Teatro en Roquetas: Mariana Pineda y Lorca, una combinación mágica

Lorca y Mariana Pineda nos visitaban en la noche de Andalucía. Y yo quise envolverme en el Arte

Escena de la puesta en escena de ‘Mariana Pineda’, que pudo verse este puente en Roquetas.
Escena de la puesta en escena de ‘Mariana Pineda’, que pudo verse este puente en Roquetas. La Voz
Mar de los Ríos
07:00 • 04 mar. 2020

A pesar de que ya no hay pases para la prensa en el Auditorio de Roquetas de Mar, deseaba hacer este artículo, porque, aunque a veces cueste creerlo, son los artistas los verdaderos artífices de la Cultura. Y es que la combinación pintaba mágica. Federico García Lorca nos visitaba la noche del 28 de febrero, día de Andalucía, a través de una versión muy fresca de ‘Mariana Pineda’.






Mariana del siglo XXI
La versión de ‘Mariana Pineda’ del director Javier Hernández-Simón está sustentada sobre un elenco excepcional y una escenografía surrealista. La actriz catalana Laia Marull -Mariana- y su enamorado, el político liberal -Pedro de Sotomayor-, interpretado por el actor valenciano Álex Gadea, componen el centro de la trama. La biografía de la heroína granadina del siglo XIX tomaba forma desde una escenografía muy visual y rompedora, arrojando un producto redondo.




Ocho puertas negras que se mueven por el escenario como si tuviesen vida propia, dan la entrada y la salida de los personajes en el universo Pineda, donde ella, Mariana, no abandona las tablas ni un instante de la obra. Hilos rojos como maromas que caen del techo son el otro elemento escénico que se trenza y se desata, como la angustia de la protagonista, cada vez más enredada en su propia tela de araña: el amor sin condiciones. La intensidad poética, la musicalidad del texto lorquiano imprimen a ojos del espectador una dificultad añadida al excelente resultado final, que queda colgado de la atemporalidad del sentimiento puro, el que conmina al que lo siente a existir sin renunciar a lo que se es. Porque, si se escoge la verdad como bandera ya no hay marcha atrás.




Morir siendo ella
¿Cómo se puede seguir viviendo dejando de ser una misma? Cuando las puertas se cierran en la cara de la Pineda por haber sido fiel a sí misma, la sociedad hipócrita se sorprende de que una madre prefiera morir a existir mintiéndose. Ser ejecutada a garrote con 26 años en el Campo del Triunfo, dejando atrás a dos hijos en el mundo, sin doblegarse al poder masculino, fue su cruz y a la postre su salvoconducto hacia la Eternidad. La sociedad busca mártires a los que idolatrar. Señalada por la sociedad granadina por su vida libertina y por bordar la bandera que representa la revolución en contra del rey Fernando VII, caerá sobre ella todo el peso del machismo disfrazado de ley. Esa ley escupida sobre su cara en forma del juez Pedrosa quien le promete la libertad a cambio de favores sexuales y los nombres de los revolucionarios para, seguramente, ejecutarla de igual manera.



Porque, Pedro, el que se dice su amor, ya ha huido a Inglaterra sin mirar atrás cuando se siente acorralado, ella le ha proporcionado el caballo hacia la libertad. Unos hijos ausentes en esta versión como personajes, sin embargo están muy presentes, como la losa de la maternidad, que deja a las mujeres atornilladas a sus afectos sin posibilidad de escapatoria. Mariana Pineda fue una española, una andaluza y una granadina de mediados del siglo XIX adelantada a su tiempo, como todas las rompedoras que tuvieron que sufrir en carne propia el escarnio de ser libre, de ser mujer y de amar a quien le dio la gana. Hija ilegítima, madre soltera y librepensadora: carne de cañón.




Laia versus Margarita
Si la primera versión fue interpretada por la mejor actriz de su época y una de las mejores de todos los tiempos, Margarita Xirgu, en 1927, la actual versión, casi un siglo después a cargo de otra catalana con tres Goyas a sus espaldas, Laia Marull, seguramente habría satisfecho a Lorca en igual manera. Nuestro autor más universal le hubiese mandado a Laia el libreto de su obra como hizo con la Xirgu. Dalí, el escenógrafo de la primera versión, también hubiese disfrutado mucho de esta puesta en escena.




Enhorabuena por tanto a este montaje tan cuidado de ‘Mariana Pineda’ al que le deseamos desde aquí larga vida escénica.

¡Yo soy la Libertad porque el amor lo quiso! ¡Pedro! La Libertad, por la cual me dejaste. ¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres! ¡Amor, amor, amor y eternas soledades! (Mariana Pineda).


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