Cuando una persona no encuentra las palabras para describir algo, solo basta con mirarle a los ojos y descubrirlo. Vida. Eso es lo que hay en la mirada de Felisa Requena, una mujer que puso un pie en La Paz, Bolivia, con una ilusión desbordante, casi que contagiosa hasta para los más pesimistas, pero que la experiencia la ha devuelto con una versión de sí misma más viva, más humana y con una lección aprendida.
El Reto Pelayo Vida Andes 2019 comenzó el 27 de septiembre en La Paz, pero unos meses antes de la salida las seis mujeres sobrevivientes de cáncer de mama que han participado -entre las que se encuentra Felisa- realizaron diferentes entrenamientos y pruebas físicas para estar preparadas para la expedición. Siempre con un objetivo en la mente: demostrar al mundo y a las personas que sufren esta enfermedad que hay más vida detrás del cáncer. Y puede ser tan extraordinaria como tú la elijas.
Salar de Uyuni
Tras unos días haciendo turismo por La Paz, una ciudad que la deportista describe como absolutamente pobre y caótica pero con un punto encantador por la bondad de su gente, el equipo de la expedición llegó a Uyuni, concretamente al punto de partida del Reto: el cementerio de trenes. “Fue impactante, había largos trenes abandonados y absolutamente oxidados. Lo que puede parecer un paisaje aterrador, era absolutamente bello”, relata Requena.
Fue en este tramo de la expedición cuando la almeriense vivió una de las sensaciones más extraordinarias de su vida: pedalear durante 45 kilómetros por el Salar de Uyuni, un desierto de sal blanca de 11.000 kilómetros cuadrados. Un momento mágico para Requena en el que sintió que estaba “pedaleando por el cielo”. “Me sentí tan libre y en paz. Se difuminaba el blanco de la sal y el azul del cielo, creo que no volveré a ver algo tan poderoso en mi vida”, asegura mientras la emoción revolotea en sus ojos.
El desierto fue su hotel esa noche y un cielo en el que se podían agarrar las estrellas, su confidente. “En esos momentos, fui la versión de mi misma más pura y real. El hecho de estar incomunicadas ayudó para sentirme así”, reconoce la almeriense.
Sajama
Tras un trayecto de 40 kilómetros en ‘mountain bike’, concretamente desde Isla Pescado a Jirira, y dos jornadas en un todoterreno en el que hubo tiempo para las canciones más míticas de Mecano y alguna que otra de Enrique Iglesias, el equipo llegó a Sajama.
Desde allí subieron hasta la Laguna Khasiri, nada más que a 5.500 metros de altitud. “Personalmente, cada vez que subíamos a más altitud, mi cuerpo se habituaba mejor, tuve mucha suerte en ese sentido”, confiesa la deportista, acordándose en todo momento de las facilidades y el cariño con el que se encontraron por parte de todo el equipo que les acompañaba.
Las seis protagonistas del Reto estuvieron en todo momento arropadas por el equipo de Pelayo Vida, entre los que se encontraban: una médica, guías y Vicky, una ‘cholita’ boliviana que se encargó de la alimentación de todo el equipo durante la expedición. “Levantarte rodeada de montañas, con una temperatura de 20 grados bajo cero y tener un desayuno preparado, no tenía precio”, explica Felisa.
Acotango
Al día siguiente de haber subido a la Laguna Khasiri, una zona en la que la deportista se sintió como en casa por su gran parecido a los paisajes de la provincia, las participantes pusieron rumbo a conseguir la cumbre del Acotango, a 6.050 metros de altitud.
“El momento de salir del coche para iniciar la subida es contradictorio. Por un lado decía, que digan que no, no puedo con este frío, pero luego salías y te invadía una energía y emoción brutal. Cambiabas el ‘chip’ en segundos”, expone la participante, no sin sonreír antes al recordar esos instantes.
La última parte del Reto Andes 2019 consistía en hacer cumbre en el Nevado Sajama (6.500 metros). Tras pasar una noche en el campo base, a 4.800 metros de altura, y otra en campo alto, a 5.700 metros, las montañeras intentaron hacer cumbre pero finalmente se quedaron a 252 metros. “Ahí aprendí que un equipo lo es hasta el final”, explica la almeriense tras relatar que una de sus compañeras no se encontraba bien para continuar la subida y decidieron por unanimidad no hacerlo ninguna.
Después de unos días de descanso,Felisa, Bego, Rina, Estrella, Raquel y Vicky llegaron a Madrid tras casi 20 días fuera de casa. No faltaron los abrazos y el orgullo. Unos metros le separó de su objetivo físico, pero han cumplido con creces su propósito, por el que fueron elegidas para el Reto Pelayo Vida: dar una lección de superación y fuerza a las personas enfermas y a la sociedad al completo.
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