del tren -simbología utilizada en el cartel promocional de la performance y que será cruzada por la dramática segunda flor y sus maletas (viaje interior desde la periferia). La tercera flor, inició su actuación sentada en una silla roja, la expresividad y fuerza brutal enmudeció a los asistentes mientras sonó ‘La estatua del jardín botánico’, en versión de Soledad Giménez; con su danza contemporánea y alguna acrobacia selló su personal impronta (flor acuática). ‘Like a flower’, de Madonna, pone en escena a la cuarta flor. Sensualidad, expresión corporal de estilizada belleza ensalzaron esta coreografía.
De repente, el color se hizo patente ante los espectadores, con la sinuosa delicadeza de la actriz que se fue embadurnando de pintura de diferentes colores, al tiempo que el público admiró la estampa; recorrió la sala, y de nuevo untó su cuerpo de diversos colores como si uno de los cuadros hubiese cobrado vida (visibilidad de las flores de periferia). Como colofón, se descubrió una flor carnívora que se fue gestando en directo durante la actuación: guantes floridos, hombreras de hiedra que llegan al suelo y un llamativo y sorprendente complemento capilar; mientras tanto se displegó una enorme bandera arcoiris y tras ella todas las flores desfilaban finalmente junto a la flor carnívora (culto a la diversidad).
Así pues,asistimos a un magma de acción creativa y de la elegancia de su arquitectura gestual que “la expresividad concluyó en un vocabulario dancístico minimalista, convirtiéndose en un poético e íntimo viajeque embriagaba con su aroma al espectador por su diversidad manifiesta.
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