No voy a andarme con rodeos: los consoladores no existen. Existen los vibradores, los dildos, los juguetes eróticos… Pero ninguno de ellos sirve para consolar. Este término, tan popular por otra parte, es solo un vestigio del origen del mismo, que nos recuerda que los vibradores fueron inventados en una época en la que a las mujeres se nos consideraba “histéricas” según la ciencia y, para “curarnos” y aliviar nuestro sufrimiento, se recetaban orgasmos. Claro que entonces no los llamaban orgasmos, por supuesto: los llamaban “paroxismo o catarsis histérica”. Y, por ende, que una mujer necesitara este tipo de tratamiento, se podía en aquel entonces considerar un tipo de “consuelo”.
Sin embargo, los juguetes eróticos, como su propio nombre indica, sirven para jugar, para sentir placer, para disfrutar, para explorar. Las palabras y los nombres importan, transmiten ideas. Por eso a menudo tomo prestado este término de una querida profesora de sexología: “alegradores” (ya sabes, Pilar, que no me canso de hacerle publicidad a tus enseñanzas). ¿Acaso hay algo más acertado que decir que un juguete sexual genera alegría?
Recientemente, se ha puesto de moda una modalidad concreta de sextoys, los “succionadores de clítoris”. Son un fenómeno en redes sociales e incluso en prensa. Tiendas como Amazon los han agotado en cuestión de horas y las tiendas físicas no dan abasto para reponer el stock.
Como todo producto de moda, tiene sus admiradores y sus detractores: mujeres que aseguran alcanzar el orgasmo en menos de un minuto y otras que confiesan que antes de probarlo ni siquiera habían experimentado uno de verdad. Y, en el otro bando, personas que se preguntan si realmente tiene sentido vender este formato de masturbación que se asemeja a la comida rápida y algunos hombres que comentan, más en serio o más de broma, que “ya no les vamos a necesitar” (¿acaso les necesitábamos antes?).
Obviando el hecho de que los juguetes eróticos no sustituyen unas prácticas por otras, sino que amplían el abanico de posibilidades y que, por supuesto, se pueden usar en pareja, hay una inexactitud en el término “succionador de clítoris”. ¿Este juguete está diseñado para usarlo en el clítoris? Sí, aunque no tiene por qué limitarse a esta área. ¿Succiona? Pues la verdad es que no. De hecho, no solo no “absorbe” el clítoris, sino que lo que hace es emitir pulsaciones de aire u ondas sónicas (en función de la marca y el modelo) contra él.
Succión
Como comentaba antes, las palabras que empleamos al hablar de algo nos ayudan a crear, asentar o derribar ideas sobre ese algo. El término “succionador” surgió de la similitud que algunas mujeres encontraban entre las sensaciones que produce este aparatito y las que se experimentan al recibir sexo oral. Pero esta misma lógica, aplicada a la inversa, puede llevar a muchas personas a intentar succionar el clítoris cuando realicen esta práctica. En su empeño por competir contra este juguete, incluso habrá quien piense que succionar más rápido o más fuerte es marca de calidad o garantía de éxito. Nada más lejos de la realidad.
Aunque no haya una sola forma correcta de realizar un cunnilingus o cualquier otra práctica (lo siento mucho por las revistas y tutoriales que publican los mil y unos trucos infalibles al respecto), lo cierto es que hay algunas técnicas que son más recomendables que otras cuando no conocemos los gustos de la persona que tenemos delante.
El clítoris, el órgano del placer por antonomasia, tiene aproximadamente ocho mil terminaciones nerviosas. Traducción: es una zona delicada, que debe ser tratada con cariño y cuidado. Crear un vacío y absorberlo dentro de la boca no parece la estrategia inicial más efectiva y tiene más papeletas de provocar molestias o incomodidad. Así que, salvo que tu pareja te diga lo contrario, mi consejo sería usar un acercamiento más suave. Al fin y al cabo, el único “truco” que de verdad funciona siempre en la cama es la comunicación.
Y todo lo demás, con juguetes o sin ellos, viene después.
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