El artista multidisciplinar de la transición acaba de publicar su último trabajo, “La hora lobicán” (Lemuna Music&Warner, 2019), donde se recogen en una selección bien cuidada parte de sus composiciones, incluidas las evocadas por su pasado como hombre de mar, más otras tantas de nueva creación.
Debido al éxito de su último trabajo, el artista se encontraba diseñando la gira presentación del disco, donde contemplaba actuar en Almería, Murcia y Granada.
La vida, sin pedir permiso, como siempre, ha tenido otros planes. He aquí la última entrevista en papel del artista vasco-madrileño
- Pionero en la canción intelectual, de autor y canción protesta. ¿Qué le llevó a escribir y a musicar obras del Arcipreste de Hita y de las “trotaconventos”?
Los de mi generación estábamos en déficit de lectura. Nada de lo que queríamos leer estaba en las librerías. Buscábamos entre los libros de nuestros mayores. Un día en el desván de mi abuela, buceando en el armario de los libros prohibidos, encontré aquel ejemplar de “El libro del buen amor”. Tendría poco más de dieciséis años y fue todo un impacto para mí. Aquella cosa mágica escrita en mil doscientos me ocasionó un “patatús”. En aquellos años se llevaba leer a Bertrand Russell, y a Herman Hesse. Si no los leías eras un pobrecillo. “El libro del buen amor” es un tesoro, es un monumento a la Literatura con mayúsculas. “Cualquiera que lo lea, si hacer versos supiere, puede más añadir o enmendar si quisiere, ande de mano en mano, téngalo quién pidiere, cual pelota entre niñas, tómelo quien pudiere, ya que es de Buen Amor prestarlo de buen grado”, (recita Andión con vehemencia y memoria envidiable). Esa cuarteta es sublime (continúa el autor), aúpa a la gente a que modifique, añada o reescriba la obra; que no es intocable. Eso es una auténtica plataforma creativa. Eso es extraordinario. El Arcipreste de Hita era un visionario.
- ¿Cómo se han reencarnado en la actualidad aquéllas trotaconventos, que luego más tarde se convirtieron en celestinas?
Internet. Ahora es el gran punto de encuentro. El otro día viendo un documental, hablaban de un jugador de futbol uruguayo, Valverde, un chico joven, muy buen jugador. Conoció a su mujer por internet. Sin ir más lejos, uno de mis hijos también ha tenido una cita con una chica rusa que la conoció a través de las redes. Internet es la nueva trotaconventos, la nueva celestina.
- ¿El ejemplo del futbolista uruguayo lo pone por algo particular?
Tengo un vínculo muy fuerte con Uruguay: es el país donde vive la comunidad vasca más importante después de Euskadi. Mi apellido, Avión, que es un apellido poco conocido, donde más existe es un Uruguay, debido a la inmigración, naturalmente.
- ¿Cómo se recibió en aquellos años en los que aún vivía el dictador su disco alabando las bonanzas de “El buen amor”?
Se publicó en 1973. Realmente fue la BSO de la película del mismo nombre. No tuvo mucha trascendencia, pues en aquellos años era raro que se citara la banda sonora de las películas. Afortunadamente eso ya ha cambiado.
-¿Cómo fue interpretar al Ché Guevara en el musical “Evita”?
Estuvo muy bien. “Evita” fue una obra que se mantuvo en cartel muchísimo tiempo. Estuve dos años y ocho meses representando el musical. Para mi formación vocal la experiencia fue extraordinaria. Pero la disciplina era durísima, así que también fue duro.
- Actor, compositor, cantante, sociólogo, escritor, profesor… ¿Qué hace que Patio Andión sea un tipo tan prolífico?
Soy un tipo lleno de curiosidad, muy versátil. Tengo esos fantasmas que me dicen que no me hago entender bien. Eso me lleva a buscar caminos variados.
- ¿Qué me cuenta de la experiencia universitaria como docente, incluso como decano comisario de la Facultad Camilo José Cela?
Uno busca caminos de perfección-imperfección, caminos nuevos para crecer. Después de La Complutense me fui a Castilla La Mancha, a Bellas Artes, en Cuenca. Ha sido maravilloso: me ha permitido estar en contacto con la gente joven, y eso es extraordinario. La docencia fue un buen cuartel de invierno, no lo niego, pero dejé de editar discos porque me encontré en un pasillo sin puertas. Tenía que recuperarme a mí mismo, los éxitos me habían llevado a una deriva profesional donde yo no quería estar.
- ¿Es por eso por lo que habla en alguna de sus canciones de “salir ileso de la fama”?
La consideración de la obra ha dejado de tener trascendencia. Ahora hay “profesionales de la fama”. Yo siempre entendí que la obra artística necesita un espacio de libertad, pues sin libertad e independencia no se puede construir una obra que merezca la pena. Yo creo en la obra artística como una obra rebelde. El inconformismo es un trabajo arduo. En mi obra nunca me ha condicionado nadie, ni quiero.
- ¿Cómo ve la movida que tenemos en el país los últimos años?
