Fausto para siempre. Como si su cínica ternura y su arrolladora inteligencia no hubiesen pasado a la historia. Como si aún fuese posible leerle la última ocurrencia brillante en un artículo de La Voz. Como si aún pudiera estrechar manos amigas mirando directamente a los ojos, pese a su marcha.
La familia y los amigos de este almeriense singular e irrepetible se reunieron el jueves por la noche en el Salón Noble del Círculo Mercantil para compartir el inmenso legado de Fausto Romero-Miura, en forma de recuerdos y sentimientos; entrelazando el apunte biográfico y la semblanza; compartiendo vivencias personales vividas con y por Fausto. Palabras, en fin, en memoria de un dominador de la palabra, que ahogaron alguna gargantas y humecieronalgunos ojos. Todo salpicado de anécdotas y salidas de Fausto que despertaron sonrisas.
Homenaje
Este fue el homenaje al abogado, escritor y columnista impenitente que convocó La Voz de Almería y Cadena SER , al cual se sumaron un centenar largo de personas y en el que intervinieron algunos de los incontables personajes de su biografía. De su vida y milagros.
Pedro Manuel de la Cruz, director de La Voz de Almería, pero sobre todo amigo íntimo de Fausto, estuvo acompañado en la mesa por el hermano y el hijo, Juan José y Fausto; por el amigo y compañero de aventura vital, Juan José Jiménez; por la amiga irrenunciable María del Mar Agüero a la que llamaba cariñosamente “prima”; por el amigo en las letras y en la terturlia, G. H. Guarch; por su admirado y admirador Ruiz Manuel y por el colega en todos los sentidos, José Arturo Pérez con quien compartió profesión y vínculos estrechos. Y podrían haber sido muchos más, porque la fuerza empática de Fausto, que acabó llenando de tarjetas de visita imaginarias su inmenso corazón.
Al final del acto, conducido con delicada ternura por Marta Rodríguez, algunos asistentes tomaron la palabra para sumarse a este homenaje que quiso ser tan sincero como Fausto o, cuando menos, inspirarse en la inagotable lección sobre la amistad que fue toda su vida.
Dijo Pedro Manuel de la Cruz que a Fausto había que reconocerle cuatro facetas de su personalidad poliédrica. Comenzando por su valentía que emergió serena y ejemplar cuando hubo de enfrentarse a su final previsible. Su amor por Almería, que quedó plasmado en la letra y el testimonio de toda su trayectoria. Su impronta provocadora que no se arredraba en ningún lance, ni siquiera ante un presidente del Gobierno. La curiosidad de un hombre del Renacimiento que quería saberlo todo para convertirlo en sabiduría.
Juan José -Nino- Giménez aseguró que hubiese sido el mejor alcalde de Almería evocando su candidatura en las primeras Municipales de la Democracia y su ejemplo renunciando a los ingresos de concejal en favor de la limpieza de Almería.
Su hermano Juan José regaló recuerdos de la intimidad familiar en Berja que no hicieron sino acentuar la enorme dimensión humana de Fausto. De Titico, el niño que no dejó nunca de ser.
G. H. Guarch evocó su perfil literario y su complicidad en las letras proponiendo una escultura de Fausto en trance de abrazar a la de Nicolás Salmerón.
El torero Ruiz Manuel contó de “su ídolo” Fausto las andanzas por las plazas de América, incluyendo un brillante motín a bordo de un avión, además de proponer una calle a su nombre.
María del Mar Agüero compartió sus entrañables desavenencias con Fausto que siempre terminaban en comidas de franca amistad, sin poder contener las lágrimas.
José Arturo Pérez recordó las virtudes profesionales de un abogado brillante que se dejaba el alma en cada caso y que fue raro ejemplo de compañerismo.
Un hombre de familia
Fausto Romero-Miura Ferraro agradeció profundamente este reconocimiento a su padre, en nombre de toda la familia. En nombre de su hermana Cristina y, especialmente de los nietos de Fausto, que le abrieron una enorme ventana a la vida en su última etapa vital: Fausto, Alejandro y Olivia, a la que quiso con pasión antes de que naciera. Porque Fausto, que parecía comerse las calles con su presencia insoslayable era, sobre todo, padre y abuelo; maestro en el amor de los suyos. Era un “abueliz”, utilizando uno de sus inefables neologismos con el que se definió con valiente sinceridad dejando, de paso, una de sus últimas lecciones por escrito a cerca del sentido de la vida. La vida inolvidable de Fausto Romero-Miura.
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