Su perfil de Instagram viene a ser una versión ‘millennial’ de las célebres columnas de la protagonista de ‘Sexo en Nueva York’. Nita Ripoll se dedica al marketing digital y practica el postureo aunque en su tiempo libre busca la verdad a través de la cultura y los viajes. No solo no reniega de Tinder, sino que asegura haberse pasado todos los niveles
A juzgar por su cuenta de Instagram, podría decirse que es una columnista en potencia. ¿Es consciente de ello?
Creo que soy más consciente de ser una cuentista. No me malinterpretes, lo mío es contar historias y lo hago a menudo, ya sea en Instagram o donde me dejen. Al final una columna no deja de ser una buena historia breve, concisa y bien cerrada. Llámalo columnista en potencia o cuentista prolífica.
¿Aceptaría una invitación a escribir cada semana en LA VOZ?
Cuando formé parte de esta santa casa, hace siete años, mi idea era apoderarme de un espacio a lo Juan Manuel Gil. ¿Cómo no iba a aceptar algo así? A día de hoy no me faltan dedos con los que teclear y creo que la edad me ha vuelto más ingeniosa o, al menos, me ha enseñado a reírme de mí misma.
¿De qué escribiría y cómo llamaría la serie?
Hablaría de todo, de todo lo que me dejasen. Siempre he pecado de una verborrea extrema y acatar un único tema sería casi imposible. Y en cuanto a cómo lo llamaría, sería ‘La última francachela’. ‘Francachela’ es mi palabra favorita del español y siempre que vuelvo a Almería celebro una coincidiendo con mi cumpleaños y el final del año.
En sus posts reflexiona sobre el amor en los tiempos de Tinder y las contradicciones de la sociedad del postureo, pero sus publicaciones son parte del postureo...
Todo es postureo cuando pasa a ser público. En mi caso, suelo acompañar mis fotos con historias. Llamémoslo postureo ilustrado. Yo quiero que me lean, pero una parte de mi Instagram me pregunta dónde me he comprado la ropa, otra me escribe guapa en fotos en las que no se me ve la cara y una última parte, y a la que más aprecio, me lee. La finalidad de mi Instagram no es el postureo, sino mostrarme tal y como soy: una señora millennial.
Diga la verdad: ¿ha usado Tinder?
La última que jugué a Tinder Elvis me llevó al altar en una capilla de Las Vegas y eso no ha salido en mi Instagram. Se puede decir que me he pasado todos los niveles.
¿Las palabras alivian la carga de la vida?
A mí las palabras me han salvado la vida. Soy más valiente por escrito que en persona. No quiero animar a todo el mundo a que publique una novela de la ya manida autoficción, pero recomiendo escribir como ejercicio catártico. Puede resultar liberador.
Se dedica al marketing digital y ama la cultura, ¿es posible vivir en esta paradoja?
Ojalá me dedicara solo a eso. No creo que exista ninguna paradoja. Es más, no concibo la cultura sin las nuevas tecnologías. Internet nos ha brindado la posibilidad de encontrar nuevas formas de cultura, afianzar las existentes y conectar no solo con la obra, sino que además puedes hacerlo directamente con el autor. Creo que la paradoja, en todo caso, se encuentra en el ámbito sociológico. Ahí sí hay una incongruencia en cuanto a que nos encontramos en una sociedad hiperconectada por las redes sociales y que tiende hacia el individualismo y el narcisismo. Nos vamos a la mierda, pero lo haremos rodeados de likes.
Entre Almería y Madrid, ¿qué escenario es más fotogénico?
Almería, sin dudarlo. Y más allá de sus playas. Me decanto por los paisajes desérticos y esos pueblos que sirvieron de escenario para el western.
¿En su caso se cumple eso de que nadie es tan guapo como en su Instagram?
Yo siempre digo que no me parezco a la chica de las fotos que aparece en mi perfil.
¿Cómo es Nita Ripoll cuando nadie la ve?
Cuando nadie me mira, observo y escribo. Soy como Hopper, pero en versión andaluza y escrita. Creo que por eso me gustan tanto las redes sociales, porque observo sin ser descubierta.
¿Qué libro le ha supuesto una epifanía?
‘El túnel’ de Ernesto Sabato, un puñetazo de existencialismo que se clava en el estómago. Recuerdo que la primera vez que lo leí, lo hice de una sentada.
¿Forma parte de esos almerienses que no podrían vivir todo el año en su ciudad?
En mis redes me describo como cataluza en Lavapiés, por mi condición de catalana migrante en Almería y ahora en Madrid. Sin embargo, me siento almeriense por encima de cualquier otro gentilicio y quizás no sea capaz de vivir todo el año en Almería, pero siempre vuelvo. Todos terminamos volviendo a casa.
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