Detrás de la pantalla: Hay más jugadores de petanca que de Fornite

Detrás de la pantalla, la vida te deja ver poco y mucho, todo al mismo tiempo. Por ejemplo, yo no he notado mucho eso de la cuarentena: sigo detrás de la pantalla.

Es verdad que ya no hay ruedas de prensa y que las entrevistas que antes suponían un relajado café en La Chumbera ahora se finiquitan en una llamada telefónica de no mucho más de 10 minutos, pero poco más ha cambiado en realidad. 

Al mismo tiempo, los que tenemos internet como medio habitual de vida vemos de todo por aquí y por allá, y lo del confinamiento solo nos ha dado una cosa: más tiempo para ver de todo un poco.

Una de las cosas más disparatadas que se puede encontrar un ‘milennial’ a día de hoy cayó en mi pantalla en estos días: hay más jugadores de petanca que de Fornite.

Tras esta impactante afirmación, algún lector que caiga en estas líneas ya tiene algo que hacer en los próximos minutos de aburrimiento en la era del coronavirus. Los más jóvenes tendrán que buscar qué es la petanca y cómo se juega, y los mayores tendrán que indagar para descubrir que Fornite es un videojuego que arrasa en internet y que ocupará muchas horas del tiempo vacío que tiene la muchachada por culpa del Covid-19.

El caso es que aquel era un artículo que hablaba sobre el envejecimiento de la población en Asturias (sí, los caminos de internet son inescrutables y uno sabe dónde empieza pero jamás dónde termina leyendo) y bromeaba con la posibilidad de que la petanca tuviera más éxito, en pleno 2020, que el Fornite.

¿Y si se hiciese realidad? Imaginen: esto de la cuarentena acaba (porque se va a acabar, ¿verdad?) y, de pronto, la gente decide vivir más tiempo al aire libre y los nietos pasan a disfrutar de horas y horas junto a sus abuelos. 

De esta combinación explosiva surge la afición que arrase en la década de los años 20 del siglo XXI: salir al parque a jugar a la petanca. La resurrección más inesperada tras este amago de apocalipsis que vivimos.

Enfrente de la redacción hay un sitio para jugar a la petanca. No lo sé porque yo vaya a jugar, sino porque está justo detrás de la parada de autobús que un día se convirtió en mi segunda casa. Nunca he visto a nadie jugando, pero, cuando todo vuelva, estaré atento.