Carta de una madre con su hija atrapada en Italia: “Todo han sido trabas”

Esta mañana, día 24 de marzo, mi hija Ángela, Erasmus en Bolonia, partía en tren hacia el puerto de Civitavecchia, en Roma, con dos compañeros más. ¡Qué suerte la suya! Habían conseguido comprar un billete para el barco que España ofrecía para "repatriar" a los españoles atrapados en Italia. El barco los pondría por fin rumbo a Barcelona antes del cierre de fronteras. En Barcelona, el miércoles, tomarían un autobús hacia Córdoba y de allí el jueves, ya en Úbeda, un tren a Almería. Era un viaje largo, y costoso tanto de tiempo como de dinero pero las ganas de poder regresar a España antes del cierre de fronteras no les hacía desfallecer.

La mañana se ha convertido en gris cuando al llegar a la estación de tren de Bolonia, su tren había sido cancelado. Así sin más, sin ningún aviso. Atónitos, miraban en internet y el trayecto seguía disponible. Había que pensar rápido y tomar decisiones, no había más trenes, ni autobuses, había que tomar una decisión para poder llegar a Roma. Alquilar un coche parecía que podía ser su salvación en ese momento. Pero había un problema: eran tres y posiblemente al igual que en España, no podrían viajar tres en un coche. Cuál sería su sorpresa cuando el empresario les ha dicho que podían viajar los tres en el coche sin problema, tan sólo tenían que dejar el coche en el aeropuerto de Roma y de ahí tomar otro transporte hasta el puerto de Civitavecchia.

Como padres nos ha parecido un poco sospechoso, por lo que nos hemos puesto en contacto con el Consulado, el cual rápidamente nos ha confirmado nuestras sospechas: sólo podían viajar dos. Por tanto, había que abandonar esa idea, ya que si les paraba la Policía de camino a Roma...no quiero ni pensar lo que podría pasar. Incluso el regreso a Bolonia (su actual residencia) podría estar en peligro.

Han intentado otras opciones: tomar un taxi individual hasta Roma, su ilusión era llegar al puerto como fuese, 700 euros por persona pedían por llevarlos al puerto.

Ante tanto desconcierto, tanto desasosiego, tanto abandono, tanta pillería, tanto engaño no han tenido más remedio que renunciar y volver a casa, arrastrando sus maletas, y sus ilusiones. Maletas rotas por el peso que han cargado pensando que era su último viaje, ilusiones también rotas por el peso de las circunstancias y del poco apoyo recibido. Adiós retorno, adiós dinero invertido, adiós esperanzas puestas, adiós España ¿querida?

Ahora el confinamiento será más duro, porque lejos de haberle facilitado una repatriación en condiciones, todo han sido trabas y dificultades y engaños. Ahora, con el cierre de fronteras la esperanza de volver a España…duele. ¡Son Erasmus, por Dios! ¡No agentes de negocios! No hacía falta mandar un taxi a la puerta de su casa, pero sí que el Gobierno se hubiera asegurado de que, aunque fuese por medios individuales, el transporte hasta el lugar de partida hacia España estuviera asegurado. Decían que los primeros en repatriar sería los estudiantes y personas desfavorecidas. Qué ironía, porque antes eran sólo estudiantes, pero hoy, aparte de estudiantes, se han convertido también en personas desfavorecidas.