Preparados, listos… ¡Ya!

La sexóloga Laura Marcilla analiza si es correcto catalogar a los amantes de buenos o malos

Las relaciones sexuales no deben ser una competición.
Las relaciones sexuales no deben ser una competición. La Voz
Laura Marcilla
07:00 • 24 ene. 2020 / actualizado a las 14:01 • 24 ene. 2020

¿Alguna vez os habéis preguntado si sois buenos en la cama? Porque es una expresión que me fascina y me aterroriza al mismo tiempo. Es coloquial y aparentemente inofensiva, por lo que se utiliza con mucha frecuencia. En las revistas ofrecen consejos “para ser bueno en la cama” y, cuando una persona cercana mantiene relaciones sexuales con alguien nuevo, lo que se le suele preguntar es “¿Y qué tal era? ¿Lo hacía bien?”.



Pero, ¿qué significa realmente hablar de ser bueno en la cama? En primer lugar, y partiendo de la lógica más básica, implica que, si hay gente buena, debe haber también gente mala. Y claro, la idea de que nos califiquen como “malos amantes” no creo que sea plato de buen gusto para nadie. 



Es inevitable, después de intimar con una persona por primera vez, que de una forma u otra evaluemos la experiencia para saber si queremos repetir, si queremos probar de nuevo, pero de una forma diferente, o si consideramos que es mejor que cada uno siga por su camino. Esto es humano y comprensible, así como evaluamos el primer capítulo de una serie antes de elegir verla entera o el restaurante nuevo que han abierto en el barrio para decidir si volvemos a ir o no. 



Y si el encuentro erótico con esa persona no nos ha gustado, ¿significa eso que “no lo hacía bien”? En las relaciones sexuales, la satisfacción depende de muchos factores, entre los cuales, uno de los más importantes es la comunicación. Cuando una pareja no llega a conectar del todo, es más probable que esto tenga que ver con una mala comunicación que con un mal rendimiento sexual. Quizá cada una de las personas implicadas tenía preferencias diferentes que no han sido capaces de sincronizar. O, quizá, (y esto pasa más a menudo de lo que debería) el propio miedo a la evaluación externa les haya impedido disfrutar. Porque, seamos sinceros, todos sabemos que en una relación sexual es habitual juzgar y ser juzgado (incluso si se hace involuntariamente). No es extraño que en un primer encuentro una persona se sienta ante una especie de examen sexual en el que se van a valorar sus capacidades para decidir si es apto o no es apto. 



Pero esta visión capacitista de la sexualidad nos lleva al siguiente problema: ¿qué es lo que se evalúa en la cama? ¿Qué es lo que nos han contado que significa ser un buen amante? Pues, como ocurre en otros muchos ámbitos de la sexualidad, gran parte de lo que nos han inculcado es falso y contraproducente. Nos han hecho creer (y aquí el porno tiene también parte de responsabilidad) que la penetración es la práctica estrella, que la erección debe ser potente todo el tiempo y sin ella no se puede disfrutar, que el orgasmo es la finalidad del sexo y su garantía de calidad (y por supuesto, las mujeres gimen al ‘orgasmar’), que la eyaculación marca el final del encuentro, pero ¡cuidado!, que tampoco debe alcanzarse demasiado pronto. Y así un largo etcétera de mentiras y falsos requisitos. 



Todas estas exigencias, lejos de ayudarnos a obtener placer, son una fuente de ansiedad, de comparaciones innecesarias y de complejos infundados. Incluso una persona que cumpliera todos los “objetivos” de la lista no sería necesariamente el amante ideal para todas las personas.



Si hiciésemos una encuesta sobre, por ejemplo, cuál es el mejor sabor de helado, jamás llegaríamos a un consenso entre todas las personas. Como mucho, habría algunos con más defensores que otros (por ejemplo, el helado de chocolate frente al helado de pistacho). ¿Qué nos hace pensar, entonces, que hay algunos trucos mágicos para practicar sexo que van a satisfacer a todas las parejas?



Si nuestra aproximación a las relaciones sexuales se parece más a una competición deportiva que a un paseo por una ciudad desconocida, perdiéndonos por las calles sin mapa a ver qué descubrimos, si nos preocupa más alcanzar el podio o conseguir una medalla que disfrutar del recorrido, tengo una mala noticia: podemos ser carne de cañón para las disfunciones sexuales.


Porque no hay buenos o malos amantes, hay gente más o menos compatible entre sí y hay personas a las que les gusta el chocolate y personas a las que les gusta el pistacho. 


Laura Marcilla es sexóloga.


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