El singular viaje a Inglaterra de cinco almerienses en un furgón AVIA del 65

El singular viaje a Inglaterra de cinco almerienses en un furgón AVIA del 65

Guillermo Fuertes
23:19 • 19 oct. 2011
Salieron de Almería el lunes 5 de septiembre, a las seis y media de la mañana. De provisiones llevaban tortas de chicharrones y pan hechos en el horno de leña por la madre de José Juan Martínez, en Tahal, dos cajas de tomates de pueblo, jamón del Pozo, longaniza Imperial, botellines de agua, y manzanas y cebollas ecológicas cultivadas por José Juan Soria, además de miel de sus colmenas y 15 litros de vino de Rioja.

Por delante, más de 5.000 kilómetros por carretera hasta Beaulieu, Inglaterra, ida y vuelta, para representar al Club de Coches Antiguos de Almería en una feria de estas joyas de la mecánica. Pero lo mejor, el medio de transporte: una furgoneta AVIA de 1965, con motor Perkins 4.203 de cuatro cilindros en línea y 71 caballos.

Los aventureros, los dos ya mencionados, más José Moreno Martín, Francisco Cortés y Andrés Góngora, quien se había unido al grupo a última hora. La furgoneta, donada a Soria por Guillermo Sánchez Aliaga, de Tahal, hijo de Rafael Sánchez Rueda, su dueño original, estaba restaurada al detalle, incluso en el color.

Contra averías, Paco Cortés
“En realidad, no nos creíamos mucho que íbamos a llegar”, confiesa ahora, riendo, José Juan Soria. “Sabíamos que era un buen vehículo, pero había estado parado 30 años, y cuando lo restauras hay cosas que se ven bien, pero no se sabe... Además, era un vehículo de carga, que tenía mucha fatiga...”.

Mas la voluntad de los cinco aventureros, el amor por el viaje, podía más que todo. De modo que, con todos los papeles en regla como vehículo clásico, una velocidad máxima en llano de 80 kilómetros por hora y muchas ganas, el primer día llegaron, tras 18 horas de viaje, hasta Aranda.

Los problemas ya habían comenzado. A las 4 y 20 de la tarde se les encendió el piloto del aceite. La AVIA se había ‘comido’ diez litros y pedía más. Perdía por algunas juntas, y al final terminó gastando 40 litros, sólo en la ida, hasta que dieron con la avería.

Al segundo día tuvieron que poner un cartón en la calandra, pues el motor se enfriaba y ‘palilleaba’, pero luego tuvieron que abrir una ventana en él porque se calentaba. Ya en Burdeos se les incendió el panel de mando... Mas allí estaba Paco Cortés. Gracias a su pericia infinita, cada avería era solucionada a pie de carretera.

El cuarto día llegaron a Cherburgo y tomaron el ferry rumbo a Poole, Inglaterra. Ya en las estrechas carreteras de este país un camión les llevó de encuentro un espejo retrovisor. “Pero al fin llegamos a Beaulieu”, sonríe Soria.

“El viaje, los paisajes...”
Habían dormido en tiendas de campaña, en hoteles de carretera, comido a salto de mata, “pero aquello era la gloria”, reconoce. “El viaje, los paisajes, la felicidad de la libertad que da la carretera, la gente que se acercaba a preguntar por el vehículo con sus banderas...”.

En la feria pasaron varios días. Pusieron un stand como club, pero lo cierto es que no vendieron mucho y terminaron comprando piezas de repuesto. En un viaje a Southampton encontraron a un amigo, Miguel Soriano Maldonado, que estaba allí con su hija, María. Y sobre todo, vieron los maravillosos coches que se exponen en el National Motor Museum de Beulieu.

El 11, por fin, con la furgoneta ya reparada, y ahora cargada de piezas y más provisiones, tomaron de nuevo la carretera rumbo a Almería. “En la vuelta ya no hubo más problemas”, dice Soria, enseñando las fotos del viaje. “Al final, en total, gastamos 532 litros de gasoil, a una media de 12,66 litros cada cien kilómetros”. Al llegar, el día 15, se hicieron la foto que abre esta página. Exhaustos, felices, con las manos en alto y el signo de la victoria.






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