Las cosas han cambiado muchísimo, pero el devenir se impone. Estamos sin duda en un país lleno de posibilidades democráticas, es cierto que es una democracia flaca, anoréxica, que además va a peor. Y la prueba de que va a peor es el auge de los populismos y de las posiciones extremistas. El centro político no existe. Cuando empezó la transición, el espacio político más grande era el centro político. Y todo eso se ha ido deslavazando hacia los lados; eso quiere decir que la democracia no tiene la respuesta. Por tanto, la gente busca la respuesta fuera de la democracia, cosa que es un gran riesgo hacia la democracia en sí misma y para la soberanía del pueblo.
- Si digo “Una, dos y tres”, ¿qué le viene a la memoria?
Los recuerdos de mi barrio, donde tengo mi estudio desde el año 1971, donde sigo trabajando y disfrutando con los vecinos. El barrio ha cambiado una barbaridad. Cuando me trasladé allí era casi extrarradio con gente marginal. Debajo de mi estudio vivían dos mujeres maravillosas que trabajaban como prostitutas; me preparaban lentejas, comida casera, y me cuidaban como a un hijo. Eso ahora es impensable. Ahora te encuentras super modelos alemanas, y mucho diseño… otra cosa. De alguna manera soy santo y seña del barrio, tengo un montón de premios de los comerciantes, que son tan agradecidos.
- ¿Cómo se informa de la actualidad musical?
De la actualidad musical y de la general, por la radio. Lamentablemente la radio está en declive. Eso es muy peligroso, pues la radio es la única que puede ofertar tu música al margen de la demanda. Tú tendrás tu spotifay, pero la radio es el único espacio donde tú puedes oír lo que no sabes.
- Así que es usted un gran usuario de la radio.
Sí. De programas de actualidad y de música. No hay nada con mayor poder de melancolía que la música. Ayer estaba clavando un toallero con mi mujer y le dije que quitara la radio, pues la música me distrae. La música es muy posesiva, tienes que dedicarle todos los sentidos. Y así tiene que ser.
- ¿Para conducir se pone la radio?
Cuando voy conduciendo llevo siempre la radio puesta. Especialmente en Madrid, sí, pero la música me evade tanto que me quita la concentración. No puedo trabajar con música, no puedo cocinar con música. En América, cuando estamos cenando y llega alguien haciendo música se me cierra el estómago. Me puedo poner ocho horas seguidas escuchando música, pero tengo que estar sólo en ello. Insisto en lo posesiva que es la música.
- ¿Qué música asocia con la transición?
Sin ninguna duda Paco Ibáñez. La BSO de este país es Paco Ibáñez. Ese camino que luego se convirtió en una autopista lo creó Paco Ibáñez.
- Si tuviera que definirse con un instrumento musical, ¿con cuál sería?
Con la guitarra. Es el arma mata-fascistas. La guitarra que se desarrolla en el siglo XIX, con esa afinación, con ese número de cuerdas, es lo que lleva hacia adelante toda la populación de la música.
- Defínase con un género musical.
El flamenco. Me apasiona el flamenco. También me identifico con la música folclórica mundial, desde la japonesa hasta el folclore irlandés, pasando por el americano. Me identifico con la música popular sin autor conocido. Esa música tiene un color único. Es un música, una idea que ya proponía en Arcipreste de Hita. Volvemos al Alfa y Omega de esta entrevista. En el flamenco hay algo que le hace grande; puede ser que a veces se le desprovea de ello. Eso sucede cuando hay gente que lo disfraza, que lo transforma y no lo siente (reflexiona), La Paquera de Jerez o Remedios Amaya son tan grandes. A mi padre, que era vasco y muy sensible, le gustaba mucho el flamenco popular. Luego, cuando me fui haciendo mayor, descubrí a Enrique Morente y a José Menese. Sabicas fue extraordinario. En una ocasión me perdí por ahí tres días con El Chocolate, con veintitantos años. He tenido mucha consideración con los flamencos y ellos conmigo también. Paco de Lucía, su hermano Ramón, su hermano Pepe, hemos tenido una cosa muy especial. La Venta Vargas era un sitio flamenco muy especial.
- ¿Ha pensado recoger en sus memorias este tesoro que me está contando?
No, no, esto queda para mí y para ti que me has preguntado.
- Sigamos hablando de las tripas, ¿qué comida que le pierde?
Un plato portugués: bacalao cocido simplemente, con garbanzos y con patatas. Me encanta el bacalao y esa es la manera más pura de disfrutarlo.
- Tiene un momento Almería-Connecting muy interesante. Cuéntelo.
Conocí Almería por amigos. En los años sesenta Almería era el gran destino de los hippies: aquellas playas vírgenes, nudistas, todo muy clandestino, aquella luz, esos paisajes, esas gambas típicas de Garrucha eran espectaculares, ese pescado que a Madrid no llegaba era una delicia. Tenía varios amigos que tenían casa en Mojácar e iba a Almería con cierta frecuencia. Tenía un punto clandestino. Almería era un paraíso en los años sesenta y setenta.
Por otro lado, en el año setenta y uno, cuando cogí mi estudio en El Rastro, enseguida falleció mi padre, y el conserje de las Galerías Piquer, dónde cogí el estudio. Juan, se convirtió en mi segundo padre: me traía comida, me despertaba por la mañana… cuidaba de mí. Cuando se jubiló volvió a su pueblo, Purchena. Un día fui a verle y casi se me desmaya (risas). Por diferentes motivos frecuento Almería desde hace décadas.
Im memoriam
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