“Cualquier cosa que hagamos en cualquier lugar ayuda más de lo que imaginamos”

Entrevista al enfermero especializado en cooperación internacional Jesús Verdegay Calvache

Jesús Verdegay en un poblado de la región de Tigania, en Kenia.
Jesús Verdegay en un poblado de la región de Tigania, en Kenia. La Voz
Marta Rodríguez
07:00 • 23 feb. 2020

Es enfermero aunque esa descripción no alcanza a definir la magnitud de la labor que lleva a cabo desde hace años. Especializado en cooperación internacional, Jesús Verdegay Calvache (Almería, 1984) ha trabajado en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, en Senegal, Guinea-Bissau, Etiopía y los territorios indígenas del Amazonas.






¿Cómo decidió que quería dedicarse a ayudar a los demás?
Todo empezó cuando empecé a trabajar de enfermero en Mallorca. Allí conocí a mucha gente viajera con inquietudes. Mi perfil profesional en urgencias y en el voluntariado se fue definiendo conforme iba viajando a lugares humildes.




Ayudar a los demás o dar una pequeña parte de ti es algo muy gratificante. Siempre pensamos que para cambiar este mundo hay que hacer cosas grandes o tener un perfil profesional buenísimo, pero cualquier cosa pequeña que hagamos en cualquier lugar puede ayudar más de lo que imaginamos.

¿Y cuándo se le quedó pequeño el primer mundo?
Es curioso que llamemos ‘primer mundo’ a aquellos lugares que, por su desarrollo, se consideran más avanzados, pero son estos mismos, por ejemplo, los mayores consumidores de antidepresivos. Todos vivimos en el mismo mundo y tenemos que aprender uno de los otros.




Me planteé dedicar mi tiempo a la ayuda humanitaria cuando vi la realidad de lugares más humildes.

A países como Senegal y Guinea Bissau llegó como mochilero y, a partir de ahí, se puso a arrimar el hombro, ¿lo miraron raro?

Al contrario. Siempre me han recibido con una sonrisa al ofrecer mi ayuda tanto trabajando en el centro de salud, como dando una clase de inglés en una escuela o simplemente observando lo que hacen. Para ellos es un día especial, ya que salen de su rutina y se comparten ideas convirtiéndose en una experiencia difícil de olvidar.

¿Hay alguna situación que lo haya superado?

Hay situaciones que uno ve que resultan muy duras y frustrantes por no poder hacer nada. La falta de recursos y saber que esa misma circunstancia podría tener solución en países desa­rrollados te causa mucha impotencia.

 ¿Cuántas vidas ha contribuido a salvar Jesús Verdegay?
Ya sea por un acto directo o indirecto, la mayoría de nosotros contribuimos a salvar vidas cada día. El que trabaja haciendo pan, el que se encarga de que nos llegue agua a casa, el mecánico que nos revisa el coche, el maestro de escuela... Si viviéramos en una situación extrema donde nos faltara todo lo más básico, nos daríamos cuenta que cada detalle es fundamental.





¿Cómo le cambia a uno la escala de valores cuando ve la miseria?
Cambia de una manera positiva siempre que sepas verlo desde el punto de vista de apreciar lo que tienes. En mi trabajo, como en aquellos lugares humildes donde suelo viajar, tengo situaciones muy difíciles de afrontar y si me llevará ese sufrimiento a casa, estaría siempre deprimido. Intento darle la vuelta y valorar todas aquellas cosas sencillas a las que no le prestamos mucha atención.




Cuando vuelves de estos lugares, te encuentras bastante afectado, pero poco a poco vuelves a la normalidad de tu entorno. Aunque tu conjunto de valores se va definiendo, así como tu forma de ver la vida.

¿De qué lugar le ha costado más regresar?

De cada sitio al que he ido me he traído un cachito para mi corazón. Al final somos parte de las experiencias que vamos viviendo y de las personas que vamos conociendo. Siempre me han hecho sentir como en casa y me han dado su mejor sonrisa. Cuando llega el día de la despedida, intento vivir ese momento de manera intensa, pues no sabes si volverás a ver esa persona que tan bien se ha portado contigo.

¿Ha llegado a temer por su vida?

Reconozco que soy una persona a la que me gusta la aventura y esto conlleva cierto riesgo. La curiosidad te hace querer ver qué hay detrás del muro o acercarte un poco más al filo, pero esto no significa que no aprecie mi vida o no piense en la gente que me quiere.




He podido encontrar alguna situación incómoda en las grandes ciudades, pero ninguna en las zonas rurales. Una vez me perdí por el sur de Etiopía con la moto o otra pude ahogarme en Sri Lanka. En esos momentos lo pasas mal, y cuando llegas a casa, ves la locura que has hecho.

¿Qué le falta al primer mundo para retener a un joven como usted?

Soy muy feliz en este ‘primer mundo’ igual que lo soy en los países en vías de desarrollo. Todo es buscar un equilibrio. Creo que el secreto está en apreciar las cosas que diariamente damos por hecho, pero también soy humano y a veces necesito ir en busca de aquello que está perdiendo nuestro entorno:  felicidad por lo sencillo, humildad, generosidad, comunidad, respeto a los mayores, armonía con la naturaleza, vivir más despacio y con lo necesario...


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