Almería siempre pudo ser, pero por algún hado del destino nunca llega a ser. Un ejemplo más de las demandas históricas de nuestra provincia y de nuestra capital fue la instalación de una Fábrica de Tabacos. Construida la principal en Sevilla, bajo el nombre de Real Fábrica de Tabacos, Almería quiso tener una pequeña factoría, que, si bien no podía competir con la Sevilla, sí que podía servir para establecer un nuevo motor económico en la provincia.
Por eso, a mediados del siglo XIX, concretamente en 1864, se impulsa desde los distintos poderes económicos y políticos de la cuidad una decidida apuesta por establecer esa Fábrica en el Cuartel de la Misericordia. Para llevar a cabo tamaña empresa se creó una comisión encargada de estudiar la historia del edificio y la viabilidad de llevar a cabo el proyecto en ese espacio.
Informe
Esa comisión la integraron políticos y empresarios, a saber: Luis Terriza, Antonio Vives, Juan Terriza, Felipe de Vilches, el delegado del Gobierno Civil, Alejandro de la Plaza, y el concejal Ramón Ledesma Creuhet. Esta comisión dejó en manos de Antonio Hernández y Luis Cervita la labor de recopilar todos los datos tras las pesquisas pertinentes. Esas pesquisas dieron como resultado un informe favorable para la construcción de la Fábrica de Tabacos en el Cuartel, si bien se expuso varias posibilidades: de la ocupar todo el espacio o solamente aquel que no estaba ocupado por las tropas de infantería y caballería del regimiento. Esta segunda opción obligaba a ampliar la futura Fábrica por la calle de los Pescadores, en la finca que ocupaba la antigua puerta del Sagrario.
Como mucho de lo que pasa en nuestra ciudad, la futurible fábrica se empezó a construir por el tejado y una de las primeras medidas fue la de consultar a los vecinos de la calle de los Pescadores acerca de la venta de sus viviendas para dejar el camino abierto a la ampliación. Desde el primer momento se mostraron favorables. Pero la Comisión no contaba aún con el visto bueno del Ministerio de Hacienda, propietaria entonces del inmueble. Para convencer a los responsables de la Hacienda de Isabel II se encargó un informe que buscaba demostrar lo insalubre y lo inseguro que era el Cuartel como sede del regimiento. Según las resoluciones finales de ese informe, que firma el propio Ramón Ledesma, el Cuartel no podría ser utilizado como fin militar a causa de su propia construcción inicial, destinada a ser residencia para necesitados, ni estaba preparada con los materiales y usos correspondientes como recepción militar.
Pero la baza más importante fue la económica. La hacienda española estaba necesitada de recursos económicos y la Comisión valoró en 628.000 reales la cesión del Cuartel por parte de Hacienda y las reformas que deberían darse para su acomodación a la Fábrica de Tabacos. Este informe fue elevado a Hacienda, que valoró positivamente este preacuerdo de cesión. Pero aquí entró de lleno a reventar la operación el Ministerio de la Guerra. Cuando supo de las pesquisas de la Comisión presionó para que la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla se posicionase en contra. El proyecto finalmente decayó y Almería se quedó sin un sector económico que boyante a mediados del siglo XIX.
El Cuartel de la Misericordia fue construido con un carácter piadoso en el S. XVII para acoger a los niños huérfanos y a toda clase de hombres y mujeres que la sociedad había dejado desamparados. Durante los procesos desamortizadores de Mendizábal y Madoz pasó a titularidad estatal, que lo cedió al Ministerio de la Guerra como cuartel del regimiento militar de Almería, llegando a ser incluso un centro correccional municipal. Mucho se ha hablado de los usos que podría darse en ese espacio enorme a caballo entre el Casco Histórico y Pescadería: desde una residencia universitaria, pasando de facultad de la Universidad a hotel. Pero nunca fue nada distinto a un emplazamiento militar desde hace ya siglo y medio. El Cuartel podría perfectamente ser una metáfora de nuestra propia historia: un quiero, pero no puedo. Y si no le ponemos remedio este edificio singular acabara defenestrado, como tantos otros en nuestra olvidadiza Almería.
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