La pequeña, y grande al mismo tiempo, catedral almeriense del cante

Almería tiene dos catedrales. La de La Encarnación y la pequeña y grande al mismo tiempo catedral del cante que es la Peña Flamenca El Taranto. 

Nadie concede nada gratis en el bendito arte de la silla de anea y la guitarra deshecha en falsetas, salvo la sabiduría intemporal. Esa que convierte una frase a tiempo o un gesto repentino al pie del escenario en la auténtica dimensión del Arte y la Cultura.  

Eso es El Taranto, sabiduría sin edad después de más de medio siglo de Flamenco. De Cultura viva, sin artificios ni componendas. Cada uno en su sitio.  Cada cante y cada cantaor en su lugar, que en esto del Flamenco se conservan principios casi exclusivos como el respeto. Así, un año detrás de otro. 

Almería que es capital de desiertos tiene uno de sus tesoros mejor conservados en un aljibe como no podía ser menos. El Taranto, que lleva el nombre de un cante de mineros y vendedores de verdura y de arrieros, es casi el nombre de Almería. Esta Almería que está viviendo, probablemente, su edad de oro de la música, tiene también un lugar dorado para el Flamenco, que es la raíz musical de esta ciudad en buena medida. Este Flamenco de siempre y de ahora que es ya un arte casi global pero que se siente muy bien en su casa, entre amigos y viejos muros, bajo una bóveda de siglos. 

Cuando sus fundadores se decidieron a crear esta Peña, con Lucas López, su hermano Diego, el Niño de Álora y Joaquín Monterreal, seguramente no podían imaginar que un proyecto nacido en esta inefable ciudad pudiera florecer, madurar y dejarse dorar por el tiempo como lo ha hecho El Taranto. Quizás, una excepción en ese sentido en la historia particular de esta Almería, acostumbrada a perderlo casi todo por el camino. Pero, aquí está el Taranto, que acumula premios y galardones y que parece estar en condiciones de firmar otro medio siglo de Flamenco por lo menos.

La Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes que le ha sido concedida es un justo reconocimiento a esta entidad, de la que se pueden sentir orgullosos todos los almerienses.